Malas de cuento
De ni?a, fui lectora apasionada de los llamados cuentos de hadas, por los que desfilaban extra?os seres no siempre benignos que daban a la vida una constante sensaci¨®n de peligro e incertidumbre. En aquellos cuentos, los escenarios tambi¨¦n resultaban intimidatorios. Grutas, bosques espesos, acantilados rocosos, mares agitados, estanques turbios sobre los que aleteaban sonidos de ultratumba y sombras amenazantes, serv¨ªan de tel¨®n de fondo de intrincadas historias en busca de tesoros y reinos perdidos o desencantamientos, porque muchas veces, el protagonista hab¨ªa sido v¨ªctima de un maleficio y viv¨ªa bajo una falsa y horrible apariencia.
Me gustaban m¨¢s estos cuentos de los que no puedo recordar un solo argumento -imagino que eran todos muy parecidos- que los cl¨¢sicos infantiles. Excepto dos: Blancanieves y La Cenicienta. Podr¨ªa a?ad¨ªrseles El patito feo. Desde luego, Caperucita no me gustaba nada, aunque su historia estaba muy presente, qui¨¦n sabe por qu¨¦, en nuestras peque?as vidas. Blancanieves y La Cenicienta, que en realidad es una especie de patito feo, lograron una popularidad enorme gracias a Walt Disney. Eran historias que no pod¨ªan dejar indiferente a una ni?a. Dos historias de madrastras, por cierto. Curioso, ?no? La madrastra de Blancanieves, adem¨¢s, es bruja. El famoso espejito en el que se mira para asegurarse de que su belleza no tiene rival en su reino la pone en relaci¨®n directa con las fuerzas del mal. La madrastra de la Cenicienta, sin embargo, es simplemente una mujer mala. Humilla constantemente a su hijastra y le encarga los m¨¢s fatigosos trabajos de la casa, mientras no escatima dineros para vestir lujosamente a sus hijas con la idea de casarlas bien. Esta mala mujer carece de poderes sobrenaturales. Es Cenicienta quien, al final, accede a la magia.
Tenemos muchas razones para suponer que la madre de Caperucita bien podr¨ªa haber sido madrastra y no madre
Las hadas se encargan de ayudar a los protagonistas de los cuentos cuando se hallan m¨¢s desesperados
En todo caso, una, bruja, otra, simplemente malvada, son prototipos de la madrastra que odia a su hijastra. No deja de ser llamativa esta presencia tan poderosa de las madrastras en los cuentos infantiles. Si la ni?a o la joven tienen al enemigo dentro de su c¨ªrculo familiar, ?c¨®mo no se va a presentir toda una sucesi¨®n de peligros? Pero de esto tratan los cuentos, de obst¨¢culos y dificultades. Si Blancanieves y Cenicienta hubieran tenido madres en lugar de madrastras, sus historias no habr¨ªan tenido lugar. La madre es buena por naturaleza, generosa, protectora. Blancanieves y Cenicienta son dos jovencitas desvalidas a las que hay que salvar.
?De qu¨¦ manera est¨¢ presente la figura de la madre en los cuentos infantiles? El de Caperucita comienza precisamente con un breve di¨¢logo entre la ni?a y su madre. La madre encarga a la ni?a que lleve la merienda a su abuelita, pero le advierte de los peligros del bosque y le pide que no se entretenga. No volvemos a saber nada de la madre. El final es lo bastante radical como para que se nos ocurra pensar qu¨¦ habr¨¢ sido de ella. El lobo entra en casa de la abuelita, se la come y se pone su ropa. Llega Caperucita con la merienda y, a instancias de la falsa abuelita, se mete en la cama con ella. Tras el famoso di¨¢logo -"?qu¨¦ dientes m¨¢s largos tienes!", etc¨¦tera-, el lobo se zampa a la pobre Caperucita.
El tremendo episodio ha sido abundantemente comentado, dada la potencia de la imagen. El lobo, negro y peludo, vestido con camis¨®n blanco y tocado con una cofia, supone un contraste casi insoportable con la dulce e inocente ni?a. Pero, una vez que nos hemos dado cuenta de que en este cuento hay una madre, volvamos a ella. Y, de pronto, nuestra cabeza se llena de preguntas. ?A qui¨¦n se le ocurre mandar a la ni?a sola a casa de la abuelita teniendo que pasar tan cerca del bosque, un lugar peligroso por definici¨®n? Esta madre, ?no ser¨¢ en realidad una madrastra?, ?por qu¨¦, si no, env¨ªa a la ni?a a un lugar y a una hora tan inconvenientes? Lleva la merienda, luego es por la tarde, que linda con la noche. Bosque y noche, dos peligros clar¨ªsimos. Lo del lobo ha sido algo imprevisto. O quiz¨¢ no: quiz¨¢ la madrastra conoce la existencia del lobo, que tiene su guarida en el bosque. Quiz¨¢ confiaba en que la ni?a, que es curiosa, se internar¨ªa por el bosque, se perder¨ªa y se topar¨ªa al fin con el lobo, que la matar¨ªa.
Como las madrastras malas quieren deshacerse de sus hijastras, tenemos muchas razones para suponer que la madre de Caperucita bien podr¨ªa haber sido madrastra y no madre. Muerta Caperucita, la madrastra se queda con el padre de la ni?a para ella sola. La jugada le ha salido perfecta. M¨¢s a¨²n, si, como sospechamos, la abuelita, a la que tambi¨¦n se ha comido el lobo, es la madre del padre de Caperucita y, como es l¨®gico, no se lleva nada bien con la nueva mujer de su hijo. Si todo esto es as¨ª, est¨¢ claro que la madrastra ha matado dos p¨¢jaros de un tiro.
Si optamos por atenernos a la figura de la madre, llegar¨ªamos a una conclusi¨®n igualmente inquietante: la madre es una perfecta est¨²pida. No tiene ning¨²n sentido que env¨ªe a su hija en medio de la tarde y con el bosque a sus puertas a casa de la abuelita. Sus advertencias de peligro, como deber¨ªa de saber, se convierten en incitaci¨®n, en tentaci¨®n. Una madre tonta acaba siendo una mala madre.
Pero los cuentos infantiles no son realistas, sino simb¨®licos. Hay muchas m¨¢s madrastras y brujas que madres bondadosas. La protecci¨®n materna eliminar¨ªa la tensi¨®n. En compensaci¨®n, existen las hadas. Estas bellas y et¨¦reas mujeres, que tambi¨¦n tienen complicadas historias a sus espaldas, se encargan de ayudar a los protagonistas de los cuentos cuando se hallan m¨¢s desesperados. Por eso, sin duda, me gustaban tanto estos cuentos. Siempre pod¨ªas contar con la intervenci¨®n oportuna y m¨¢gica de las hadas.
Al lado de esta clase de literatura, que bien podemos caracterizar de fant¨¢stica, estaba la realista, a la que tambi¨¦n fui muy aficionada. All¨ª s¨ª hab¨ªa madres -Celia y Anto?ita ten¨ªan madres, aunque Celia la pierde-, pero estas madres eran parecidas a la nuestra y a las de otras ni?as. Eran madres y eran adultas. Esto, al final, era lo m¨¢s importante. Porque el mundo de los adultos quedaba tan lejos del mundo de la infancia que la comunicaci¨®n entre ambos parec¨ªa imposible. Estas madres de los relatos realistas eran distantes y daban muchas ¨®rdenes incomprensibles. B¨¢sicamente, no entend¨ªan nada de lo que les pasaba a sus hijos. Era un reflejo de lo que sent¨ªamos los ni?os y ni?as de entonces.
La literatura ha ofrecido siempre un lugar donde pasan cosas completamente distintas de las que se ven en el cotidiano acontecer, pero tambi¨¦n da cabida a situaciones conocidas de la vida. Ambas opciones son necesarias y complementarias. La exageraci¨®n y representaci¨®n del mal y de las dificultades parece algo concomitante a nuestra condici¨®n. Sospechamos que esa forma de abordar la realidad nos proporciona nuevos y riqu¨ªsimos puntos de vista. Bruno Bettelheim, en su apasionante libro Psicoan¨¢lisis de los cuentos de hadas, reivindica esta literatura y nos anima a preservarla. El detallado estudio de Sibylle Birkh?user-Oeri rastrea los arquetipos maternos en los cuentos infantiles. Siguiendo la pauta de Jung, nos invita a explorar en los s¨ªmbolos, en suma, a no tirar "la llave de oro que un hada buena nos puso en la cuna".
La presencia del mal en el mundo, sostiene Jung, es un hecho evidente y, en consecuencia, no podemos descartar el proceso de aprendizaje que nos brindan los cuentos. Lo tremendo, lo terrible, lo incomprensible, es parte de la vida, y la imaginaci¨®n es un instrumento poderoso para nuestra sobrevivencia.
Tambi¨¦n para nuestra felicidad.
Psicoan¨¢lisis de los cuentos de hadas. Bruno Bettelheim. Traducci¨®n de Silvia Furi¨®. Cr¨ªtica. Barcelona, 2010. 352 p¨¢ginas. 10,90 euros. Soledad Pu¨¦rtolas (Zaragoza, 1947) ha publicado recientemente el volumen 1 de Obras escogidas. El bandido doblemente armado y Una enfermedad moral (pr¨®logo de Daniel Fern¨¢ndez. Anagrama. Barcelona, 2011. 156 p¨¢ginas. 18,50 euros) y el libro de relatos Compa?eras de viaje (Anagrama. Barcelona, 2010. 224 p¨¢ginas. 18 euros. Electr¨®nico: 14,30). www.soledadpuertolas.com.
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