Hugo en el ¨¢rea chica
Conoc¨ª a Hugo discutiendo de camas. El centro delantero juntaba las manos ante la mirada absorta del recepcionista de un hotel. Hab¨ªamos ido al Mundial de Alemania 2006 como comentaristas y el pentapichichi convert¨ªa su instalaci¨®n en un problema de ¨¢rea chica: le hablaba al empleado como si fuera un ¨¢rbitro.
Lo curioso es que la dificultad le divert¨ªa. Ocupar una posici¨®n en la cancha significa asumir una psicolog¨ªa. Hugo S¨¢nchez aprecia que existan los obst¨¢culos porque es la ¨²nica forma de sortearlos.
El sibarita de los enredos encuentra en lo m¨¢s nimio una opci¨®n para la ¨¦pica. Hugo pidi¨® un s¨¢ndwich en baguette y le trajeron pan tristemente integral. Los ojos se le iluminaron: pudo discutir con m¨¢s ademanes que palabras, como si reclamara un penalti.
El futbolista tiene dos vidas p¨²blicas: una dentro de la cancha, otra fuera. Hugo recibi¨® un¨¢nime aceptaci¨®n por su contundencia goleadora. Lejos del campo, no cont¨® con el mismo aprecio. La fama es siempre simplificadora y el ariete de excepci¨®n tambi¨¦n fue visto como alguien que pon¨ªa excesivo ¨¦nfasis en sus virtudes y se hac¨ªa expulsar para ver c¨®mo era la cancha sin ¨¦l.
Pero no se viaja por el mundo anotando goles de chilena sin otras facultades. La acrobacia depende del temperamento. Hugo est¨¢ mejor informado que la mayor¨ªa de sus colegas y profesa un inquebrantable afecto por los suyos. Esto le da seguridad para el desorden, es decir, para transformar lo cotidiano en un teatro de la picard¨ªa. Cualquier sitio califica para ¨¦l como ¨¢rea chica.
Cuando llegamos al estadio Alianz, la fila para entrar era enorme. De inmediato dise?¨® una estratagema. Se fue a un costado y pidi¨® que lo llam¨¢ramos. Esta "jugada de atracci¨®n" hizo que numerosos aficionados abandonaran la fila para saludarlo. Reparti¨® abrazos mientras nosotros avanz¨¢bamos hacia la entrada. Cuando llegamos a la puerta, nos alcanz¨® corriendo. Nunca un acceso fue tan veloz.
Un empleado rigorista lo detuvo por llevar un peine de aspecto punitivo. De nuevo discuti¨® con felices aspavientos. Esto le dio ¨¢nimos para inventar otra jugada. Otro de los comentaristas era Bernd Schuster. Hugo se propuso impedirle el acceso al ascensor. Fingi¨® que se hab¨ªa lastimado y nos retuvo junto a ¨¦l. Cuando la puerta se abri¨® esper¨® el tiempo exacto para entrar sin que Schuster pudiera hacerlo. ?Qu¨¦ objeto ten¨ªa esto? Ninguno. El p¨ªcaro burla gratis.
"Siempre ha sido as¨ª", coment¨® Chucho Ram¨ªrez, que comparti¨® con ¨¦l los tiempos como juveniles en los Pumas. Con los a?os, Ram¨ªrez se convertir¨ªa en el notable entrenador que llev¨® a la selecci¨®n mexicana al campeonato sub 17 en 2005 y en gran conocedor de la psicolog¨ªa deportiva. Para ¨¦l, la habilidad con que Hugo cambia la sal por la pimienta definen al que enga?a en espacio corto.
Una tarde est¨¢bamos detenidos en una autopista b¨¢vara. De pronto recibimos el empell¨®n de otro veh¨ªculo. No hac¨ªa falta volverse para saber qui¨¦n molestaba de ese modo. Hugo hab¨ªa encontrado su ¨¢rea chica.
En todo equipo hay un bromista de vestuario, dispuesto a encontrarle posibilidades da?inas al champ¨². El que convierte eso en un sistema de vida suele ser centro delantero, alguien que se roba el destino en un instante.
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