Un s¨ªmbolo en decadencia
Mil¨¢n, 20 de junio de 2011. Despu¨¦s de tres d¨ªas de desfiles, los modelos de Etro dejan a su paso una sensaci¨®n extra?a. No es su exc¨¦ntrica mezcla de estampados lo que sorprende. Es el hecho de que algunos -tampoco muchos- lleven corbatas. Hasta ese momento, muy escasas en la mayor cita internacional de la industria masculina. La moda toma y deja las corbatas con la misma facilidad que acorta y alarga las faldas de las mujeres. Es decir, motivada por su constante necesidad de introducir cambios de los que obtener r¨¦dito comercial. Pero, siendo realistas, las fluctuaciones de las corbatas en las pasarelas no tienen un impacto directo en la vida real. Poco le importa a los que trabajan en un banco si Tom Ford recupera la pala ancha o si Alber Elbaz las sustituye por pajaritas de vivos colores y Roberto Cavlli, por un foulard.
En todo caso, la corbata es una de las piezas con mayor carga simb¨®lica del guardarropa masculino. Su origen es difuso. Los egipcios y romanos ya se anudaban alguna clase de trapo al cuello, pero una teor¨ªa pintoresca se?ala que Luis XIV adopt¨® la costumbre de la caballer¨ªa croata y la populariz¨® en Europa. En lo que s¨ª existe consenso es en se?alar al dandi Beau Brummel como padre espiritual de su conversi¨®n en un imperativo de la elegancia.
Llevarla o no llevarla ha sido en las ¨²ltimas d¨¦cadas una forma de expresarse. Pero no son los dise?adores los que deciden qu¨¦ significa en cada momento. Los yuppies la convirtieron en un s¨ªmbolo del poder econ¨®mico y, por lo tanto, fue condenada al ostracismo cuando se acab¨® aquella era de los tiburones. Otra burbuja posterior, la del puntocom, tambi¨¦n huy¨® de la estrechez y formalidad que se atribu¨ªa a ese pedazo de tela. El concepto de casual Friday exist¨ªa en Estados Unidos desde los a?os cincuenta, pero en los noventa se convirti¨® en el emblema de una generaci¨®n que conceb¨ªa de otra forma los negocios... y su vestuario. Aquel furor por las camisas playeras en la oficina tuvo algo de risible, pero sin duda contribuy¨® a que la corbata fuera perdiendo su car¨¢cter de requisito incuestionable del atuendo laboral.
Toda acci¨®n tiene su reacci¨®n. Y, en lo que a los hombres y moda respecta, el complemento que nos ocupa tiende a ser parte del plan. Puede que llevarlo sea una convenci¨®n, pero no solo se rompen moldes renegando de ¨¦l. Tambi¨¦n a la inversa. El rapero Jay Z dej¨® de lado el ch¨¢ndal y empez¨® a vestirse con corbata e impecables trajes de tres piezas firmados por Ralph Lauren. Adoptar el c¨®digo estil¨ªstico del poder blanco era una forma de reivindicaci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica y social. Tambi¨¦n puede serlo cultural. En 2001, Hedi Slimane revolucion¨® el vestuario masculino al enfundar a una generaci¨®n de enclenques rockeros brit¨¢nicos en impecables trajes. En ese momento, lo rebelde era una fina corbata. No una camiseta desgarrada. Nada que no supieran los mods.
Lo ¨²nico que todo este vaiv¨¦n demuestra es que, m¨¢s all¨¢ de usos, modas, protocolo o gustos, la corbata es uno de los elementos del guardarropa masculino m¨¢s cargados de intenci¨®n. Pi¨¦nselo la pr¨®xima vez que vaya a pon¨¦rsela en la cabeza.
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