Una se?al del cielo para la UCI
La primera victoria de un australiano es un impulso para la marca 'ciclismo global'
Culminando un periodo de aglosajonizaci¨®n acelerada del ciclismo mundial -el ingl¨¦s es ya la primera lengua del pelot¨®n, hasta en la grande boucle, the big loop desde ahora-, un australiano ha ganado el Tour. Tocan a fiesta las campanas, ding-dong, ding-dong, en Aigle (Suiza), donde vive la Uni¨®n Ciclista Internacional (UCI), el organismo internacional que ha convertido el concepto globalizaci¨®n en clave para la venta del ciclismo, para el bien econ¨®mico de sus dirigentes actuales, presididos oficialmente por el irland¨¦s Pat McQuaid, pero desde la sombra por el holand¨¦s Hein Verbruggen. Una se?al del cielo, la victoria de Cadel Evans, y tambi¨¦n un ingl¨¦s, Cavendish, por primera vez de verde, la inevitabilidad de la mundializaci¨®n.
Aliada con los grandes organizadores, con ASO, la due?a del Tour y la Vuelta especialmente, y enfrentada a los equipos, nacidos sin poder de decisi¨®n y desunidos, la UCI, despu¨¦s de fomentar el ciclismo en los florecientes mercados estadounidense y australiano dando r¨¢pidamente la etiqueta mundial -obligando, as¨ª, a participar a los grandes equipos- a carreras reci¨¦n nacidas, como el Tour Down Under o la Vuelta a California, ha dado un paso m¨¢s adelante y ha pasado directamente a organizar pruebas a trav¨¦s de una sociedad subsidiaria, Global Cycling Promotions, que debutar¨¢ este mes de octubre con la Vuelta a Pek¨ªn. Los grandes equipos, alarmados por su invisibilidad, por el gran esfuerzo que supone competir en oto?o en China y la escasa rentabilidad econ¨®mica para sus patrocinadores -tipo Movistar, RadioShack, Rabobank o Liquigas- de una carrera asi¨¢tica, han amenazado con boicotear la prueba si la UCI no levanta la prohibici¨®n del pinganillo, una disculpa como otra cualquiera, a partir de la pr¨®xima temporada. Sin embargo, en cuanto ASO, que necesita ampliar sus mercados para sobrevivir, anunci¨® que se embarcaba con la UCI en la aventura china, la oposici¨®n de los equipos, necesitados siempre del favor del Tour, se diluy¨®.
En contrapunto al optimismo econ¨®mico as¨ª aparente, una melod¨ªa m¨¢s triste suena. La interpretan nombres como Leopard o BMC, los dos equipos que coparon ayer el podio de los Campos El¨ªseos. Leopard no es nada, no vende nada, un nombre sin producto detr¨¢s. El equipo lo mantiene con dinero de su bolsillo un millonario luxemburgu¨¦s. Refleja la imposibilidad para gente objetivamente tan magn¨¦tica como los hermanos Schleck, por ejemplo, para atraer un patrocinador. Y BMC, la marca de bicicleta que lleva Evans pintada sobre su maillot rojo y negro, es el nombre de las bicicletas de lujo del due?o del equipo, Andy Rihs, una empresa que, evidentemente, no podr¨ªa soportar un presupuesto de 15 millones de euros si no lo avalara la fortuna de su propietario. Otro millonario con equipo, Bob Stapleton, es due?o del HTC, la marca de m¨®viles que le financiaba parcialmente y que dejar¨¢ de hacerlo en 2012, lo que deja sin futuro, por ahora, al equipo con los corredores m¨¢s llamativos del mundo anglosaj¨®n, precisamente.
Y ni siquiera del primer australiano que gana el Tour, Evans, se puede decir que es hijo de la mundializaci¨®n. En todo caso, como recordaba ayer el m¨¦dico italiano Michele Ferrari en su p¨¢gina web, Evans es un producto de la vieja escuela europea de los a?os 90, la que se forj¨® en los laboratorios de fisiolog¨ªa y las pruebas de esfuerzo. "En el a?o 2000, mi amigo Tony Rominger me pidi¨® que le hiciera unas pruebas a un chaval que era subcampe¨®n del mundo de bicicleta de monta?a, Cadel, y le hice subir varias veces un desnivel de 100 metros en el paso Albula, a 1.800 metros, en St. Moritz", escribe Ferrari, el m¨¦dico de los campeones en los a?os 90, amigo de Armstrong y ca¨ªdo en desgracias en la primera d¨¦cada del siglo, cuando se reneg¨® de la EPO y el dopaje sangu¨ªneos y se valor¨® la tremenda, desmedida importancia que hab¨ªan tenido en la evoluci¨®n del ciclismo. "Fueron tan buenos los resultados de las pruebas que enseguida comprend¨ª que Evans era un ciclista completo, fuerte en todos los terrenos, un hombre Tour". Rominger, su m¨¢nager entonces, hizo que el Mapei lo contratara r¨¢pidamente.
Evans, pues, tiene m¨¢s del esp¨ªritu pionero que impel¨ªa a tantos compatriotas a lanzarse a la aventura europea -dos australianos corrieron ya el Tour de 1914: uno de ellos fue Iddo Snowy Munro, que gan¨® en 1909 la cl¨¢sica Warrnambool-Melbourne, 262km en 7h 12m 51s. Le sac¨® 5m al tren contra el que compet¨ªan con una bici de pi?¨®n fijo-, que del movimiento calculado, comercial, actual, alentado por, y alentador para, la UCI y que se encarnar¨¢ el a?o pr¨®ximo en el Green Edge -concepto, no nombre comercial pues a¨²n no tiene patrocinador-, el primer equipo australiano de primer nivel, una empresa a medias entre el Instituto Australiano de Ciclismo y ciclistas australianos pioneros en Europa, como Neil Stephens, que corri¨® en el Festina, o Matt White.
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