Epidemia de malas ideas
?Caer¨¢ Grecia? ?Se llevar¨¢ consigo al euro? ?Qu¨¦ sucede si Pakist¨¢n entra en un caos pol¨ªtico, o si las revueltas ¨¢rabes producen incontenibles oleadas de refugiados hacia Europa? ?Qu¨¦ es m¨¢s amenazante para la estabilidad de la econom¨ªa mundial: un eventual estancamiento de China o la explosi¨®n de la deuda p¨²blica en Estados Unidos? El mundo est¨¢ lleno de fragilidades y las noticias nos lo recuerdan a diario. Pero tambi¨¦n hay otro tipo de fragilidad que, aunque menos visible, puede ser igual de peligrosa: la fragilidad intelectual.
Me refiero a la creciente frecuencia con la que las malas ideas se transforman en decisiones que nos afectan a todos.
Los gobernantes siempre se han mostrado vulnerables a la seducci¨®n de las malas ideas, muchas veces potenciadas por intelectuales, periodistas y otros actores influyentes. Pero ahora, las nuevas tecnolog¨ªas, la globalizaci¨®n y la creciente presi¨®n para responder con rapidez y audacia a los problemas -muchos de ellos sin precedentes- han acentuado esta fragilidad. Las malas ideas se popularizan y se esparcen r¨¢pidamente por el mundo, antes de que aparezcan sus defectos. Y lo que es peor: enfrentados a las crisis (pol¨ªticas, econ¨®micas, militares), los l¨ªderes se ven cada vez m¨¢s tentados a apostar en grande -vidas, dinero, capital pol¨ªtico- basados en ideas espurias. La invasi¨®n de Irak es un buen ejemplo, como lo son tambi¨¦n la reacci¨®n inicial a la crisis econ¨®mica mundial o, m¨¢s recientemente, a la de Grecia.
Planes espurios se convierten con frecuencia en decisiones pol¨ªticas Nuestros dirigentes siguen seducidos por imposturas intelectuales
Esto no es nuevo. La historia est¨¢ salpicada de teor¨ªas que se ponen de moda e inspiran pol¨ªticas, para terminar siendo refutadas o reemplazadas por otras. Algunas, como el comunismo o el fascismo, son construcciones ambiciosas, que proponen una visi¨®n total del mundo. Otras son m¨¢s modestas en su alcance. La teor¨ªa de la dependencia, la curva de Laffer popularizada por Ronald Reagan, la presunta superioridad de la cultura gerencial japonesa o la idea de que es inteligente invertir grandes sumas en compa?¨ªas de Internet sin ingresos fueron conceptos populares, luego demolidos por la realidad.
Igualmente hay buenas ideas que, despu¨¦s de ganar cierta notoriedad, son ignoradas porque resultan pol¨ªticamente onerosas. La crisis econ¨®mica puso sobre la mesa la necesidad de dotar al mundo de una "nueva arquitectura financiera". Hoy la necesidad sigue en pie, pero la propuesta ha pasado de moda y ya no cuenta con el apoyo que ten¨ªa durante el cl¨ªmax del p¨¢nico financiero.
Si bien el ciclo nacimiento, apogeo y descarte (algunas veces incluso resurrecci¨®n) ha sido una constante hist¨®rica de las ideas que influyen sobre grandes decisiones, su duraci¨®n se ha abreviado. Esta aceleraci¨®n se traduce en la volatilidad de las pol¨ªticas, en detrimento de la adopci¨®n de alternativas m¨¢s s¨®lidas y duraderas.
La creciente necesidad de respuestas para problemas tan nuevos como amenazantes aumenta la probabilidad de que malas ideas se transformen en decisiones. A los jefes de empresa se les exige m¨¢s resultados y m¨¢s r¨¢pido; los dirigentes pol¨ªticos se enfrentan a electorados cada vez m¨¢s impacientes, los funcionarios est¨¢n obligados a improvisar respuestas a emergencias sin precedentes... As¨ª, las "soluciones milagrosas" e instant¨¢neas se imponen a buenas propuestas que tardan en dar frutos. Aunque tarde o temprano las malas ideas quedan en evidencia y son descartadas, algunas duran lo suficiente como para causar grandes da?os. Y cabe el riesgo de que sean sustituidas por una nueva "buena" idea igualmente enga?osa y ef¨ªmera. Un c¨ªrculo vicioso.
Esta volatilidad intelectual es amplificada por las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. Si bien la rapidez y la comodidad con las que nos comunicamos facilitan el escrutinio y la cr¨ªtica de ideas y propuestas, no es menos cierto que el volumen y la velocidad de la informaci¨®n que circula por estos canales superan nuestra capacidad de discernimiento, aprendizaje, ponderaci¨®n y reacci¨®n. En medio de un flujo continuo de datos, es imposible discriminar el ruido de todo lo dem¨¢s. Qu¨¦ idea es v¨¢lida y qu¨¦ cr¨ªtica es ileg¨ªtima, tendenciosa o err¨®nea. En este caso, a menudo, m¨¢s es menos: cuanto m¨¢s debate, menos claridad. Tanta informaci¨®n aumenta los costes de averiguar a qu¨¦ y a qui¨¦n creer.
Como pasa con muchos problemas, la fragilidad intelectual de estos tiempos no tiene remedios simples. Es inevitable que nuestros dirigentes sigan siendo seducidos por imposturas intelectuales, con los consabidos resultados indeseables. Pero, como lo han demostrado tanto los ataques terroristas como la crisis financiera, el primer paso para ser menos vulnerables a los encantos de las malas ideas es reconocer nuestra preocupante propensi¨®n a adoptarlas. Es tan prioritario estar alerta a la creciente influencia de las malas ideas como a los terroristas suicidas o a las letales innovaciones financieras.
Twitter: @moisesnaim
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