?Actuar¨¢ el FMI respecto a Europa?
A medida que la crisis en la zona euro contin¨²a profundiz¨¢ndose, es posible que finalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconozca la necesidad de reexaminar su enfoque. El reciente pedido de la nueva directora gerente, Christine Lagarde, de una recapitalizaci¨®n obligada del quebrado sistema bancario europeo, es un buen punto de partida. La indignada reacci¨®n de los funcionarios -los bancos est¨¢n bien, insisten, solo necesitan ayuda en t¨¦rminos de liquidez- deber¨ªa servir para reforzar la decisi¨®n del FMI de actuar sensatamente respecto de Europa.
Hasta ahora el FMI ha apoyado complacientemente todas las nuevas iniciativas europeas para rescatar a la periferia sobreendeudada de la zona euro, asignando hasta el momento m¨¢s de 100.000 millones a Grecia, Portugal e Irlanda. Desafortunadamente, el FMI no solo arriesga el dinero de sus miembros sino tambi¨¦n, en ¨²ltima instancia, su credibilidad institucional.
El Fondo ahora considera a la atribulada Espa?a como un pa¨ªs central de la zona del euro
Hace solamente un a?o, en la reuni¨®n anual del FMI en Washington, el personal jer¨¢rquico comentaba a quien estuviese dispuesto a escucharlo que el p¨¢nico de la deuda soberana europea era una tormenta en un vaso de agua. Con ingeniosas presentaciones en PowerPoint, con t¨ªtulos como La cesaci¨®n de pagos en las econom¨ªas avanzadas actuales: innecesaria, indeseable e improbable, el FMI intentaba convencer a los inversores de que la deuda de la zona euro era s¨®lida como una roca.
Incluso en el caso de Grecia, insist¨ªa el FMI, las din¨¢micas de la deuda no eran para preocuparse mucho, gracias al crecimiento y las reformas previstos. No importa la falla fundamental en la l¨®gica del FMI: los pa¨ªses como Grecia y Portugal enfrentan riesgos de pol¨ªtica e implementaci¨®n mucho m¨¢s pr¨®ximos a los de los mercados emergentes que a los de las econom¨ªas verdaderamente avanzadas como Alemania y Estados Unidos.
A medida que la situaci¨®n empeoraba, uno hubiese pensado que el FMI habr¨ªa valuado sus ideas a precios de mercado, por as¨ª decirlo, y adoptado un tono m¨¢s cauto. En vez de ello, durante la reuni¨®n intermedia del FMI en abril de 2011, un alto funcionario declar¨® que este ahora considera a la atribulada Espa?a como un pa¨ªs central de la zona euro, como Alemania, y no perif¨¦rico, como Grecia, Portugal o Irlanda.
Evidentemente, los inversores deb¨ªan inferir que a los prop¨®sitos pr¨¢cticos las deudas espa?ola y alemana son id¨¦nticas: el viejo orgullo de la eurozona. Mi reacci¨®n sarc¨¢stica fue pensar "ah, ahora el FMI cree que algunos de los pa¨ªses centrales de la zona euro est¨¢n en riesgo de cesaci¨®n de pagos".
Desempe?arme como economista en jefe del FMI entre 2001 y 2003 me familiariz¨® con la necesidad de este de hacer equilibrios sobre la cuerda floja que une las necesidades de crear confianza en los inversores y de dar una sacudida a quienes dise?an pol¨ªticas con displicencia. Pero una cosa es ser circunspecto en medio de una crisis y otra totalmente diferente es lanzar una sarta de disparates.
El ya fallecido economista de la escuela de Chicago, George Stigler, hubiese descrito el rol del FMI en Europa como un reflejo de grave "captura regulatoria". En pocas palabras, Europa y Estados Unidos tienen demasiado poder en el FMI, y su pensamiento es excesivamente dominante. Probablemente, el mayor deseo de los l¨ªderes europeos son cr¨¦ditos f¨¢ciles y un fuerte apoyo ret¨®rico de parte del FMI. Pero lo que realmente necesita Europa es el tipo de evaluaci¨®n honesta y la afectuosa dureza que tradicionalmente ha ofrecido el FMI a sus otros clientes, aquellos con menos influencia pol¨ªtica.
El punto ciego del FMI en su trato con Europa hasta ahora se debe en parte al poder del voto europeo. Tambi¨¦n surge de una mentalidad del tipo "nosotros" y "ellos", que de manera similar empapa la investigaci¨®n en las mayores casas de inversi¨®n de Wall Street. Los analistas que han trabajado todas sus vidas en econom¨ªas avanzadas han aprendido a apostar a que las cosas ir¨¢n bien, porque durante las dos d¨¦cadas previas a la crisis las cosas, en su mayor parte, fueron bien... muy bien.
Es por ello, por ejemplo, que tantos de esos analistas contin¨²an suponiendo que una recuperaci¨®n normal y r¨¢pida est¨¢ a la vuelta de la esquina. Pero la crisis financiera deber¨ªa haber recordado a todos que la diferencia entre las econom¨ªas avanzadas y los mercados emergentes no es una brillante l¨ªnea roja.
En su discurso reciente en Jackson Hole (Wyoming), el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, se quej¨® intensamente de la par¨¢lisis pol¨ªtica, que seg¨²n ¨¦l posiblemente se ha convertido en el principal obst¨¢culo a la recuperaci¨®n. Pero los analistas acostumbrados a trabajar en mercados emergentes entienden que esa par¨¢lisis es muy dif¨ªcil de evitar luego de una crisis financiera.
En vez de aceptar servilmente las afirmaciones de los encargados de las pol¨ªticas, los investigadores de los mercados emergentes han aprendido a considerar con cinismo las promesas oficiales. Demasiado a menudo, todo lo que se puede hacer mal se har¨¢ mal.
El FMI debe incorporar mucho m¨¢s este tipo de escepticismo en su evaluaci¨®n de las din¨¢micas de la deuda de la eurozona, en vez de intentar continuamente suposiciones forzadas que har¨ªan aparecer a la deuda como sostenible. Quien observe atentamente las complejas opciones europeas para escapar de las fort¨ªsimas limitaciones que le impone su deuda, deber¨ªa darse cuenta de que las restricciones pol¨ªticas ser¨¢n un enorme obst¨¢culo, sin importar el camino que siga Europa.
Incluso fuera de Europa, el FMI ha cre¨ªdo demasiado en los Gobiernos de turno, en vez de centrarse en los intereses de largo plazo de los pa¨ªses y su gente. El FMI est¨¢ haciendo a Europa un flaco favor al no impulsar agresivamente una soluci¨®n m¨¢s realista, que incluya dram¨¢ticas reducciones en el valor de la deuda de los pa¨ªses perif¨¦ricos de la eurozona y la reasignaci¨®n de las garant¨ªas de los pa¨ªses centrales a otros fines.
Ahora que el FMI ha reconocido en firme las enormes faltas de capital en muchos bancos europeos, deber¨ªa comenzar a presionar con fuerza en busca de una soluci¨®n cre¨ªble e integral para la crisis de la deuda de la zona euro, una soluci¨®n que incluya o bien una divisi¨®n parcial de la eurozona o una reforma constitucional fundamental. El futuro europeo, as¨ª como el futuro del FMI, dependen de ello.
Kenneth Rogoff es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªtica P¨²blica en la Universidad de Harvard y execonomista en jefe del FMI. ? Copyright: Project Syndicate, 2011. Traducido al espa?ol por Leopoldo Gurman.
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