Hambrunas
Pese a enormes progresos, seguimos siendo impotentes ante las cat¨¢strofes naturales, terremotos, tsunamis, explosiones volc¨¢nicas, inundaciones. Es cierto que con construcciones que resisten los terremotos, o canalizaciones que protegen de las inundaciones, el desarrollo tecnol¨®gico aminora los efectos da?inos, de modo que no faltan los que albergan la ilusi¨®n prometeica de que llegaremos a dominar la naturaleza.
La constancia de las hambrunas desde los comienzos de la agricultura, debidas en buena parte a cat¨¢strofes naturales -sequ¨ªas, erosi¨®n del suelo, inundaciones y terremotos- ha llevado a integrarlas en este cap¨ªtulo. Algo que, sin embargo, pone en cuesti¨®n el que en el ¨²ltimo medio siglo el hambre generalizada, incluso como amenaza, haya desaparecido de los pa¨ªses m¨¢s avanzados, al menos mientras no se derrumbe nuestra civilizaci¨®n.
Los alimentos se han convertido en una materia prima que cotiza en un mercado global
El hambre se ha vencido en China o Brasil, pa¨ªses en r¨¢pido desarrollo; en cambio, en ?frica las hambrunas se repiten con la misma periodicidad. En 1967 afect¨® a Biafra, causando un mill¨®n y medio de v¨ªctimas, que a lo largo de los setenta y ochenta reinciden en el Sahel. Todav¨ªa en 2005 producen estragos en N¨ªger, Mal¨ª, Mauritania y Burkina Faso. En el llamado Cuerno de ?frica, concretamente en Etiop¨ªa, en 1984 mueren de hambre casi un mill¨®n de personas; en 1992, 300.000 somal¨ªes. La hambruna que hoy afecta a Somalia y al norte de Kenia, anunciada con suficiente antelaci¨®n, a nadie pudo pillar de sorpresa.
?Cu¨¢l ha sido la reacci¨®n del mundo occidental? Consternaci¨®n ante im¨¢genes impactantes, sin que a muchos les entre en la cabeza que a comienzos del siglo XXI mueran de hambre millones de personas, en primer lugar ni?os y ancianos, pero aun as¨ª, solo se movilizan organizaciones no gubernamentales, una buena parte inspiradas por instituciones religiosas. Ahora bien, al depender casi todas econ¨®micamente de los Estados, apenas aumentan las m¨®dicas cantidades que ¨¦stos est¨¢n dispuestos a donar.
Hasta ahora la respuesta de Occidente ha sido apelar a la caridad, atribuyendo las hambrunas tanto a cat¨¢strofes naturales, sequ¨ªas, inundaciones, que nada se podr¨ªa hacer por evitarlas, como a los mismos pueblos que las sufren, que en guerras civiles permanentes gastan en armas los pocos recursos de que disponen. Aunque no se pregunten qu¨¦ medidas habr¨ªa que tomar para evitar que se repitan, intentar al menos salvar de una muerte inmediata al mayor n¨²mero posible es mejor que mirar para otro lado, que es el comportamiento m¨¢s extendido. Llegando incluso algunos a indignarse, se ha dado el caso de que en tiempo de penuria el Estado reparta unas migajas entre los hambrientos, o alcanzar el colmo del cinismo al afirmar, lo he o¨ªdo en Alemania, que las fotograf¨ªas que los medios difunden, m¨¢s que de hambrientos, son de sidosos que reciben el castigo merecido.
La cuesti¨®n clave es indagar a fondo las causas de las hambrunas. Cierto que las cat¨¢strofes naturales, como la sequ¨ªa (desde 1980 se han contabilizado 42 grandes sequ¨ªas en el Cuerno de ?frica), desempe?an un papel a veces desencadenante, y que el cambio clim¨¢tico puede ser un factor con el que hay que contar, pero todo esto no basta para explicar que las hambrunas se sucedan en las mismas regiones.
A nadie se le oculta que factores socioecon¨®micos y pol¨ªticos juegan un papel esencial. Somalia no solo es un Estado fallido, es que no existe como tal, partido por lo menos en tres, con un Gobierno que no controla siquiera la capital. Preguntarse por las causas de este proceso de disoluci¨®n nos llevar¨ªa muy lejos, pero sin duda, adem¨¢s de las responsabilidades propias, habr¨ªa que se?alar las externas, como la invasi¨®n de Etiop¨ªa, que inspira y apoya Estados Unidos a finales de 2005.
Desde los a?os setenta la producci¨®n agr¨ªcola se ha multiplicado por tres, mientras que la poblaci¨®n se ha duplicado y, desde luego, estamos en condiciones de que vaya aumentando seg¨²n crezca la demanda, es decir, aquellos que puedan pagar los precios que establezca el mercado. Los alimentos han dejado de ser un bien imprescindible para vivir, para convertirse en una materia prima que se cotiza en un mercado global, de la que con la subida de sus precios se obtienen beneficios importantes en las bolsas de futuros de Londres, Par¨ªs o Francfort.
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