El c¨®dice robado
Londres. 8.30 de la ma?ana. Suena el tel¨¦fono. Al otro lado del hilo, la voz tiene un marcado acento gallego. El asunto del C¨®dice calixtino no ha hecho m¨¢s que empezar. Al principio pens¨¦ que se trataba de una broma. Luego la cosa se fue complicando a lo largo de una enloquecida jornada londinense de niebla y lluvia, con bobbies de silbato y capelina como en los inviernos victorianos. Correos de amigos d¨¢ndome la brasa para que devuelva el c¨®dice robado de una vez, el buz¨®n de voz saturado de sms. En fin...
Por si no est¨¢n al tanto del asunto, les informo de que en la trama polic¨ªaca de mi ¨²ltima novela, La huella del Hereje, recientemente publicada, no se me ocurri¨® mejor cosa que partir del robo de un famoso c¨®dice del archivo de la Catedral de Santiago. Aunque dir¨¦ en mi descargo que no pens¨¦ en El Codex Calixtinus, por considerar que un robo de ese calibre resultar¨ªa poco veros¨ªmil para el lector. Ya ven qu¨¦ olfato... Por lo dem¨¢s, todo coincide sospechosamente: una c¨¢mara oculta, una llave que solo conoc¨ªan tres personas, una cerradura que no ha sido forzada, un de¨¢n temeroso de las penas del infierno y una reliquia de contenido interpretable. A veces los delincuentes resultan ser lectores empedernidos.
Bromas aparte, el Codex Calixtinus o Liber Iacobus viene a ser para los bibli¨®filos lo que el P¨®rtico de la Gloria, para los amantes del rom¨¢nico. Su autor¨ªa se atribuye a un monje cluniacense que en el a?o 1109 acompa?¨® al Papa Calixto II en su peregrinaci¨®n a Compostela. A partir de entonces, con el cuento de la tumba del ap¨®stol, se instaur¨® el A?o Santo Jacobeo. Y por esa puerta falsa fueron llegando millones de peregrinos que trajeron el arte rom¨¢nico, la poes¨ªa provenzal, la burgues¨ªa y el auge de las ciudades. O sea, la civilizaci¨®n. No hace falta ser un experto medievalista para hacerse una idea del valor de este manuscrito.
Aqu¨ª en Londres, como les dec¨ªa, llueve sobre mojado. Alg¨²n gracioso ha hecho circular por Internet la idea de que todo debe de ser obra de una escritora desaprensiva para denunciar la falta de medidas de seguridad de nuestro patrimonio art¨ªstico. La BBC dio la noticia de la misteriosa desaparici¨®n, definiendo a Compostela como la catedral de Espa?a. The Guardian y otros medios brit¨¢nicos hablan del robo del siglo. Si el comisario Lois Castro estuviera a cargo del caso, se centrar¨ªa en los ambientes bibli¨®filos. No se imaginan las turbulencias que ciertos libros pueden desencadenar. Ni el dinero, ni la pol¨ªtica, ni el sexo mueven tantas pasiones como algunas ediciones antiguas. De momento todas las miradas apuntan a Londres, el para¨ªso de los libros perdidos. Y yo aqu¨ª...
Menos mal que hasta que la cosa se aclare me han dado asilo pol¨ªtico en el 221b de Baker Street. Holmes y Watson siguen bien de salud. Yo, menos.
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