D?A 25
Mi padre no lee textos premiados, textos que nacen con el pecado original de la comercialidad, textos que leer¨ªa cualquier idiota porque los habr¨ªa escrito cualquier bobo. Apenas he comenzado a escribir y ya me he convertido en lo que ¨¦l m¨¢s detesta: en un autor de ¨¦xito. ?Cre¨¦is que soy capaz de reaccionar ante sus palabras? ?Pens¨¢is que me levanto violentamente de la mesa y me voy a la calle despu¨¦s de haberle mandado a la mierda? Nada de eso, se me endurece un poco la m¨¢scara de neutralidad que tengo por rostro y sigo comiendo los putos espaguetis minoritarios cocinados por este hombre al que llamo pap¨¢ y que me llama hijo.
Apenas terminamos de comer, escapo de su casa arguyendo que he quedado con unos amigos. La verdad es que he quedado con Irene, aunque m¨¢s tarde, pues hab¨ªa imaginado, idiota de m¨ª, una sobremesa larga, con una conversaci¨®n que girara alrededor de las virtudes de mi cuento. Todav¨ªa me parece imposible que no lo haya le¨ªdo. Ning¨²n padre, creo, se portar¨ªa de ese modo. Entonces es que le ha parecido una basura y tal es su modo de dec¨ªrmelo, o que se ha reconocido con disgusto en el protagonista, ese hombre que no quiere a su hijo... Para decirlo todo, la aversi¨®n de mi padre hacia m¨ª no entra en las categor¨ªas del querer o no querer. Yo dir¨ªa que el tipo de afecto que siente por m¨ª es al amor lo que la muerte es a la vida: la complementa y la excluye a la vez.
Ya me he convertido en lo que ¨¦l m¨¢s detesta: en un autor de ¨¦xito
Cuando me encuentro con Irene, tras haber caminado como un loco durante tres horas para aplacar la rabia, me pregunta con expresi¨®n de susto si me ocurre algo. ?Por qu¨¦?, digo. Est¨¢s desencajado, dice ella. Se lo explico, le explico que he comido en casa de mi padre para que me dijera algo sobre el cuento del hombre que no quer¨ªa a su hijo y resulta que ni siquiera lo ha le¨ªdo. Ella me besa y dice que no le d¨¦ importancia, que lo mejor es que acepte que me ha tocado un padre raro y que no espere de ¨¦l m¨¢s de lo que me puede dar. Sus palabras tienen un efecto bals¨¢mico inmediato, de modo que enseguida me olvido del asunto. Hablamos una vez m¨¢s del cuento, que a ella le ha gustado mucho, igual que a mi madre. Est¨¢ estupendamente escrito y se lee muy bien, concluye sin saber que me mata.
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