No son las horas, son las maneras
?Ir¨ªa a una reuni¨®n o dar¨ªa una conferencia sin prepar¨¢rsela antes? ?Presentar¨ªa un informativo sin documentarse? ?Dar¨ªa una terapia de grupo sin tratar nunca en privado con cada individuo? Pero imagine que adem¨¢s de exponer algo tuviera que ense?arle conocimientos nuevos y que va a tratar con un colectivo que le escucha porque tiene que hacerlo, no porque haya elegido estar ah¨ª.
En esta situaci¨®n se encuentran los profesores de secundaria (ESO, Bachillerato y FP) a diario. En eso consiste su trabajo. Trabajan 37,5 horas semanales, como todos los funcionarios. Por lo general, imparten entre tres y cinco clases al d¨ªa; 18, a la semana. El resto de las horas se dedican a prepararlas, corregir ex¨¢menes, dar tutor¨ªa o mantener reuniones con los dem¨¢s profesores del centro y con la direcci¨®n. No les sobra tiempo. Porque, adem¨¢s, en la educaci¨®n espa?ola hace unas d¨¦cadas que se intenta luchar contra el fracaso escolar y por aumentar el nivel de conocimientos de la mayor parte del alumnado con medidas tan necesarias y avanzadas como, por ejemplo, las horas de refuerzo de Lengua o Matem¨¢ticas para los que van peor o los desdobles de Ingl¨¦s.
La medida adoptada por el Gobierno de Esperanza Aguirre, en Madrid, de obligar a todos los docentes de secundaria a impartir 20 horas lectivas a la semana conseguir¨¢ b¨¢sicamente una cosa que la presidenta ha tenido siempre en el punto de mira: que los profesores solo tengan tiempo b¨¢sicamente de ocuparse de las clases. El concepto de la igualdad de oportunidades que tiene un amplio sector del PP est¨¢ centrado en ofrecer a todos lo mismo y que cada uno lo aproveche seg¨²n sus capacidades, y no en apoyar desde la escuela a los que tienen necesidades especiales o no han podido desarrollar sus capacidades, lo que muy a menudo tiene que ver con situaciones vinculadas a entornos sociales desfavorecidos. Estos alumnos son los que saldr¨¢n perdiendo en Madrid. La apuesta que siempre ha defendido la izquierda por apoyar el mayor n¨²mero posible de medidas de atenci¨®n a la diversidad en la educaci¨®n le da una cierta grima a un amplio sector del PP. Y todo esto nada tiene que ver con la necesidad de ahorrar y reducir gastos en ¨¦pocas duras. Pero hay muchas maneras de hacerlo. Y las maneras del Gobierno de Madrid son por mandato, lo que, por cierto, es incoherente con su habitual defensa de la autonom¨ªa de los centros.
Estamos muy acostumbrados, demasiado, al anuncio de medidas pol¨ªticas vistosas. Esta ¨²ltima lo es. Es obvio que muchos profesores pueden trabajar dos horas m¨¢s. Pero tambi¨¦n lodeber¨ªa ser para una exministra de Educaci¨®n que otros muchos no pueden, porque est¨¢n desempe?ando otras labores tan necesarias como las propias clases.
Otra cosa hubiera sido que la presidenta hubiera propuesto la puesta en marcha de una especie de plan de ahorro, seg¨²n el cual cada centro se reuniera con la inspecci¨®n y analizaran en com¨²n de d¨®nde se pod¨ªa recortar y, de paso, si necesitaban algo. Esa s¨ª hubiera sido una buena forma de reducir el gasto con el menor coste posible para la calidad de la educaci¨®n de todos los alumnos madrile?os.
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