A solas con la cat¨¢strofe
"El ruido que hicieron al caer no fue de derrumbe, sordo, sino agudo, una especie de chirrido como al arrugar papel de plata, y estaba tambi¨¦n el estr¨¦pito de los vidrios, como una catarata de cristal". Francesc Torres ha dejado a la mitad el movimiento de llevarse el vaso de agua a la boca. Parece estar visualizando de nuevo la ca¨ªda de las torres gemelas, que presenci¨® desde muy cerca, desde la terraza de su estudio neoyorquino, a pocas manzanas del WTC. "Por un momento pens¨¦ qu¨¦ pasar¨ªa si la segunda torre ca¨ªa lateralmente: hubiera aplastado el edificio en el que estaba". Torres -un apellido predestinado- cree que la estupefacci¨®n, un asombro helado a¨²n te?ido de incredulidad, es el sentimiento que predomina en su reacci¨®n al 11-S. Su trabajo en el hangar 17 le has puesto en una situaci¨®n de privilegiado contacto con el espanto. Le imagino como un personaje de Ballard -?c¨®mo le hubieran fascinado al viejo maestro los silenciosos coches destrozados a lo Crash!-, a solas con la cat¨¢strofe, paseando entre esa atroz exhibici¨®n callada de restos de un desastre de magnitud apocal¨ªptica, no ¨²nicamente en t¨¦rminos materiales sino psicol¨®gicos.
?C¨®mo sobrevivir a ese contacto diario con los escombros de la cordura de nuestro mundo, a esa arqueolog¨ªa de la contemporaneidad? "Ha sido duro, me proteg¨ªa con el enfoque, con mi trabajo, pero era imposible no sentirte contagiado personalmente por la desolaci¨®n". Torres est¨¢ de acuerdo en que el verdadero museo del 11-S es el hangar 17, con sus resonancias misteriosas a lo ?rea 51 de contenedor de residuos de una civilizaci¨®n cuyos fragmentos nos vemos incapaces de volver a armar. "Si pudi¨¦ramos trasladarlo entero a la zona del WTC...", suspira este hombre enjuto que parece profundamente marcado por la experiencia de la Pompeya del siglo XXI. Torres ha visto otros horrores, las fosas de la Guerra Civil, por ejemplo. "Pero las dimensiones de esto son incre¨ªbles, no solo las vigas retorcidas, los coches de bomberos, el taxi amarillo t¨ªpico de NY, los autom¨®viles garabateados por los servicios de emergencia con las indicaciones K1, K2, K3 -seg¨²n el n¨²mero de muertos en su interior-, sino por los detalles, como las gafas carbonizadas en su estuche, el zapato". Entre la pavorosa colecci¨®n no hay restos de los aviones: se los han quedado sus propietarios. Se?ala el artista en las fotos un gran objeto informe entre lo m¨¢s conmovedor: un bloque de materiales de construcci¨®n aplastados e indiferenciables que es en realidad la suma de cuatro plantas de oficinas comprimidas hasta lo alucinante. Entre sus pliegues, musita, seguramente permanecen restos humanos laminados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.