?Croma?¨®n, macroc¨¦falo, mameluco!
Se renueva a bombo y platillo uno de los grandes negocios del planeta de la edici¨®n. Los estrenos europeo (26-28 de octubre) y estadounidense (23 de diciembre) de la pel¨ªcula en 3D de Steven Spielberg The Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn son la culminaci¨®n de un proceso de renovaci¨®n, relanzamiento y merchandising que la Soci¨¦t¨¦ Moulinsart, la implacable y denostada (comprueben en Internet los cabreos que suscita) gestora de los derechos de autor e imagen del dibujante belga Herg¨¦, viene emprendiendo desde hace tiempo. Con 200 millones de ¨¢lbumes vendidos hasta la fecha en m¨¢s de 50 idiomas, las aventuras del c¨¦lebre reportero -un adolescente anclado eternamente en la misma edad, como Peter Pan- van a experimentar un espectacular relanzamiento apoyado en una gigantesca operaci¨®n publicitaria orquestada desde Am¨¦rica y Europa, y en el despliegue de todo tipo de merchandising. Si las cosas van en taquilla como se espera, esta ser¨¢ la primera parte de una trilog¨ªa que podr¨ªa suponer para Tint¨ªn lo que las pel¨ªculas de Harry Potter fueron para el personaje: su apoteosis en forma de ba?o universal de masas. Para The Secret of Unicorn, el pull de guionistas (Steven Moffat, Edgar Wright, Joe Cornish) se ha basado fundamentalmente en las aventuras del mismo nombre (El secreto del Unicornio, 1942-1943), aunque se han incorporado elementos y situaciones extra¨ªdas de El cangrejo de las pinzas de oro (1940-1941) y El tesoro de Rackham el rojo (1943), las tres representativas del momento de m¨¢ximo esplendor creativo de Georges Remi (1907-1983), verdadero nombre de Herg¨¦. Junto al personaje principal (interpretado por Jamie Bell, el chico bailar¨ªn de Billy Elliot) y del imprescindible Mil¨², comparten protagonismo el capit¨¢n Haddock (del que he tomado uno de sus magn¨ªficos y alcoh¨®licos exabruptos como t¨ªtulo de este Sill¨®n de orejas), interpretado por Andy Serkis (el Gollum de El se?or de los anillos), los catastr¨®ficos detectives Hern¨¢ndez y Fern¨¢ndez (Simon Pegg y Nick Frost), y el pirata Rackham el rojo (Daniel Craig). En Francia, donde la tintinolatr¨ªa constituye una especie de pandemia nacional, se han publicado ¨²ltimamente, o est¨¢n a punto de hacerlo, varios vol¨²menes que glosan distintos aspectos de la vida y la actividad de Herg¨¦. Uno de ellos, La vie secr¨¨te d'Herg¨¦ (Dervy), de Olivier Reibel, explora la afici¨®n del dibujante por las ciencias ocultas, la francmasoner¨ªa y la teosof¨ªa. En otros se analiza la ideolog¨ªa ultracat¨®lica y profundamente anticomunista expresa en aventuras primerizas como Tint¨ªn en el pa¨ªs de los soviets (1929), donde el h¨¦roe llega a descubrir el escondrijo en que se guarda el tesoro amasado por Stalin, Lenin y Trotski, o el racismo paternalista de Tint¨ªn en el Congo (1930), una aventura que no desagradar¨ªa a los ide¨®logos de la brutal colonizaci¨®n del pa¨ªs (v¨¦ase el libro de Adam Hochschild, El fantasma del rey Leopoldo, Pen¨ªnsula, 1998). En Espa?a, y a la espera de una reedici¨®n de la biograf¨ªa Herg¨¦ (Destino, 1998), de Pierre Assouline, les recomiendo el interesante vadem¨¦cum biogr¨¢fico Tint¨ªn-Herg¨¦, una vida del siglo XX (F¨®rcola), de Fernando Castillo, en el que, entre otras cosas, se se?ala la filiaci¨®n del h¨¦roe con los ideales de la caballer¨ªa. Para los tintin¨®filos que no puedan esperar hasta el estreno de la pel¨ªcula (al que acompa?ar¨¢ el lanzamiento de un espectacular juego digital de Gameloft), les recomiendo que hagan boca con el tr¨¢iler de la pel¨ªcula. Est¨¢ en YouTube al alcance de un par de clics.
Las aventuras de Tint¨ªn van a experimentar un espectacular relanzamiento apoyado en una gigantesca operaci¨®n publicitaria
Alfabeto
Desde que le¨ª la primera novela de la serie El Alfabeto del Crimen (A de Adulterio, Tusquets) me considero un ferviente admirador de Sue Grafton. Esta escritora sure?a residente en California me cae bien por muchos motivos. Entre otros, porque, seg¨²n ha confesado en alguna ocasi¨®n, empez¨® a imaginarse los horrendos cr¨ªmenes con los que puebla sus thrillers a partir de las fantas¨ªas asesinas que ella misma alberg¨® contra uno de sus exmaridos durante el largo y doloroso proceso de su divorcio. Hay sublimaciones que merecen un respeto. Adem¨¢s, me fascina su personaje, la sabuesa Kinsey Millhone, una treintona dos veces divorciada y llena de contradicciones que practica jogging para cuidar el cuerpo y no se resiste ante una jugosa hamburguesa con patatas fritas. Como suele ocurrir con muy pocas excepciones, en su ¨²ltima aventura (U de ultim¨¢tum, Tusquets), los traductores se han visto obligados una vez m¨¢s a cambiar el t¨ªtulo original (U is for Undertow, que significa "resaca") para respetar el orden alfab¨¦tico. Pero eso es lo de menos. Grafton, una estupenda heredera del modo de hacer del inolvidable maestro Ross MacDonald (1915-1983), vuelve a sumergirnos en una intriga absorbente en la que Millhone debe investigar el asesinato de una ni?a ocurrido a mediados de los sesenta. De ah¨ª que en la trama alternen sucesos que tuvieron lugar en aquellos a?os -con hippies, drogas, amor libre- con los que tienen lugar en el tiempo real de la detective, que son los ochenta. Y es curioso: a veces, por una especie de perversi¨®n de la proximidad, el tiempo m¨¢s cercano se nos antoja m¨¢s lejano que el remoto, que resulta m¨¢s bien ex¨®tico. Y es que en el mundo en que se desarrolla la investigaci¨®n (finales de los ochenta) todav¨ªa no se han popularizado los ordenadores y no hay ni m¨®viles, ni Internet. Todo resulta m¨¢s artesanal y, en cierto sentido, m¨¢s humano. La detective Millhone tiene que investigar en bibliotecas, redactar informes en su Smith Corona y buscar trabajosamente direcciones sin ayuda de Google Maps. Pero el mal es siempre el mismo, ocurra en los sesenta, en los ochenta o en el mism¨ªsimo para¨ªso terrenal, en aquella c¨¦lebre escena inaugural en la que la mis¨®gina serpiente (dotada de "ojos como carbunclos", seg¨²n la descripci¨®n de John Milton) tienta a la mujer y desencadena el castigo y, muy pronto, el primer crimen. Si les gustan las buenas novelas de detectives, aqu¨ª tienen una estupenda lectura veraniega.
Cort¨¢zar
Releo con placer intermitente los cuatro relatos de Cort¨¢zar incluidos en el oportunista y reciclado volumen El perseguidor y otros cuentos de cine (RBA). Volver a leer algo que le gust¨® a uno hace tiempo produce sorpresas. Hoy, muchos a?os (y alguna biograf¨ªa de Charlie Parker) despu¨¦s de que me deslumbrara, me gusta menos 'El perseguidor' (en realidad una novela corta que "comparte n¨²cleo argumental" con el Bird -1988- de Clint Eastwood) y m¨¢s 'Las babas del diablo' -que inspir¨® el Blow Up (1966), de Antonioni- o los otros dos breves cuentos de cine que se incluyen: 'Los buenos servicios', cuya huella puede rastrearse en la pel¨ªcula para televisi¨®n Monsieur B¨¦b¨¦ (1974), de Claude Chabrol, y 'La autopista del Sur', que tanto gust¨® a Godard (Week-End, 1967). Alterno esta relectura cortaziana con la del cari?oso relato oblicuo del autor (a partir de su biblioteca) que traza Jes¨²s Marchamalo en el sugerente Cort¨¢zar y los libros (F¨®rcola), una joyita para fans del argentino. Por ¨¦l me entero de que en la biblioteca del autor de Rayuela no hab¨ªa ning¨²n libro de Cela. No me choca.
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