La polic¨ªa investiga si el asesino de Oslo tuvo ayuda de c¨®mplices
Breivik cambia su versi¨®n inicial de que actu¨® solo y habla de dos c¨¦lulas activas
El mensaje ultranacionalista y xen¨®fobo con el que Anders Behring Breivik ha querido justificar la matanza el pasado viernes de 76 personas -las autoridades han rebajado la cifra de v¨ªctimas- tuvo ayer su respuesta junto al Ayuntamiento de Oslo, muy cerca del puerto. Unos 150.000 noruegos de todas las razas se congregaron all¨ª para levantar rosas rojas y blancas, mostrar as¨ª su rechazo a los atentados y comunicar al mundo que quieren seguir siendo la sociedad tolerante y abierta por la que son conocidos en todo el mundo.
La marcha de la rosa fue un encuentro m¨¢s que una manifestaci¨®n; no hubo rabia ni se gritaban lemas. La mayor¨ªa de los all¨ª reunidos convino en que jam¨¢s hab¨ªan visto a tantos noruegos juntos, ni siquiera en un concierto o en la fiesta nacional del 17 de mayo. Hab¨ªa amas de casa, africanos, indios, mujeres con hiyab y hombres con turbante. Miembros del sindicato de funcionarios eran algunos de los pocos que llevaban banderas en las que se pod¨ªan leer las palabras igualdad, solidaridad y diversidad. Todo lo que el terrorista detesta. "Las calles est¨¢n llenas de amor", dijo el pr¨ªncipe Haakon de Noruega. "Hemos decidido responder al miedo con unidad. Hemos elegido movilizarnos por nuestros valores. Noruega es un pa¨ªs de luto. Recordamos a todos los que han sufrido p¨¦rdidas, desapariciones, y a todos los que han hecho un esfuerzo heroico", se?al¨® el heredero de la corona.
150.000 personas se re¨²nen en Oslo para homenajear a las v¨ªctimas
La marcha parti¨® de los alrededores del Palacio de Justicia de Oslo. Horas antes, Anders Behring Breivik hab¨ªa aparecido por all¨ª para declarar por primera vez ante el juez. Breivik solo fue captado fugazmente por las c¨¢maras a su llegada al juzgado. Lo suficiente para que el terrorista, m¨¢s gordo de lo que se le ha visto en las im¨¢genes publicadas hasta ahora, rapado y sin afeitar, dejara una leve sonrisa orgullosa a los periodistas. Su intento de que la vista fuese p¨²blica fue en vano, y Behring declar¨® a puerta cerrada que mat¨® a decenas de personas en dos atentados para salvar a "Noruega y al norte de Europa de la amenaza marxista y musulmana". El asesino, que el d¨ªa anterior hab¨ªa declarado a la polic¨ªa que hab¨ªa actuado solo, declar¨® ayer ante el juez que cuenta con dos c¨¦lulas de apoyo en su organizaci¨®n.
Al finalizar la vista, el juez que instruye el caso, Kim Heger, compareci¨® ante los medios de comunicaci¨®n para explicar que el acusado hab¨ªa confesado estar detr¨¢s del doble atentado, aunque se hab¨ªa negado a declararse culpable porque consideraba que su acci¨®n era necesaria para salvar a Noruega. "Su declaraci¨®n requiere una investigaci¨®n adicional", se?al¨® el juez. El domingo por la ma?ana seis personas fueron arrestadas por haber colaborado con Behring, pero fueron liberadas pocas horas despu¨¦s sin cargos. Por ahora, la polic¨ªa sigue manteniendo la tesis de que fue ¨¦l solo el que organiz¨® la masacre.
?l, vestido de agente, consigui¨® pasar los escasos controles que protegen la sede del Gobierno, en el centro de Oslo, y aparc¨® su coche bomba. Desde all¨ª, viaj¨® a la isla de Utoya y armado con dos rifles fue disparando a todos los j¨®venes que se encontr¨® a su paso.
Aun as¨ª, la polic¨ªa sigue analizando todos los detalles que el propio terrorista escribi¨® en el documento de 1.500 p¨¢ginas que public¨® en Internet. En ese texto Behring dice haber mantenido contacto con varios grupos extremistas en el extranjero. Por ahora es la ¨²nica pista que puede servir para implicar a alguien m¨¢s.
Todo eso no parece importar mucho ya a los noruegos, que tratan de seguir con sus vidas con una entereza asombrosa. Si no hubiese sido por la cantidad de medios de comunicaci¨®n congregados en las escaleras del Palacio de Justicia, se habr¨ªa dicho que se trataba de cualquier lunes normal. Hubo hasta una boda. La pareja, un hombre y una mujer embarazada, fue entrevistada al salir. No pareci¨® importarles haberse casado mientras el mayor asesino de Noruega esperaba a declarar en los calabozos.
A pesar de ello, la vida se para a veces en Oslo. Ayer, la ciudad guard¨® un minuto de silencio a la noruega. Esto quiere decir que no se o¨ªa absolutamente nada. Ni un grito, ni un llanto. Los tranv¨ªas y los autobuses pararon y apagaron los motores. Los tenderos salieron a la calle, los peatones hicieron un alto en su camino y los periodistas callaron por un momento. Desde las escalinatas de la Universidad de Oslo, la familia real noruega, acompa?ada del primer ministro, presidi¨® el minuto. El tiempo pareci¨® quedarse suspendido y la vida no volvi¨® a reanudarse hasta que el reloj de la catedral marc¨® las doce y un minuto. Solo entonces, los noruegos volvieron a caminar.
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