La Reina de la Beneficencia
La Reina de la Beneficencia era vecina de un deprimido barrio de Chicago. Ten¨ªa ocho identidades distintas, 12 tarjetas de la Seguridad Social y cobraba cuatro pensiones de viudedad de falsos maridos. Con estos y otros fraudes, ingresaba hasta 150.000 d¨®lares al a?o en ayudas sociales libres de impuestos. El expresidente de Estados Unidos Ronald Reagan convirti¨® a la Reina de la Beneficencia en una estrella de sus campa?as electorales. Con un sencillo mensaje dirigido a las entra?as -hay que acabar con los par¨¢sitos que viven de los impuestos que paga el esforzado trabajador medio-, logr¨® el apoyo de millones de estadounidenses para desmantelar cuanta pol¨ªtica social se le puso por delante.
Y lo hizo a pesar de que la historia de la Reina de la Beneficencia ten¨ªa un peque?o problema: era falsa, un bulo dise?ado por uno de sus asesores. Pero cuando esto se supo, el proceso puesto en marcha ya era imparable.
Reagan se lanz¨® a la presidencia de EE UU en los a?os setenta, cuando la doctrina neoliberal acumulaba masa cr¨ªtica en el mundo acad¨¦mico y buscaba la forma de saltar a la gran pol¨ªtica y ganar elecciones. El reto era gigantesco. La receta neoliberal -menos pol¨ªticas p¨²blicas, menos impuestos y libertad total para las grandes fortunas para crecer sin l¨ªmite- debilita el Estado, precariza a la clase media y tiene efectos devastadores sobre las capas de poblaci¨®n menos favorecidas. El reto era, pues, ingente: lograr que buena parte del electorado apoyara a un partido cuyas pol¨ªticas iban a perjudicar a sus propios intereses.
Para lograrlo, la gente deb¨ªa votar con el est¨®mago y no con la cabeza. La Reina de la Beneficencia formaba parte de la estrategia. El aborto, en los muy religiosos EE UU, tambi¨¦n. Y la pena de muerte, el ensalzamiento de la patria o el derecho a llevar armas. En s¨ªntesis, la f¨®rmula del ¨¦xito del Partido Republicano en EE UU fue desplegar un pu?ado de propuestas apelando a lo instintivo para movilizar a un electorado, que, de paso, tambi¨¦n votaba (o segu¨ªa apoyando) las propuestas neoliberales.
Reagan en EE UU y Margaret Thatcher en el Reino Unido abrieron en los a?os ochenta una era neoliberal cuyos resultados pueden verse ahora: un mundo m¨¢s desigual y unos gobiernos que deben arrodillarse ante los mismos mercados que originaron la crisis. En Catalu?a, sin embargo, esta doctrina apenas cal¨®. Pese a todas las cr¨ªticas que puedan hacerse a su largo mandato, Jordi Pujol -por formaci¨®n, virtud, concepci¨®n de pa¨ªs o las razones que fuera- nunca busc¨® inspiraci¨®n en Washington o Londres para sus pol¨ªticas, sino en Alemania o Suecia.
Las cosas parecen haber cambiado en el Gobierno de Artur Mas, el que perdon¨® 150 millones en impuestos a las grandes fortunas (menos de un millar) suprimiendo el impuesto de sucesiones mientras se embarcaba en el mayor recorte social en 35 a?os de democracia. Pero las pulsiones neoliberales del Gobierno impregnan muchas otras pol¨ªticas de la Generalitat, como la ca¨®tica revisi¨®n de la Renta M¨ªnima de Inserci¨®n (RMI), de la que dependen 110.000 personas y que cuesta 130 millones de euros al a?o (20 menos que el indulto fiscal).
Gracias al consejero Francesc Xavier Mena sabemos ahora que hay miles de Reinas de la Beneficencia que viven en la abundancia en Marruecos con los 420 euros que les pagan los catalanes con sus impuestos. No hay que ser ingenuo en este punto. El fraude en la renta m¨ªnima -tambi¨¦n en las ayudas a las empresas, otra responsabilidad de Mena- existe. Los expertos lo estiman en el 2% y hay que combatirlo con todas las herramientas que un Gobierno tenga a mano. Herramientas que, por cierto, ya prev¨¦ la propia ley y que, seg¨²n los trabajadores sociales, ya se aplican. Si Mena quiere velar por el buen uso del dinero p¨²blico, har¨ªa bien en instar a sus funcionarios a que las utilicen con m¨¢s rigor. Si adem¨¢s lo hace con cierta discreci¨®n, sin echar mano a las m¨¢s abyectas estrategias pol¨ªticas y sin estigmatizar ni ensa?arse con determinados colectivos -que siempre son los m¨¢s d¨¦biles-, mucho mejor. La cohesi¨®n social est¨¢ en juego.
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