Estirpe de novelistas
Crist¨®bal Col¨®n vio las sirenas del Caribe en 1495 aunque dice que "no eran tan hermosas como las pintan". En cambio, Diego de Rosales las ve "bien agestadas, con cabezas y crines largas" y al zambullir, not¨¦ "cola y espaldas de pescado". Fern¨¢ndez de Oviedo abunda en la descripci¨®n de maravillas. Tiburones "que tienen el miembro viril o generativo... cada uno tan largo como desde el codo... a la punta mayor del dedo de la mano". Las sorpresas abundan en estas primeras Cr¨®nicas del Nuevo Mundo. Cocuyos que iluminan las noches. Tortugas con nidadas de mil huevos. Perlas negras. Salamandras ardientes y fr¨ªas a la vez. Es la noche de la iguana, exclam¨® Cieza de Le¨®n.
Europa necesitaba un mundo nuevo que colmara sus ansias de fantas¨ªa. Pero si la narrativa de las Am¨¦ricas se inicia con la imaginaci¨®n m¨ªtica, Bernal D¨ªaz del Castillo pronto la ubica en la conquista ¨¦pica. Su Conquista de la Nueva Espa?a se inicia con acento m¨ªtico: M¨¦xico-Tenochtitl¨¢n se parece a "los encantamientos... en el libro de Amad¨ªs". Pronto, el asombro del descubrimiento es vencido por el clamor de la conquista. Una victoria llena de dudas, pues Bernal nos describe la destrucci¨®n de un mundo al que ama por otro mundo al que obedece. Su libro es la memoria de la juventud de un hombre maduro, olvidado y ciego. El mito ya es ¨¦pica.
Ambos -mito y ¨¦pica- ser¨¢n silenciados por las prohibiciones de la Corona. La "historia oficial" sustituye a la imaginaci¨®n ¨¦pica m¨ªtica y la obligaci¨®n de los s¨²bditos del rey es callar y obedecer, dice el virrey de M¨¦xico, marqu¨¦s de Croix. S¨®lo que junto con los "libros de los valientes", descubridores y conquistadores, llegaron las ideas de la ¨¦poca, secretas a veces, creciendo a pasos largos y lentos. La idea de Am¨¦rica coincide con la Utop¨ªa de Tom¨¢s Moro, que Vasco de Quiroga quer¨ªa recrear en Michoac¨¢n. Coincide con El pr¨ªncipe de Maquiavelo, que parecer¨ªa el abecedario de los conquistadores: no digas, haz. La descendencia literaria de Maquiavelo se encuentra en el Tirano Banderas de Valle-Incl¨¢n, los Archivos de Gallegos, el Pedro P¨¢ramo de Rulfo, el patriarca de Garc¨ªa M¨¢rquez y, en su versi¨®n moribunda y final, en el Trujillo de Vargas Llosa. Genio y figura hasta la sepultura.
Menos obvia, m¨¢s profunda, es la herencia erasmista en Am¨¦rica. Visible en la arquitectura colonial de Aleijadinho en Ouro Preto o de Kondori en el Alto Per¨², es en la poes¨ªa de sor Juana In¨¦s de la Cruz donde la influencia erasmista es m¨¢s cierta:
En dos partes dividida
tengo el alma en confusi¨®n:
una, esclava a la pasi¨®n,
y otra, a la raz¨®n medida.
?Pasi¨®n? ?Raz¨®n? ?En d¨®nde estaba entonces la fe? Si en estas condiciones el cuestionamiento propio de la novela no era posible, s¨ª lo fue la historia que empiezan a contar, con definiciones nacionales, Clavijero en M¨¦xico y Molina en Chile, jesuitas expulsados de los reinos que para ellos ya eran naciones distintas de Espa?a. Es natural que a partir de las guerras de independencia (1810-1821) los historiadores se encargaran de decir lo no dicho: Lastarria y Bilbao en Chile, Mora en M¨¦xico y, sobre todo, Andr¨¦s Bello, el venezolano aclimatado en Chile y fundador de su Universidad, y Domingo Faustino Sarmiento, cuyo Facundo es, acaso, el libro definitivo del siglo XIX latinoamericano. Sarmiento consagra la confusi¨®n de g¨¦neros (como El Quijote): es biograf¨ªa, geograf¨ªa, historia, pol¨ªtica.
La novela de la independencia la inaugura el mexicano Fern¨¢ndez de Lizardi con El periquillo sarniento (1816) y prolongan el g¨¦nero varios escritores sumamente influidos por el romanticismo, el realismo y, al cabo, el naturalismo europeos. La gran excepci¨®n se da en Brasil y se llama Joaquim Maria Machado de Assis, cuyo Blas Cubas (1881) recupera la tradici¨®n cervantina de la mezcla de g¨¦neros, el humor, el h¨¦roe menor, las ilusiones y el enga?o, as¨ª como la cr¨ªtica del libro dentro del libro y el cuestionamiento de la autor¨ªa.
La novela realista y documental a¨²n tendr¨¢ momentos importantes en la obra de R¨®mulo Gallegos y en los novelistas de la revoluci¨®n mexicana. Pero dos de estos, Agust¨ªn Y¨¢?ez y Juan Rulfo, habr¨ªan de cerrar el ciclo con obras que a un tiempo tratan de un tiempo hist¨®rico (la revoluci¨®n mexicana) y la trascienden con, m¨¢s que, aunque tambi¨¦n, la novedad del estilo, la estructura y la intenci¨®n. Al filo del agua y Pedro P¨¢ramo cierran un cap¨ªtulo tem¨¢tico (la revoluci¨®n), pero abren un cap¨ªtulo de la escritura como arriesgada b¨²squeda de lo no dicho antes. As¨ª, la historia que nos contaron en el siglo XIX se convierte en la historia que nadie hab¨ªa contado antes: la pasi¨®n de Pedro P¨¢ramo por Susana San Juan, la soledad inmensa de los pueblos de Y¨¢?ez, la duda acerca del tema fundador: ?qui¨¦n es mi padre, qui¨¦nes son mis madres?
El heredero mayor de Machado de Assis es Jorge Luis Borges, quien da el paso de m¨¢s. El universo aspira a la totalidad pero s¨®lo lo explica la excepci¨®n. El Aleph es todos los espacios. Funes es todas las memorias, y la Historia universal de la infamia es todas las historias. S¨®lo que cada "absoluto" borgiano es vencido desde adentro por un amo personal (Beatriz Viterbo en El Aleph), por una disminuci¨®n del absoluto (Funes) o por la particularidad exc¨¦ntrica (La infamia). Al cabo, en Pierre Menard, Borges reescribe El Quijote, l¨ªnea por l¨ªnea, palabra por palabra. S¨®lo que la intenci¨®n es distinta.
M¨¢s corrosivos, m¨¢s libres, en cierto modo, del juego borgiano son Juan Carlos Onetti y Julio Cort¨¢zar. Onetti, en La vida breve, triplica al protagonista sin perder la diferencia entre los tres. Y Cort¨¢zar, en Rayuela y en sus cuentos, s¨®lo emplea la diferencia entre las dos orillas (Europa-Argentina) para indicar, al rev¨¦s de Borges, la universalidad de la diferencia. Los tiempos simult¨¢neos de una operaci¨®n quir¨²rgica hoy y de un sacrificio ayer nos hablan de este acierto cortazariano: lo diferente puede ser simult¨¢neo o al rev¨¦s.
Hablo aqu¨ª de los contempor¨¢neos de Borges. Bioy Casares y Jos¨¦ Bianco, pero sobre todo de sus descendientes, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, Sylvia Iparraguirre, Ricardo Piglia, Luisa Valenzuela y Matilde S¨¢nchez. La literatura m¨¢s variada y fervorosa de la Am¨¦rica espa?ola es la argentina. La m¨¢s sui g¨¦neris (como el pa¨ªs mismo) es la chilena. Pa¨ªs de poetas (Neruda, Huidobro, Mistral, Parra), la narrativa moderna arranca con Jos¨¦ Donoso y Jorge Edwards y prosigue hoy con Isabel Allende, Arturo Fontaine, Antonio Sk¨¢rmeta, Sergio Missana, en tanto que en Per¨², despu¨¦s de la gran obra de Mario Vargas Llosa, que va de La ciudad y los perros a El sue?o del celta, se refundan los derechos no s¨®lo de la imaginaci¨®n, sino de la expansi¨®n, simultaneidad y precipicios de la lengua. Santiago Roncagliolo es un ejemplo.
M¨¢s arduo ha sido el problema de los j¨®venes novelistas de Colombia. Garc¨ªa M¨¢rquez es, a un tiempo, referencia, calidad y estorbo. Lo significativo de Gabo es que con Cien a?os de soledad recogi¨® las grandes tradiciones de la selva y el campo para transformarlas en una narrativa doble, que por el hecho de serlo, disminuye a las anteriores. Porque el secreto de Cien a?os de soledad es su doble narraci¨®n. Los Buend¨ªa son objeto de una primera narraci¨®n que resulta, al cabo, ser la falsa narraci¨®n del verdadero narrador, el taumaturgo gitano Melqu¨ªades, anuncio, en s¨ª, de una serie de narraciones continuas anteriores, imaginables, imposibles, olvidadas y deseadas.
Heredar semejante excelencia es el problema de Santiago Gamboa y de Juan Gabriel V¨¢squez. Ambos superan la tradici¨®n, claro est¨¢, con nueva creaci¨®n. El s¨ªndrome de Ulises de Gamboa o Historia secreta de Costaguana de V¨¢squez no niegan lo que heredan, pero saben que el parricidio puede ser un renacimiento.
La literatura mexicana, superada la fatalidad agraria por el arte de Y¨¢?ez y Rulfo, se ha centrado en la vida urbana (Villoro, Enrigue) aunque tambi¨¦n en el pasado como memoria de la actualidad (Solares, Celorio, Lara Zavala). El punto de renovaci¨®n, sin embargo, fue el Farabeuf o la cr¨®nica de un instante (1965) de Salvador Elizondo, antecedente extremo de una imaginaci¨®n tan liberada que ella misma es su ¨²nica frontera. Las "prohibiciones" nacionalistas del pasado fueron superadas, pos-Elizondo, por el grupo autodenominado El Crack y su compa?ero Xavier Velasco. La literatura escrita por mujeres (que no literatura femenina) ha acompasado este cambio.
Regreso adonde empec¨¦: el Caribe, cuna de nuestra cultura. Son dos de sus novelistas mayores en castellano, ya que el Caribe es regi¨®n de muchas lenguas y muchos perfiles. Del Caribe son William Faulkner y Jean Rhys, ?douard Glissant, Saint-John Perse, Derek Walcott y Aim¨¦ C¨¦saire. Tambi¨¦n, y cubanos, Alejo Carpentier y Jos¨¦ Lezama Lima.
Lezama, poeta (Enemigo rumor, 1941) y ensayista (La expresi¨®n americana, 1957), escribi¨® una de las m¨¢s dif¨ªciles y complejas novelas latinoamericanas, Paradiso (1966). Hablo de ella por muchos motivos. La riqueza del lenguaje, las formas proteicas del libro, su atrevimiento may¨²sculo en todo lo necesario para crear la obra mayor del barroco literario latinoamericano. Se recomienda leer primero a Luis de G¨®ngora y Argote ("no puede durar el mundo... que suena a vidrio quebrado y que ha de romperse presto") y un poco a Francisco de Quevedo ("abuelo de los dinamiteros", seg¨²n C¨¦sar Vallejo). Dura el mundo sin embargo, a pesar de los dinamiteros y el vidrio quebrado. ?Herm¨¦tico, metaf¨®rico, neoplat¨®nico? Lezama descubre sus propias claves, y las nuestras, en un ensayo fundador de nuestra cultura, La expresi¨®n americana, donde todo lo que parec¨ªa lugar com¨²n reaparece como luminoso renacimiento: la cultura como destino porque tiene or¨ªgenes, la literatura como alusi¨®n de la realidad, la imagen como relaci¨®n. Todo lo que cre¨ªamos saber de la Am¨¦rica espa?ola, nos pide Lezama, debemos repensarlo y aun as¨ª no lo conoceremos del todo, jam¨¢s.
El otro gran cubano es Alejo Carpentier. Como Lezama, Carpentier redescubre un mundo nuestro. Lo coloca en la historia (Guerra del tiempo, El siglo de las luces), en el drama pol¨ªtico (El acoso), en la imaginaci¨®n de las culturas (El reino de este mundo), en la parodia voluntaria (Concierto barroco) y en un audaz remontarse al origen de la vida en Los pasos perdidos. Quiz¨¢s ¨¦sta sea la novela clave para entender la obra de Carpentier. Una novela contiene a todas las novelas porque toda literatura, aunque no lo sepa, es id¨¦ntica a su origen m¨¢s remoto. Y ¨¦ste, en Los pasos perdidos, es el primer fuego en la monta?a, la primera palabra en la selva, el primer baile ceremonial para celebrar el origen (siendo el origen sin saberlo). Majestuosas creaciones literarias las de Carpentier. La negra magia religiosa de Ti Noel. La magia negra pol¨ªtica de V¨ªctor Hugues. El derecho a la resurrecci¨®n en Guerra del tiempo. El derecho al amor de Sof¨ªa y Esteban del narrador y la narrada en Los pasos perdidos. La soledad del perseguido acompa?ado s¨®lo por la m¨²sica de Beethoven en su acoso. Y un poder solitario, resuelto por un dictador latinoamericano que en su apartamento parisiense necesita unas palmeras y un perico para sentirse "en casa" (El recurso del m¨¦todo).
Incluyo en este libro a dos autores que parecer¨ªan (y son) at¨ªpicos. La brasile?a N¨¦lida Pi?on, porque es gallega de origen y m¨¢s cercana a este volumen que sus grandes antecedentes Jorge Amado, Clarice Lispector y Jo?o Guim?raes Rosa. No nos entender¨ªamos sin Brasil y Brasil no se entender¨ªa sin nosotros. Por eso, adem¨¢s, de N¨¦lida, hablo en este libro de Aleijadinho y de Machado de Assis, y en cuanto a Juan Goytisolo, si escribe en castellano, habla tambi¨¦n en hebreo y ¨¢rabe. Ateo de cultura cristiana y heredero, nolens volens, de Grecia y Roma. Es nuestro porque se?ala como nadie nuestra heredad, en este volumen evocada.
* Carlos Fuentes (Panam¨¢, 1928) ganador del Premio Cervantes en 1987, es autor de novelas como La regi¨®n m¨¢s transparente, La muerte de Artemio Cruz, Terra nostra, Los a?os con Laura D¨ªez y La Silla del ?guila. Y de los ensayos El espejo enterrado y Los cinco soles de M¨¦xico. Tambi¨¦n acaba de publicar su libro de cuentos Carolina Grau (Alfaguara).
Carlos Fuentes recibir¨¢ hoy el Premio Formentor de las Letras en reconocimiento a toda su obra. Se trata de una distinci¨®n en el 50? aniversario de la creaci¨®n de este galard¨®n que se recupera tras varios a?os suspendido. Formentor es una pen¨ªnsula estrecha de Mallorca (Espa?a) donde en los a?os sesenta se realizaron jornadas literarias convertidas en referencia para la vanguardia de la edici¨®n europea y el debate cultural, Fueron creadas por las familias Barcel¨® y Buadas Rotger. Entre los anteriores galardonados figuran: Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Juan Garc¨ªa Hortelano, Jorge Sempr¨²n, Saul Bellow y Witold Gombrowicz.
Canon siglo XX
- El Aleph
Jorge Luis Borges
- Los pasos perdidos
Alejo Carpentier
- Rayuela
Julio Cort¨¢zar
- Cien a?os de soledad
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez
- Paradiso
Jos¨¦ Lezama Lima
- La vida breve
Juan Carlos Onetti
- Noticias del imperio
Fernando del Paso
- Yo el supremo
Augusto Roa Bastos
-Pedro P¨¢ramo
Juan Rulfo
-Conversaci¨®n en La Catedral
Mario Vargas Llosa
-Santa Evita
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez
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