B. B. King calienta la playa
El octogenario e incombustible 'rey del blues' inaugura el Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n con un multitudinario concierto gratuito a orillas del Cant¨¢brico
Con una puntualidad casi brit¨¢nica, los ocho miembros de la banda que acompa?a a B. B. King durante su gira subieron ayer al escenario. Eran las 21:30, como estaba previsto en el programa para arrancar la 46? edici¨®n del Heineken Jazzaldia. Cogieron sus instrumentos y empezaron a juguetear. Entre ellos. Ahora con solos vertiginosos, ahora con fraseos en el que el piano respond¨ªa a la guitarra y el saxo al piano, empe?ados en que el r¨ªo Urumea llegase a tener aroma del Misisipi. Y lo consiguieron. Pero, ?D¨®nde estaba el rey del blues? Pasaban y pasaban los minutos y King no aparec¨ªa mientras un guitarra, un bajo, un baterista, un teclista y una secci¨®n de viento formada por cuatro miembros bordaban una introducci¨®n, tal vez un poco larga.
"Tengo 85 a?os pero los disfruto much¨ªsimo", dijo el 'rey del blues'
Cualquier lugar era bueno para dejarse llevar por temas como 'Rock me baby'
Pese a amenazar con lluvia, los dioses fueron buenos con el m¨²sico
La propuesta de San Sebasti¨¢n es de las m¨¢s cosmopolitas del verano
Unos 25 minutos despu¨¦s, por una apertura en el fondo del escenario apareci¨® el genio cojeando ostensiblemente y ayudado por dos personas, hasta que se sent¨® en una silla en la embocadura de las tablas, delante de una playa de la Zurriola abarrotada como se ha visto en pocos conciertos.
B. B. King se sienta, se cuelga su guitarra y dice buenas noches. Entonces, como si fuera un ancianito d¨¢ndole de comer a las palomas, comienza a tirar decenas de p¨²as de guitarra al p¨²blico. "Tengo 85 a?os", dice, "pero los disfruto much¨ªsimo porque vosotros me hac¨¦is feliz". Y ah¨ª comienza el espect¨¢culo. Toca la guitarra y es imposible no concentrarse en ella. Hace tres, cuatro filigranas y nadie dir¨ªa que el m¨²sico que est¨¢ tocando tuviera 85 a?os. Hoy B. B. King est¨¢ juguet¨®n. Comienza a presentar a los miembros de su banda y les pregunta sus nombres. "Me he olvidado de c¨®mo te llamas, es lo que pasa cuando llegas a mi edad", le dice al teclista sonriendo. Es una broma.
Vuelve a mirar al p¨²blico y siempre sentado simula un extra?o baile y dice: "Esta noche vamos a mover el caderamen". Y dicho y hecho. Los siguientes minutos transcurren con B. B. King acariciando a su guitarra y haci¨¦ndola cantar para que acompa?e a su voz ronca, negra y sensual.
El p¨²blico se entreg¨® casi desde el primer minuto, desde el fondo de la playa, desde las terrazas del Kursaal, sentados en las barandillas, cualquier lugar era bueno para dejarse llevar por temas como Rock me baby, I need you so o Everyday I have the blues. Ayer se pudo comprobar que solo pasan los a?os por el cuerpo de B. B. King, no por su alma. Y, por cierto, pese a amenazar casi todo el d¨ªa con lluvia y viento, los dioses fueron buenos con el m¨²sico y no cay¨® ni una gota.
Y es que a pocas horas del comienzo de esta nueva cita con el festival de jazz de San Sebasti¨¢n hab¨ªa tres cuestiones flotando en el ambiente de una ciudad que se vuelca durante cinco d¨ªas de buena m¨²sica. Primero, si llover¨ªa en el concierto de King como ya ocurri¨® el a?o pasado durante la actuaci¨®n de la estadounidense Patti Smith; segundo, si se alcanzar¨ªa el n¨²mero de 40.000 asistentes que con mucha generosidad hab¨ªa calculado la organizaci¨®n del festival y, tercero, c¨®mo estar¨ªa el amante de una guitarra llamada Lucille a sus 85 a?os para enfrentar el concierto,
Y para obtener respuestas, nos arrimamos a quien m¨¢s puede saber de todo esto, el director del festival Miguel Mart¨ªn: "Nosotros nos hemos hecho una idea muy aproximada de c¨®mo puede ser su concierto aqu¨ª en San Sebasti¨¢n viendo la grabaci¨®n de su actuaci¨®n en el ¨²ltimo festival de Glastonbury. Como hace seis o siete a?os cuando visit¨® Donosti por ¨²ltima vez, sigue tocando sentado y le hemos visto m¨¢s o menos igual que como estaba entonces".
Para despejar las otras dos inc¨®gnitas, hubo que condensarlas en una sola. El tiempo. Durante la ma?ana, la capital donostirarra sufri¨® chubascos intermitentes y hasta alg¨²n episodio de insistente chirimiri, lo que probablemente se convirti¨® en un enemigo muy persuasivo para que el p¨²blico acudiera en masa a la cita.
Sin embargo, con una sensaci¨®n de fr¨ªo de unos 10 grados al borde del mar Cant¨¢brico, frente a los cubos del Kursaal, un nutrido manto humano comenzaba a calentarse con los acordes. Hasta ese momento, al menos, los dioses hab¨ªan decidido ser clementes. En Donosti se ofrecen conciertos gratuitos, diarios, de calidad, con una programaci¨®n en la que se mezclan, en la medida de lo posible, una gran variedad de estilos musicales para convertir su propuesta festivalera no solo en una de las m¨¢s amables del verano, sino tambi¨¦n en una de las m¨¢s cosmopolitas.
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