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Muamar el Gadafi es ya el cuarto tirano en perder el control de su pa¨ªs, arrollado por el despertar democr¨¢tico de los pueblos ¨¢rabes, tras sus vecinos Ben Ali de T¨²nez y Mubarak de Egipto, y tras Saleh, el dictador de Yemen, malherido y confinado en Arabia Saud¨ª. ?Qui¨¦n se lo iba a decir hace un a?o? Por entonces, Gadafi inflig¨ªa toda suerte de humillaciones a la que fue potencia colonial en Libia, Italia. Plant¨® su campamento en los jardines de villa Doria Pamphili, colaps¨® el tr¨¢fico de Roma con su enorme s¨¦quito, aleccion¨® sobre la superioridad del islam a 500 j¨®venes elegidas por su f¨ªsico y trat¨® con condescendencia a su socio pol¨ªtico y en los negocios, un Berlusconi obsequioso hasta el rid¨ªculo. Doce meses despu¨¦s, la monumental farsa del dictador ha quedado completamente expuesta por sus propios compatriotas, quienes han pagado un alt¨ªsimo precio en sangre por librarse del eg¨®latra coronel. A la postre, y no sin vacilaciones iniciales, la mayor¨ªa de Estados europeos, incluso la propia Italia, acabaron por estar del lado acertado en este combate.
Crear una Administraci¨®n fuerte y unificada a la par que se construye una democracia no ser¨¢ f¨¢cil
La ca¨ªda de Tr¨ªpoli no resuelve los problemas creados por la guerra civil libia. En los enfrentamientos armados no solo se perdieron centenares de vidas. La devastaci¨®n de la infraestructura f¨ªsica deber¨ªa poder ser reparada con el dinero del petr¨®leo. Pero restablecer una Administraci¨®n fuerte y unificada que controle la totalidad del territorio a la par que se construye una democracia no ser¨¢ f¨¢cil en un pa¨ªs cuya sociedad civil fue diezmada durante d¨¦cadas. Tampoco resultar¨¢ sencillo que las armas y la legitimidad adquirida en el campo de batalla cedan el paso a la iniciativa civil, en especial si algunos grupos deciden continuar la lucha (hay ciudades enteras todav¨ªa en manos de los partidarios de Gadafi) o aprovecharse de la falta de autoridad central. En Libia se rompi¨® el extraordinario car¨¢cter pac¨ªfico de los alzamientos democr¨¢ticos ¨¢rabes, extraordinario sobre todo teniendo en cuenta la implacable dureza con la que los combatieron y combaten los reg¨ªmenes en el poder, y precisamente por eso el pa¨ªs tendr¨¢ dificultades a?adidas a la hora de recomponer su sistema pol¨ªtico.
A diferencia de los casos de Egipto y T¨²nez, la comunidad internacional ha jugado un papel de primer orden en Libia: la victoria militar de los rebeldes ser¨ªa impensable sin el apoyo militar de la OTAN y algunos Estados ¨¢rabes, amparados por una resoluci¨®n del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a petici¨®n de la Liga ?rabe. El positivo precedente de aplicaci¨®n por Naciones Unidas de la responsabilidad de proteger a la poblaci¨®n de un r¨¦gimen que se convirti¨® en su peor amenaza qued¨® empa?ado por la dificil¨ªsima, tal vez imposible, diferenciaci¨®n en el terreno operativo entre las acciones destinadas a defender a la poblaci¨®n y las puramente orientadas a librarse del Gobierno agresor. Tambi¨¦n se ha criticado la intervenci¨®n en Libia como un caso de doble rasero en comparaci¨®n a otros Estados ¨¢rabes, pero esta cr¨ªtica es menos sostenible: los Gobiernos de Bahr¨¦in y Siria ejercen represiones despiadadas sin que la comunidad internacional haya actuado de modo efectivo, pero en ninguno de los dos casos se dieron las condiciones en el pa¨ªs (existencia de un territorio liberado sustancial donde se pudiese proteger a la poblaci¨®n) ni en el contexto internacional (en particular, legitimaci¨®n de Naciones Unidas) para una intervenci¨®n equiparable a la de Libia.
Eso no significa, sin embargo, que no se pueda y no se deba hacer m¨¢s en otros pa¨ªses ¨¢rabes. No se trata solo de apoyar a los pa¨ªses en procesos de reforma, revolucionaria (T¨²nez y Egipto) o desde arriba (Marruecos y Jordania), y a los que deben reconstruir los cimientos del Estado (Yemen y Libia). No hay f¨®rmulas m¨¢gicas para detener las agresiones a poblaciones ¨¢rabes (en Siria, sobre todo, pero tambi¨¦n en el Bahr¨¦in posterior a la intervenci¨®n saud¨ª, y en Gaza, donde este fin de semana se reanudaron las hostilidades), pero no se puede equiparar mantener los canales abiertos con una tibieza c¨®mplice hacia el agresor. Las complicaciones de la situaci¨®n en Libia se quedan peque?as comparadas con la complejidad de pa¨ªses como Yemen y Siria, pero esta complejidad no resta validez a las aspiraciones democr¨¢ticas de sus pueblos, ni debe ser excusa para inhibirse.
A pesar de todas las contradicciones, retrasos y errores, al empezar la violencia en Libia la mayor¨ªa de pa¨ªses occidentales se pusieron del lado cierto, el de los ciudadanos que luchaban por su libertad y dignidad, y su actuaci¨®n a favor de la poblaci¨®n fue positiva. Ojal¨¢ dentro de un tiempo podamos decir lo mismo en Siria y otros pa¨ªses ¨¢rabes, sin necesidad de que pasen por la horrible experiencia de una guerra civil.
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