La prioridad de los servicios p¨²blicos
El pasado lunes d¨ªa 8, la que fuera conselleira de Pol¨ªtica Territorial con el Gobierno bipartito, Mar¨ªa Jos¨¦ Caride, denunciaba en estas mismas p¨¢ginas la responsabilidad de la Xunta presidida por N¨²?ez Feij¨®o en el aumento de las listas de espera, en el cierre de escuelas y especialidades y en la progresiva privatizaci¨®n de la sanidad. Estoy completamente de acuerdo con la se?ora Caride, pero convendr¨ªa a?adir que tal situaci¨®n no es solo consecuencia de una mala gesti¨®n -que lo es-, sino tambi¨¦n, y sobre todo, el resultado inexorable de una estrategia de fondo que, oculta tras declaraciones tan innecesariamente solemnes como deliberadamente oscuras, ha empezado a implementarse de manera acelerada al amparo de la crisis econ¨®mica. La Xunta ha asumido, en contraposici¨®n al concepto de servicio p¨²blico, el de "servicio universal", que implica el suministro a los usuarios de unas prestaciones m¨ªnimas a un precio supuestamente asequible. Las obligaciones de calidad, continuidad y seguridad que implica el verdadero servicio p¨²blico son pr¨¢cticamente inexistentes, lo que provoca desigualdades clamorosas entre quienes deben contentarse con aquellos servicios y quienes pueden pagarse unos privados de calidad. Este es el modelo que la Xunta pretende poner en pie paso a paso. Cualquiera que siga las declaraciones de los diferentes miembros del Ejecutivo gallego -la conselleira Farjas es especialmente reiterativa en el tema- no tendr¨¢ lugar a dudas acerca del proyecto privatizador de Feij¨®o.
La privatizaci¨®n, siempre y en todas partes, acaba degradando el servicio y provocando desigualdad
Sin embargo, la sanidad, la educaci¨®n, la investigaci¨®n y el desarrollo, las pol¨ªticas energ¨¦ticas, las infraestructuras de transportes y comunicaci¨®n o el abastecimiento de bienes de primera necesidad son sectores que exigen la continuidad del esfuerzo inversor y son, por tanto, incompatibles con la rentabilidad econ¨®mica a corto plazo, que es precisamente la que busca el sector privado. Las experiencias privatizadoras llevadas a cabo en diversos pa¨ªses europeos muestran fehacientemente que el sector privado no est¨¢ en condiciones de responder a las exigencias que plantea el servicio p¨²blico, y sus necesidades de rentabilidad a corto plazo van siempre en detrimento de la calidad y la seguridad. Por a?adidura, los servicios p¨²blicos cumplen una funci¨®n social que ninguna empresa privada est¨¢ dispuesta a asumir. Lo que est¨¢ sucediendo estos d¨ªas en Londres y otras ciudades inglesas deber¨ªa hacernos recapacitar a todos sobre el modelo social que es necesario defender y extender frente a la ola privatizadora que lleva a?os deteriorando a las sociedades europeas y que, ampar¨¢ndose en la crisis econ¨®mica, algunos sectores quieren convertir en un tsunami que reduzca a cenizas el Estado del bienestar, es decir, nuestro estilo de vida construido a trav¨¦s de un largo proceso civilizador.
Por ¨²ltimo, es preciso resaltar que la gesti¨®n privada de las empresas p¨²blicas no ha demostrado en ning¨²n caso su superioridad en el funcionamiento de las mismas. Sin detenernos en el desastroso estado de los ferrocarriles brit¨¢nicos, otrora ejemplares, en Suecia la liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones y de la electricidad han producido enormes desigualdades sociales y territoriales, el nivel de empleo ha disminuido dr¨¢sticamente y el Ministerio de Industria sueco se ha visto obligado a abrir una investigaci¨®n sobre el estado de la red ante los reiterados incidentes y fallos en el suministro. En Holanda, el Gobierno lleg¨® a plantearse dar marcha atr¨¢s en la privatizaci¨®n de los transportes, con el fin de evitar los graves y reiterados fallos en su funcionamiento. Y los ejemplos podr¨ªan multiplicarse hasta el infinito. Todo ello pone al descubierto una realidad incontrovertible: la privatizaci¨®n de los servicios p¨²blicos desemboca siempre y en todas partes en su degradaci¨®n, en el aumento de las desigualdades de acceso y precio, en importantes recortes en el empleo, en el deterioro de la seguridad y en la incapacidad para garantizar el futuro.
Por eso la izquierda gallega debe convertir la defensa de los servicios p¨²blicos en una de sus prioridades, y la confrontaci¨®n con el modelo privatizador de Feij¨®o en una de las l¨ªneas fuerza de su alternativa de Gobierno.
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