"Los pol¨ªticos deber¨ªan consultarnos m¨¢s a los historiadores"
Pensando que no me ve nadie, me estoy probando un precioso casco colonial brit¨¢nico en ese para¨ªso que es la tienda de recuerdos del National Army Museum de Londres, en Chelsea -y encuentro que me queda de cine, de Zul¨² para ser m¨¢s exactos-, cuando oigo una voz a la espalda. "Es m¨¢s aut¨¦ntico el otro, el oscuro; en Sud¨¢frica, los soldados del 24? regimiento los te?¨ªan con caf¨¦ o t¨¦ para que no se les viera tanto de lejos". Me giro con el casco a¨²n puesto, presentando una estampa de apabullante falta de seriedad, m¨¢s a¨²n porque mi primer reflejo es hacer un saludo militar, y ah¨ª est¨¢ el historiador Saul David, gran especialista en las guerras victorianas -ese mundo de casacas rojas, salacots, cargas de caballer¨ªa y batallas en sitios remotos llenas de actos heroicos con ca?ones perdidos y recuperados- y recientemente metido tambi¨¦n, con enorme ¨¦xito, a novelista. Sonr¨ªe con ganas y me mira de arriba abajo con simp¨¢tica conmiseraci¨®n pregunt¨¢ndose seguramente porqu¨¦ de Espa?a ha venido a entrevistarle alguien tan parecido a Peter Seller. Con esa facilidad que tienen los brit¨¢nicos para pasar por alto las excentricidades, propone que vayamos a la cafeter¨ªa del museo. Sugiere que antes deje el casco o lo compre.
"Nos fascina que ganen quienes parece que no pueden ganar"
Los zul¨²es no eran unos ¨¢ngeles, destripaban al enemigo para rituales"
"Nunca estableceremos lugares seguros en Afganist¨¢n. Habr¨¢ que irse"
David es un hombre de aspecto atl¨¦tico, juvenil, vital y resuelto. Un tipo lo que se dice atractivo. He le¨ªdo cuatro magn¨ªficos ensayos suyos -todos con unas cr¨ªticas espl¨¦ndidas en su pa¨ªs- que les recomiendo encarecidamente si les gustan, como a m¨ª, esos temas: Victoria's wars, Zulu: the heroism and tragedy of the zulu war, The indian mutiny y la biograf¨ªa de Lord Cardigan, el estirado l¨ªder de la carga de la brigada ligera en Balaclava, elocuentemente titulada The homicidal Earl. Considerado uno de los m¨¢s prometedores de la nueva generaci¨®n de historiadores militares brit¨¢nicos y calificado por algunos como el Antony Beevor de las guerras coloniales -aunque tiene tambi¨¦n un par de libros apasionantes sobre la Segunda Guerra Mundial-, David ha conseguido adem¨¢s una enorme popularidad como autor de una serie de entretenid¨ªsimas novelas hist¨®ricas protagonizadas por un personaje de ¨¦poca victoriana de su invenci¨®n, George Hart, un joven aventurero y soldado, cuya primera entrega, Hart, el Zul¨². Un mestizo al servicio del Imperio, es novedad en Espa?a, publicada por Edhasa.
Le he visto mirar con inter¨¦s los soldaditos de plomo en la tienda. Con nostalgia, ten¨ªa muchos de peque?o, pero no conservo ninguno. Y ahora, con tres ni?as... Adem¨¢s, se han vuelto muy caros.
?De d¨®nde le viene el inter¨¦s por la guerra? En casa se hablaba mucho, mi padre me contaba historias, especialmente de los grandes comandantes. Empec¨¦ de muy joven a leer historia y novelas.
?Tiene militares en la familia? De carrera, no. Pero mi padre creci¨® viendo los combates a¨¦reos de la Batalla de Inglaterra y experiment¨® en su piel la guerra. Era muy joven entonces, pero luego sirvi¨® en la Armada. Mi abuelo s¨ª combati¨® en la Segunda Guerra Mundial, y mi bisabuelo, en la Primera.
?Usted no ha tenido el impulso de ser militar? Cuando era joven, pero nunca seriamente. Durante una ¨¦poca pens¨¦ que podr¨ªa ser una experiencia interesante para mi profesi¨®n, aunque al final lo evit¨¦. Y cuanta m¨¢s historia militar escribo, menos atractivo le veo a ser soldado.
?Por qu¨¦ cree que a tanta gente incapaz de pegar un tiro le gusta leer sobre la guerra? Esa lectura te lleva a un mundo de decisiones trascendentes en el que te gustar¨ªa saber c¨®mo reaccionar¨ªas. En cierta manera es como la literatura de viajes, tambi¨¦n la lee mucha gente que no viaja nunca. Luego est¨¢n las razones de siempre: experimentar los l¨ªmites profundos del alma humana, saber de qu¨¦ ser¨ªas capaz. La guerra es la pel¨ªcula de horror sin monstruos, o con monstruos de forma humana.
?Por qu¨¦ su dedicaci¨®n a las guerras de ¨¦poca victoriana? La victoriana es una ¨¦poca extraordinaria en ese sentido militar, un cuarto de siglo XIX de conquistas imperiales en el que se libraron dos grandes guerras, nueve de tama?o medio y un total de treinta campa?as en el nombre de la civilizaci¨®n, el comercio y el equilibrio de poder. El reinado de Victoria (de 1837 a 1901) coincidi¨® con grandes avances tecnol¨®gicos que revolucionaron los usos de la guerra, pero la naturaleza conservadora del Ej¨¦rcito brit¨¢nico hac¨ªa que dif¨ªcilmente cambiara su manera de luchar. As¨ª que, pese a ser la naci¨®n m¨¢s industrializada del mundo, sus soldados no siempre gozaban de la superioridad t¨¢ctica y tecnol¨®gica. Eso es muy apasionante.
Ustedes, claro, porque son brit¨¢nicos, pero ?por qu¨¦ cree que nos interesan tanto esas guerras a los dem¨¢s, como prueba la popularidad de tantas pel¨ªculas y novelas? Por el contraste a menudo entre las fuerzas que luchaban. Un ej¨¦rcito regular peleaba contra ind¨ªgenas que empleaban armas y t¨¢cticas muy diferentes.
?Quiere decir la oposici¨®n que simbolizan la lucha entre la 'assegai' zul¨² y el rifle Martin-Henry brit¨¢nico? Exactamente. A veces, como en ese caso, se usaba el arma blanca tradicional porque proporcionaba m¨¢s honor al guerrero, a pesar de que los zul¨²es tambi¨¦n ten¨ªan rifles. Los brit¨¢nicos, curiosamente, se aferraban por igual a sus tradiciones e insist¨ªan en combatir en orden cerrado, lo que les cost¨® derrotas contra los b¨®ers como en Majuba Hill. A menudo estamos ante el choque entre dos culturas militares.
Pero en el fondo es una lucha de David contra Goliat... El rifle lo cambi¨® todo. Poder matar a distancia...
?Recuerda la frase de Sandok¨¢n: "Con un rifle puedo matar sin problemas al hombre m¨¢s valiente del mundo"? La distancia frente al honor. Me gusta ese contraste. Y me gusta el escenario que plantean esas guerras. Ofrece alguna lecci¨®n sobre el ser humano. ?Sabe cu¨¢l creo que es tambi¨¦n un motivo de que nos fascinen? Que a veces ganan quienes parece que no pueden ganar. Pas¨® en ocasiones en Afganist¨¢n, en India, en Sud¨¢n, Sud¨¢frica. No puedes evitar alegrarte de que ganaran, se lo merec¨ªan.
A veces lo improbable era que ganaran los brit¨¢nicos, eran tan pocos... As¨ª es. No puedes sentirte orgulloso de eso porque eran soldados que luchaban por un imperio, lejos de m¨ª la intenci¨®n de glorificarlo, aunque ese sentimiento de orgullo y la nostalgia imperial siguen muy presentes en Reino Unido; pero no hay duda de que los soldados de la reina muchas veces pelearon con admirable arrojo, en circunstancias muy peliagudas. Hay que recordar que los zul¨²es, los sijs, los derviches o los afganos eran tipos duros, en absoluto unos ¨¢ngeles. Los zul¨²es, los espartanos negros, tambi¨¦n se construyeron un imperio y subyugaron a otras naciones con armas y t¨¢cticas m¨¢s avanzadas.
Lo curioso es que por mucho que la cabeza nos diga que el soldado brit¨¢nico es el invasor colonizador, el malo de la pel¨ªcula, cuesta no identificarte con ¨¦l. Ser¨¢ por lo del n¨²mero. S¨ª, definitivamente, el mito del Last Stand, del peque?o grupo de valientes rodeado luchando hasta el ¨²ltimo hombre. Pero no hay que olvidar que lo de ser pocos contra muchos -como le pas¨® a Custer en otro contexto, el de las guerras indias en Norteam¨¦rica- tiene que ver a menudo con el exceso de autoconfianza y con la arrogancia. Con creer que basta un pu?ado de occidentales decididos para vencer a una turbamulta de salvajes, a la horda. Que diez a uno ganamos. Tambi¨¦n era un asunto de econom¨ªa. El Imperio Brit¨¢nico era un imperio comercial, se controlaban mucho los gastos, as¨ª que se empleaban solo los soldados justos, porque eran muy caros. A veces ese control del gasto provocaba que no hubiera suficientes combatientes.
Usted se?ala en sus libros que en ocasiones el episodio ¨¦pico, la heroicidad, enmascaraba una metedura de pata. Ah¨ª tiene Rorke's Drift, esas Term¨®pilas sudafricanas. La defensa de la peque?a posici¨®n, en la que 139 soldados contuvieron a 4.000 zul¨²es, fue premiada con 11 cruces Victoria (VC), un verdadero aluvi¨®n desproporcionado de medallas que se explica solo por la necesidad de cubrir y compensar el inmediatamente anterior desastre de Isandlwana, la batalla en la que 1.300 combatientes brit¨¢nicos fueron aniquilados por los zul¨²es -la mayor derrota militar ante un enemigo tribal- a causa de los errores del mando. Rorke's Drift sirvi¨® muy oportunamente para mantener el orgullo y el prestigio del soldado brit¨¢nico. Una cortina de humo. Piense que el D¨ªa D en Normand¨ªa, participando en la acci¨®n much¨ªsimos m¨¢s soldados, solo se concedi¨® una VC.
Y dice usted que las medallas conseguidas en Rorke's Drift son las m¨¢s codiciadas por los coleccionistas... M¨¢s que ningunas otras. ?Sabe que uno de los protagonistas de Zul¨², Stanley Baker, que interpretaba al teniente John Chard -al que adoraba la reina-, se identific¨® tanto con ¨¦l que quiso hacerse con su medalla? Adquiri¨® en 1972 una que pensaba que era una r¨¦plica y luego ?result¨® ser la original! La compr¨® por 2.000 libras. Hoy costar¨ªa 300.000. La VC del otro gran h¨¦roe del asedio, Gonville Bromhead (al que encarnaba Michael Caine), est¨¢ aqu¨ª, se exhibe en el museo.
Bueno, al fin y al cabo, lo de Rorke's Drift fue toda una gesta. No ten¨ªan otra opci¨®n que luchar, estaban atrapados como ratas en una trampa. Esa ha sido mi apreciaci¨®n m¨¢s impopular. Recib¨ª muchos comentarios y cartas de gente enfadada por quitarle m¨¦rito al episodio.
Usted cuenta que hab¨ªa tipos muy curiosos entre ese pu?ado de soldados. Representaban lo que hab¨ªa en las filas. Muchos eran de lo m¨¢s bajo de la sociedad, como era frecuente en el Ej¨¦rcito y lo sigue siendo. Algunos no tuvieron luego mucha suerte. William Jones fue dado de baja del Ej¨¦rcito por reumatismo cr¨®nico, no consigui¨® encontrar trabajo y se ganaba la vida en los teatros representando la defensa de Rorke's Drift, incluso apareci¨® en el show de Buffalo Bill. Tuvo que empe?ar su VC y ten¨ªa pesadillas con los zul¨²es, lo que parece l¨®gico. Al morir lo enterraron en la fosa com¨²n.
Despu¨¦s de leer diversos relatos de la guerra zul¨², entre ellos los suyos, no se me quita de la cabeza que el verdadero h¨¦roe era el guerrero que, semidesnudo y armado de lanza y escudo, cargaba contra las bocas de esos rifles cuyas balas causaban tan pavorosos efectos sobre un cuerpo humano. S¨ª, pero esa simpat¨ªa a menudo est¨¢ te?ida por otro mito, el del buen salvaje, el salvaje noble. Seguimos sin ver como un igual al combatiente contra los brit¨¢nicos. Cae bien cuando es derrotado y confirma la inferioridad que inconscientemente le atribuimos. Significativamente, de las dos pel¨ªculas sobre la guerra zul¨², Zul¨², sobre Rorke's Drift, y Amanecer zul¨², la segunda, que reconstruye la gran victoria zul¨² de Isandlwana, no ha sido nunca una pel¨ªcula popular. La conclusi¨®n es que los zul¨²es solo inspiran simpat¨ªa cuando son derrotados. En Espa?a ?qu¨¦ opinan de Zul¨²?, ?a favor de qui¨¦n van?
No sabr¨ªa decirle. En mis tiempos, con los brit¨¢nicos. Ahora los j¨®venes quiz¨¢ est¨¦n a favor de los zul¨²es. Vaya.
Como todas las guerras, la zul¨², pese a la ¨¦pica, fue muy sucia. Terrible, brutal y s¨®rdida. Los zul¨²es no daban ni esperaban cuartel, destripaban a sus enemigos por razones rituales y sus izinyanga, m¨¦dicos brujos, tomaban trozos de los ca¨ªdos como amuletos, sobre todo las mand¨ªbulas, con la barba adherida. Ha sido poco explicado que rematar a los enemigos heridos era lo habitual tambi¨¦n por parte brit¨¢nica. En Rorke's Drift lo hicieron a la bayoneta, no hubo ning¨²n prisionero. Puede que hasta 500 guerreros heridos fueran liquidados a sangre fr¨ªa. Una atrocidad, y no la ¨²nica.
Todos esos personajes victorianos, aventureros, soldados, esp¨ªas... ?qu¨¦ apelan en nosotros?, ?por qu¨¦ nos resultan tan atrayentes? Aparte de que algunos son caracteres verdaderamente notables, es el hecho de que se mov¨ªan y luchaban en la periferia del imperio, en zonas y condiciones que sugieren westerns. Ese es nuestro Far West, nuestro salvaje oeste. Hay algo muy atractivo en luchar en el borde, en la frontera, te asomas al l¨ªmite, al enemigo exterior. Aunque tengas armas mejores, al luchar en otro pa¨ªs vives una desprotecci¨®n, un aislamiento, una soledad muy esenciales. No por la pol¨ªtica imperial, pero por esas individualidades que se enfrentaban a tantos peligros y viv¨ªan tantas aventuras es f¨¢cil sentir simpat¨ªa. Eran a menudo gente normal en situaciones extraordinarias. Los soldados, para sobrevivir, deb¨ªan aferrarse a una serie de valores como la disciplina, la fraternidad, el coraje, que atraen mucho.
Hablemos de sus novelas. ?Qu¨¦ le llev¨® a escribirlas? Una raz¨®n fue la lectura de las novelas de Flashman de George MacDonald Fraser, que brindan una perspectiva muy amena sobre las guerras sijs, el mot¨ªn de los cipayos o la invasi¨®n de Afganist¨¢n. Me di cuenta de que la ficci¨®n es una manera util¨ªsima de inspirar inter¨¦s por la historia. Y el uso de la imaginaci¨®n te permite llegar adonde no puedes con las herramientas del historiador. Puedes explorar la naturaleza humana y sus motivaciones. La historia es historia, hechos, no especulaciones. En la novela entras en la psicolog¨ªa. Hasta cierto punto, creo que la novela puede incluso ser m¨¢s real que la historia.
La novela le permite vengarse de los canallas de la historia. En 'Hart, el Zul¨²', lo hace: ?hay que ver c¨®mo pone verde a Lord Chelmsford! Es cierto, mi respuesta emocional a aquellos hechos, a los embustes del general para librarse de las responsabilidades, cargando el muerto a los otros, especialmente al coronel Durnford, un buen chivo expiatorio porque cay¨® en Isandlwana, est¨¢ en esa novela. La gente no suele pagar por sus pecados. La ficci¨®n te da una v¨ªa para pasar cuentas.
En realidad, Chelmsford muri¨® a los 78 a?os en su club, jugando al billar. As¨ª es. Aunque la reina Victoria lo cal¨® y nunca volvi¨® a tener un mando activo.
Su Hart se parece mucho al protagonista de aquella maravillosa novela 'Pabellones lejanos', de M. M. Kaye. Es cierto, es una coincidencia porque no la ten¨ªa en mente al escribir, pero el car¨¢cter de los dos personajes es muy parecido, ambos son mestizos, uno de past¨²n, el otro de zul¨², outsiders, est¨¢n entre dos mundos, algo que por otro lado es habitual en las historias de aventuras, para mostrar las cosas desde dos ¨¢ngulos; ah¨ª est¨¢ Harry Potter, sin ir m¨¢s lejos.
Y Kim, claro. Por supuesto. En todos nosotros hay algo de outsiders. Mi bisabuelo, ?sabe?, era armenio. Vivi¨® cosas parecidas a las de Hart en este pa¨ªs. Mi padre era m¨¢s oscuro que yo. Me identifico con Hart y con todos los outsiders.
Me inquieta... Hart no es precisamente un dechado de moral. Es un term¨®metro moral de la novela, quiz¨¢ se equivoque, pero trata de hacerlo lo mejor posible.
?Lo de que el progenitor de Hart condicione el acceso a unas rentas a que el joven gane la Cruz Victoria era algo habitual? Me lo he inventado, pero todo oficial en esa ¨¦poca so?aba con esa medalla, era la culminaci¨®n de la carrera militar y abr¨ªa la puerta a muchas recompensas y privilegios.
Como historiador, ?siente que traiciona algo al escribir una novela sobre el periodo que es objeto de sus investigaciones? Cuando empec¨¦, ahora ya no. No tengo ning¨²n reparo. Creo que te beneficia escribir ficci¨®n, sales del ¨¢rea tranquila, de la zona segura en la que operas normalmente. Estoy muy orgulloso de mis novelas, de haber salido de mi sal¨®n confortable. Incluso siento que lo m¨¢s importante son mis obras de ficci¨®n. Por supuesto, sigo siendo historiador.
Forma usted parte de una nueva generaci¨®n de historiadores militares, tras Keegan, Max Hastings, Beevor. Definitivamente s¨ª, soy un historiador posimperial. La diferencia es que en mi generaci¨®n, que no hemos experimentado la guerra a no ser el que haya ido voluntario, somos mucho m¨¢s cr¨ªticos con el Ej¨¦rcito brit¨¢nico. Eso no quiere decir que no les debamos mucho a nuestros predecesores, los tres que ha citado escriben muy buena historia narrativa, y eso signific¨® un cambio muy importante. Beevor es muy comercial y ha popularizado el g¨¦nero, de lo que nos beneficiamos todos.
Ya que hablamos de Beevor, usted tambi¨¦n ha desvelado algunos hechos de la Segunda Guerra Mundial. Como el mot¨ªn de Salerno. Un hecho muy poco conocido, s¨ª. En septiembre de 1943, 600 hombres del X Cuerpo rehusaron ser asignados a nuevas unidades y se amotinaron. Cerca de 200 fueron llevados a una corte marcial, el mayor n¨²mero en la historia del Ej¨¦rcito brit¨¢nico. Mi trabajo sobre ese caso que hab¨ªa sido silenciado 75 a?os provoc¨® un gran esc¨¢ndalo.
?Cu¨¢l es su opini¨®n sobre Afganist¨¢n? Enviar tropas a un pa¨ªs extranjero no es una soluci¨®n. Imagin¨¦monos por un momento que fu¨¦ramos nosotros los invadidos. La ¨²nica forma de arreglar el conflicto es pol¨ªtica. Nunca estableceremos lugares seguros en Afganist¨¢n. Habr¨¢ que irse. Soy muy pesimista. Los pol¨ªticos deber¨ªan consultarnos m¨¢s a los historiadores.
La jornada con Saul David es redonda porque al acabar la entrevista pasamos, con el responsable de eventos del National Army Museum, Julian Farrance, a las salas del museo para las fotos y el historiador y novelista posa entre los recuerdos de las guerras victorianas. Luego, David nos invita a la conferencia sobre Afganist¨¢n que da a continuaci¨®n en la pinacoteca del museo. La sala est¨¢ llena y se recibe a David con honores de estrella. Se desenvuelve con soltura y demuestra ser tan ameno en directo como le¨ªdo. Mientras habla de las masacres y atrocidades de las viejas guerras afganas, es imposible no dejar volar la imaginaci¨®n y trasladarse desde la c¨®moda butaca a una tierra lejana y peligrosa. Un lugar donde se pone a prueba el coraje, y ante el vociferante enemigo no hay otra que cerrar filas, apretar los dientes y echar mano de Kipling: "Cuanto peor va todo, m¨¢s debemos insistir".
Una estrella ascendente de la historia militar
Saul David naci¨® en 1966 en Monmouth, Gales, as¨ª que tiene relaci¨®n con el 24? regimiento de infanter¨ªa que luch¨® contra los zul¨²es y parte de cuyos integrantes eran galeses (en la foto, el escritor aparece junto a un maniqu¨ª del National Army Museum con el uniforme de esa unidad). Que su nombre y su apellido sean los de dos grandes reyes guerreros b¨ªblicos tambi¨¦n ha debido predisponerlo al inter¨¦s por la cosa b¨¦lica.
Profesor de historia militar en la Universidad de Buckingham desde 2009, es conocido especialmente por sus trabajos sobre las guerras victorianas, aunque tambi¨¦n ha investigado hechos pol¨¦micos de la Segunda Guerra Mundial. En Reino Unido es muy popular por sus apariciones en documentales de la BBC. Ahora est¨¢ preparando un libro sobre la historia del Ej¨¦rcito brit¨¢nico. Debut¨® en la ficci¨®n en 2009 con Hart, el Zul¨² (Edhasa), la primera entrega de las aventuras de George Hart, de la que se han vendido m¨¢s de 100.000 ejemplares en Reino Unido. La segunda novela, Hart of Empire, ambientada en la segunda guerra afgana, acaba de salir en ingl¨¦s.
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