Menos respeto a los que mandan
Sin recuperaci¨®n econ¨®mica, cae la fe en los gobiernos. La jerarqu¨ªa cat¨®lica toca fondo
Toda confianza es peligrosa si no es completa": la m¨¢xima de La Bruy¨¨re parece especialmente adecuada para aquellas instituciones y grupos sociales que se sit¨²an en el pelot¨®n de cola de la escala de confianza ciudadana. Es el caso, entre otros, de pol¨ªticos y partidos pol¨ªticos, Gobierno, sindicatos, bancos y obispos. En ellos la ciudadan¨ªa dice confiar poco... o casi nada, lo cual les coloca en una posici¨®n ciertamente delicada. Cabr¨¢ decir que, en casi cualquier pa¨ªs, pol¨ªticos y partidos suelen estar en los lugares ¨²ltimos de este tipo de escalas, pero no con el plus de irritaci¨®n que se observa ahora. Sin duda un ingrediente b¨¢sico en la actual desconfianza ciudadana en pol¨ªticos, Gobierno, entidades financieras y sindicatos es que, a pesar de sus diferentes estrategias, la situaci¨®n econ¨®mica no logra recuperarse. Seg¨²n los datos del ¨²ltimo clima social de Metroscopia, el 92% de los ciudadanos considera que la situaci¨®n econ¨®mica es mala y el 85% cree que no hay atisbos de mejor¨ªa. Este ¨²ltimo es el registro m¨¢s pesimista desde que empez¨® la crisis.
Los espa?oles no quieren ni o¨ªr hablar de ayudas al sector financiero, y esto incluye a las cajas de ahorros
Se acostumbra a decir que la confianza cuesta mucho ganarla, pero poco perderla. Despu¨¦s de que buena parte de los ciudadanos creyera al Gobierno cuando habl¨® de ralentizaci¨®n -y de que algunos defendieran esa opini¨®n en sobremesas acaloradas-, la "contumaz ralentizaci¨®n" transform¨® la fe en descreimiento. Ahora, solo uno de cada cuatro aprueba su gesti¨®n. Y lo peor: en el momento actual es una de las instituciones que menos confianza inspiran.
Tambi¨¦n el recelo hacia pol¨ªticos y partidos pol¨ªticos ha alcanzado niveles alarmantes. Algo m¨¢s de ocho de cada diez espa?oles tienen la impresi¨®n de que los partidos piensan solo en lo que les beneficia y que no tienen en cuenta a la gente. Adem¨¢s, muchos ponen en cuesti¨®n la forma en que ahora funciona nuestro sistema pol¨ªtico: una amplia mayor¨ªa teme que la crisis est¨¦ erosionando la calidad de nuestra democracia (67%) y sospecha que quien realmente manda en el mundo no son ya los Estados, sino "los mercados" (79%). La ciudadan¨ªa quiere m¨¢s transparencia, m¨¢s honradez, m¨¢s b¨²squeda del inter¨¦s com¨²n. Y no son pocos -tres de cada cuatro- quienes a?oran el abandonado esp¨ªritu de pacto y consenso de la Transici¨®n. La situaci¨®n es grave. La clase pol¨ªtica es percibida como un problema por sectores cada vez m¨¢s amplios de nuestra sociedad, m¨¢s que como una soluci¨®n. Independientemente del resultado que arrojen las elecciones del pr¨®ximo 20 de noviembre, los pol¨ªticos deber¨¢n intentar revertir esta tendencia o pechar con sus consecuencias.
El desencanto pol¨ªtico ha terminado alcanzando a los Ayuntamientos. Por su cercan¨ªa al ciudadano, la t¨®nica tradicional ha sido una mejor evaluaci¨®n de los Gobiernos locales en comparaci¨®n con otros niveles de la Administraci¨®n. Tras tantas informaciones sobre mala gesti¨®n o corruptelas, la ciudadan¨ªa los sit¨²a ahora, junto con Gobiernos de Comunidades Aut¨®nomas, por debajo incluso de las empresas multinacionales en lo que a credibilidad se refiere.
El ciudadano de a pie tiene la percepci¨®n de estar pagando una crisis originada por otros -principalmente por los bancos- y que no han sabido solventar ni pol¨ªticos ni sindicatos. Esa percepci¨®n se ha agudizado en estos ¨²ltimos meses y ya ha bajado en veinte puntos, desde principios de este a?o, la credibilidad que la poblaci¨®n general deposita en bancos y cajas. Los espa?oles no quieren ni o¨ªr hablar de ayudas al sector financiero: siete de cada diez creen que se deber¨ªa prohibir cualquier tipo de asistencia con dinero p¨²blico a los bancos o cajas que tengan problemas y que, en ese caso, deber¨ªan ser nacionalizados. Y son hasta nueve de cada diez quienes exigen a estas entidades la devoluci¨®n del dinero p¨²blico recibido y quienes estar¨ªan a favor de la daci¨®n en pago de la vivienda para cancelar las hipotecas. Las entidades financieras parecen tomar conciencia de este estado de ¨¢nimo: de ah¨ª, por ejemplo, que el mayor banco espa?ol haya ofrecido una carencia de tres a?os a los hipotecados que est¨¦n en paro. Su consejero delegado ha admitido incluso que esta medida se debe a la p¨¦rdida de imagen del sector provocada, seg¨²n ¨¦l, por movimientos como el 15-M.
En el caso de los sindicatos, cuya existencia nuestra ciudadan¨ªa considera imprescindible para la defensa de los derechos de los trabajadores, es su modo de actuar lo que parece obsoleto. No se comparte ni su ret¨®rica de confrontaci¨®n -la huelga general del pasado septiembre result¨® un fracaso en opini¨®n del 65% y un ¨¦xito solo para el 11%- ni su intento de pacto escenificado el pasado d¨ªa 2 de febrero. Los motivos para desconfiar de ellos difieren seg¨²n la ideolog¨ªa: entre el electorado de derechas son percibidos como frenos a las reformas que necesita el pa¨ªs; entre los votantes de izquierdas se duda de su efectividad.
En cuanto a la Iglesia cat¨®lica, su credibilidad disminuye a medida que el foco se acerca a su jerarqu¨ªa. O, lo que es lo mismo, aumenta cuando se aleja de ella: la evaluaci¨®n de C¨¢ritas est¨¢ por encima de la que se hace de la Iglesia en su conjunto, y esta ¨²ltima, por encima de la de sus obispos. Uno de cada tres eval¨²a con cero sobre diez el grado de confianza que le inspiran los prelados -el peor registro entre las instituciones analizadas-. ?Anticlericalismo visceral? Parece dudoso: una amplia mayor¨ªa de los espa?oles se definen como "cat¨®licos" (con m¨¢s o menos matices), y las otras dimensiones de la Iglesia cuentan con una clara mejor imagen social. La escasa confianza en la jerarqu¨ªa eclesial probablemente se deba a la no aceptaci¨®n, por sectores amplios de la ciudadan¨ªa, de unos planteamientos que se perciben alejados de la sociedad actual y a una propensi¨®n excesiva a intervenir en la vida pol¨ªtica. En la actualidad, apenas uno de cada cinco espa?oles se considera "cat¨®lico practicante", la cifra m¨¢s baja de los ¨²ltimos 50 a?os.
Finalmente, en el apartado de medios de comunicaci¨®n, la televisi¨®n. Con menor credibilidad que la radio y la prensa escrita, congrega, sin embargo, la mayor audiencia: casi nueve de cada diez espa?oles la ven todos los d¨ªas. La amplia gama de programas televisivos, desde informativos hasta entretenimiento, y su muy variable calidad hace que su credibilidad media sea baja. No mantiene, pero entretiene.
Josep Lobera es profesor de sociolog¨ªa en la Universidad Aut¨®noma de Madrid y director de proyectos de Metroscopia.
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