Habla con ¨¦l
Ayer almorc¨¦ con unos amigos, que a su vez trajeron a un amigo suyo, uno de esos hombres a quienes podr¨ªamos tildar de caballero sin miedo a equivocarnos. M¨¢s o menos de mi edad, elegante pero no cursi, con una familia consolidada y una profesi¨®n seria. Y excelente conversador. Empezamos hablando de qui¨¦n se quedar¨¢ en la ciudad en agosto. Seguimos por Ignacio Aldecoa -"Madrid, en verano y con dinero, Baden-Baden", creo recordar que escribi¨®-, y por su relato Los p¨¢jaros de Baden-Baden, cuya versi¨®n cinematogr¨¢fica dirigi¨®, all¨¢ por los setenta, Mario Camus. Como es natural -otro var¨®n de mi generaci¨®n se hallaba presente-, desviamos la charla hacia Catherine Spaak, la protagonista, una actriz muy fina y sexi -hija de Charles Spaak, el escritor belga- que, en aquella ¨¦poca, tra¨ªa bastante chavetas a mis amigos masculinos, porque ten¨ªa mucha clase, pero cara de viciosa. Ninguno de los dos se?ores recordaba el nombre, y mucho menos la cuarta comensal, bastante m¨¢s joven que todos nosotros, que mostraba tierna iron¨ªa. Pero como desde que tengo iPhone 4 soy la mejor informada de mi barrio, o al menos la de m¨¢s r¨¢pida r¨¦plica, en cuanto les mostr¨¦ im¨¢genes de la dama -que ha envejecido muy bien, por cierto-, suspiraron a d¨²o.
"Los malentendidos entre un humano y otro animal me parecen desesperantes"
Los hombres -me dije, sabionda- son tan previsibles... Por eso, por ese prejuicio m¨ªo, no estaba preparada para lo que sigui¨®. El caballero reci¨¦n conocido por m¨ª, a quien llamar¨¦ J., se enfrasc¨® en una charla sobre perros y gatos que nos llev¨® a todos a recordar a los diferentes animales dom¨¦sticos que hemos tenido a lo largo de nuestras vidas y a recordar sus peculiaridades; hablamos de los que tenemos ahora. J., adem¨¢s de canes y mininos, tiene un loro. Me lo anunci¨® con especial orgullo:
-Un yaco. S¨ª, un loro africano.
R¨¢pidamente le somet¨ª a un interrogatorio, dada mi ignorancia sobre loros y papagayos, aunque s¨¦ -lo vi- que a estos ¨²ltimos se los comen los ind¨ªgenas del Mato Grosso como si fueran pollos y luego se chupan los dedos con grandes aspavientos; pero este detalle no se lo cont¨¦ al caballero, que iba embeles¨¢ndose por momentos habl¨¢ndome de su loro. Todas las excelencias que me cont¨® de esa preciosa ave gris de cola roja resultaron ciertas cuando, finalizado el almuerzo, me precipit¨¦ a mi casa para comprobarlas por Google y en gran pantalla. En efecto, son inteligent¨ªsimos. Hablan por las alas, como si dij¨¦ramos, mucho m¨¢s que cualquier otro loro, y adem¨¢s utilizan la mente: no s¨®lo imitan los sonidos, sino que los asocian a situaciones concretas. Cuando se abre el d¨ªa y entra la luz, el yaco de mi h¨¦roe de ayer canturrea "?Bon dia! ?Buenos d¨ªas!" (adem¨¢s es biling¨¹e), repite invariablemente las sinton¨ªas del m¨®vil cada vez que ¨¦ste suena, y las conversaciones que se producen en su presencia. En fin, que larga como loco y hace mucha compa?¨ªa.
Mi reci¨¦n conocido me cont¨® que cuando son beb¨¦s son due?os de una talla ya crecida, pero est¨¢n incapacitados para alimentarse por s¨ª mismos. As¨ª que delicadamente, durante tres meses, estuvo nutri¨¦ndole mediante jeringa, lo cual es un trabajo dif¨ªcil, pero que uni¨® para los restos al yaco y a J. Tienen un v¨ªnculo muy especial.
-Pero un d¨ªa me pic¨® y desde entonces las cosas no han sido ya lo mismo entre nosotros -a?adi¨® el hombre desolado.
-?Hace mucho de eso? -inquir¨ª.
Los malentendidos que se producen entre un humano y otro tipo de animal me parecen desesperantes. Porque, ?c¨®mo comprender lo que les hemos hecho, c¨®mo aliviar su indudable sufrimiento o, incluso, rencor?
J. no sabe por qu¨¦ ocurri¨®, pero lo lleva muy mal. M¨¢s tarde, leyendo en Google sobre loros africanos, me enter¨¦ de que son muy sensibles, incluso quisquillosos, dir¨ªa yo. Es decir, propensos al funesto malentendido.
-?Lo has hablado con ¨¦l? -se lo pregunt¨¦ muy seriamente, de veras.
-Un poco... pero...
-?Por qu¨¦ no coges una silla, te sientas ante ¨¦l y le cuentas c¨®mo est¨¢s?
Reflexion¨® un instante y asinti¨®.
-Lo har¨¦.
Espero que as¨ª sea. Por lo que he le¨ªdo en Google, los yacos agraviados son dif¨ªciles, pero no imposibles.
?Ay, si con las personas fuera as¨ª de f¨¢cil!
www.marujatorres.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.