Foto fija de verano
Todos conservamos im¨¢genes que grabamos en nuestra memoria un d¨ªa de verano, al final de las vacaciones. Un instante que permanece indeleble porque, en aquella ocasi¨®n, fuimos conscientes de la fugacidad de la estaci¨®n, de la atropellada carrera del r¨ªo que nos arrastra, del flujo de la sangre, y de la belleza de ciertas melancol¨ªas.
Puede ser una ventolera barriendo las servilletas de papel en un merendero de playa, o gotas de lluvia en la arena, compitiendo con un mar s¨²bitamente encrespado. O una pareja que se abraza y se despide en una parada de autob¨²s, u otra, lluvia que cae a chorros sobre la ciudad y se lleva consigo, con las hojas resecas de los ¨¢rboles, el hedor a comida podrida en los contenedores y a meadas de borrachos que entraron en el d¨ªa sin haber conocido el amanecer.
"Los tres muchachos jugaban con un bal¨®n con gracia brasile?a, a lo Pel¨¦"
Mi ¨¢lbum mental de recuerdos recoge estampas como las que les he contado, y todas se produjeron antes de que el est¨ªo finalizara oficialmente, como si fueran un regalo anticipado de esos que a veces recibimos antes del cumplea?os, tal que si la vida nos dijera: "Quer¨ªa aguantarme hasta la fecha se?alada, pero no he podido, estaba deseando ver la cara que pones".
Ayer tuve delante de m¨ª la escena que marcar¨¢ este verano que he pasado en la urbe. Pues para m¨ª, como para la mayor¨ªa de quienes tenemos la suerte de tener trabajo, el curso empieza a primeros de septiembre: vuelve la columna de ¨²ltima en este peri¨®dico, reabren la editorial en la que publico mis libros, se reanudan las llamadas. En fin, la rutina, que nunca lo es. Pero dec¨ªa que ayer fij¨¦ en una imagen este verano m¨ªo.
Estaba paseando a Tonino a c¨¢mara lenta, y mientras ¨¦l investigaba una pista de orines -caninos, para variar- con senil obsesi¨®n, yo contemplaba la siguiente escena: un coche, en la acera de enfrente, con el cap¨® abierto, y un hombre en bermudas, esbelto, con el tronco metido dentro, examinando el desperfecto. Piernas morenas, mulatas. Entreteni¨¦ndose, mientras tanto, tres muchachos jugaban con un bal¨®n de pl¨¢stico inflable. Uno era de color chocolate 90 por ciento; el otro, de color caf¨¦ con leche, y el tercero, de eso que hemos dado en llamar blanco, y que tiene muchos matices. Mov¨ªan el bal¨®n con gracia brasile?a: usando cabeza, pecho, manos y los talones, a lo Pel¨¦. En la parte posterior del coche, tres mujeres j¨®venes -ellas eran todas de piel clara-, tambi¨¦n con atuendo veraniego, inspeccionaban entre risas el contenido: la nevera, las bolsas, sillas plegables. Estaba claro que iban a la playa de Barcelona, y que su coche, con matr¨ªcula barcelonesa, se hab¨ªa averiado en el camino. Sin ponerse nerviosos, disfrutaban de esa parada.
Si hubiera sido una conductora, me habr¨ªa detenido a su lado: "?Necesitan algo?". Al carecer de conocimientos de mec¨¢nica, me abstuve. Como caminante que soy, me limit¨¦ a hacer lo ¨²nico que deseaba: admirar, retener el momento. Estoy tan cansada de automovilistas que cuando sufren un percance, gritan, salen del coche pegando un portazo, rezongan... Aun en agosto, aun en verano, las mand¨ªbulas prietas y los labios adustos no se dan vacaciones.
De modo que continu¨¦ plantada junto al casta?o a cuyos pies Tonino prosegu¨ªa con sus pesquisas. Detr¨¢s de la escena, con todos sus integrantes arm¨®nicamente en movimiento, y el bal¨®n yendo de uno a otro, sin violencia, como en un baile, se encontraba una agencia de viajes tan selecta que los vecinos normales de mi barrio apenas sabemos para qu¨¦ sirve: parece que ofrece grandes viajes, exquisitos safaris y cosas por el estilo. Por tanto, ninguna palmera se entrev¨¦ tras los f¨¦rreos barrotes que protegen los escaparates.
Pero no hac¨ªan falta palmeras. Iban con ellos. Mentalmente cambi¨¦ el auto -sencillo, de color blanco muy roto, como nosotros los blancos- por uno de esos Chevrolet o Cadillac cubanos de colores vistosos: un color de caramelo de fresa, por ejemplo. Detr¨¢s apareci¨® el Caribe. Y entre el Caribe y el veh¨ªculo, el Malec¨®n de La Habana.
Ya ven qu¨¦ imagen tan guapa para recordar este ¨²ltimo verano y dejar sus zozobras en el desaguadero. Porque haberlas, las ha habido y las hay. Pero hoy no toca.
www.marujatorres.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.