Betty Ford, una valiente primera dama de EE UU
Esposa de Gerald Ford, luch¨® por la igualdad de g¨¦nero
"Soy una mujer ordinaria que tuvo que subirse al escenario en un momento extraordinario. Cuando me convert¨ª en primera dama segu¨ª siendo la misma de antes. Pero por accidentes de la historia me convert¨ª en una persona interesante". Con estas palabras se describi¨® Betty Ford en el pr¨®logo de su autobiograf¨ªa. Y no hay duda de que para muchos estadounidenses esta mujer valiente que ocup¨® la Casa Blanca junto a su marido Gerald Ford cuando este tuvo que sustituir a Richard Nixon tras el esc¨¢ndalo Watergate en agosto de 1974, no fue una primera dama al uso.
Tras su muerte, el viernes a los 93 a?os en Palm Springs, las condolencias pronunciadas por todo el espectro pol¨ªtico estadounidense se encargaron de recordar las muchas virtudes de una mujer osada que se enfrent¨® a duros fantasmas personales -c¨¢ncer de mama, alcoholismo, adicci¨®n a los opi¨¢ceos- y que defendi¨® abiertamente los derechos a la igualdad de g¨¦nero, de los homosexuales, el aborto libre e incluso el consumo de marihuana en una ¨¦poca en que muy pocas mujeres prominentes, y casadas con un republicano, se atrevieron a hacerlo. "Como primera dama fue una de las grandes defensoras de la salud y de los derechos de las mujeres. Tras abandonar la Casa Blanca, ayud¨® a reducir el estigma social que pesaba sobre las adicciones e inspir¨® a miles de personas para buscar tratamiento", declar¨® ayer el presidente de EE UU, Barack Obama.
Defendi¨® posiciones alejadas de la imagen de la mujer de un l¨ªder republicano
Betty Ford nunca sinti¨® estar llamada para el puesto de esposa del presidente. "Me aterraba. No ten¨ªa ni idea de qu¨¦ es lo que ten¨ªa que hacer as¨ª que decid¨ª ser yo misma", dijo. En realidad ni siquiera su marido, con quien se cas¨® en 1948, aspiraba a ello. Pero el Watergate cambi¨® el puzle pol¨ªtico estadounidense y tambi¨¦n la vida de esta mujer nacida en Chicago en 1918 y cuyo sue?o de juventud fue ser bailarina profesional. Lleg¨® a trabajar con la compa?¨ªa de Martha Graham, pero siempre arrastr¨® el fantasma de no haber podido convertirse en estrella de la danza, de no tener una carrera universitaria y de "sentirse cada vez m¨¢s peque?a a medida que mi marido adquir¨ªa prominencia pol¨ªtica". Sus problemas de autoestima, unidos a su adicci¨®n a las drogas de prescripci¨®n m¨¦dica, que comenzaron en 1964 para luchar contra un pinzamiento muscular, se fueron multiplicando con el paso del tiempo y en los c¨ªrculos pol¨ªticos, la debilidad por el alcohol de la esposa de Ford, se convirti¨® en tema de conversaci¨®n habitual, aunque su simpat¨ªa y su espontaneidad, en contraste con la severidad de su antecesora, Pat Nixon, la convirtieron en un icono de su tiempo.
Como primera dama se atrevi¨® a declarar que dorm¨ªa en la misma cama de su esposo -en la Casa Blanca oficialmente se dorm¨ªa en habitaciones separadas-, que su hija podr¨ªa haber tenido relaciones prematrimoniales y hasta habl¨® sin pudor de su mastectom¨ªa, un tema tab¨² hasta entonces. Pero sus adicciones se acentuaron tras su paso por la Casa Blanca y finalmente, tras la derrota electoral de Ford en 1976, su familia la convenci¨® para que se tratara. Superados sus problemas, decidi¨® hablar abiertamente de ellos e ir a¨²n m¨¢s lejos: en 1982 cre¨® la cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n Betty Ford, con la que contribuy¨® a romper una lanza a favor de los adictos y su problem¨¢tica.
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