Par¨ªs se acaba en Marigny
Nombrar¨¦ algunos lugares de Par¨ªs, poco o nada tur¨ªsticos: el asilo de ancianos donde muri¨® Samuel Beckett, el pac¨ªfico jard¨ªn de la ¨²ltima casa de Delacroix (Place de F¨¹rstenberg), el caf¨¦ Les Editeurs (su sopa de pescado parece pensada para Perec), la tumba de Berta Bocado en el cementerio de Montparnasse, el coqueto museo de la Legi¨®n de Honor (puro Tint¨ªn), el chabacano y a la vez elegante Hotel du Nord (todav¨ªa en pie, el mismo de la pel¨ªcula de Arletty y Louis Jouvet), la Rue Vaneau y su implacable m¨¢quina de crear misterios, la casa de Gertrude Stein en el 27 de la Rue de Fleurus (all¨ª hay siempre una rosa, que es una rosa y es una rosa y siempre lo ser¨¢) y el lugar de los Champs ?lys¨¦es en el que en 1938 un ¨¢rbol mat¨® a ?d?n von Horv¨¢th, dramaturgo y novelista h¨²ngaro.
El autor
La buhardilla de Duras
Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) vivi¨® dos a?os en Par¨ªs, en 1974, en una buhardilla alquilada a la escritora Marguerite Duras. De aquello escribi¨® despu¨¦s Par¨ªs no se acaba nunca, en la que, como todos sus libros, mezcla la vida real y la de la literatura, en un juego de espejos. Lector empedernido y viajero habitual, su ¨²ltima novela, la aclamada Dublinesca, recorre la ciudad de Joyce. M¨¢s informaci¨®n en su web, www.enriquevilamatas.com .
?Qu¨¦ sabemos de Von Horv¨¢th? Sus amigos de juventud siempre contaban que un d¨ªa, paseando por los Alpes, se encontr¨® de golpe con el esqueleto de alguien que llevaba muchos a?os fuera ya del mundo. Del muerto no quedaban m¨¢s que unos huesos, pero a su lado hab¨ªa una bolsa intacta. Von Horv¨¢th la abri¨® y hall¨® una tarjeta postal que dec¨ªa: "Me lo estoy pasando bomba". Un d¨ªa, los amigos de Von Horv¨¢th le preguntaron qu¨¦ hab¨ªa hecho con aquella postal. "Fui a correos y la mand¨¦, ?qu¨¦ m¨¢s pod¨ªa hacer?", les dijo.
No dudo que habr¨¢ tambi¨¦n alg¨²n futuro visitante de Par¨ªs que, tal vez para tomar precauciones y evitar pasar alguna vez cerca del casta?o peligroso, se estar¨¢ preguntando en qu¨¦ lugar exactamente de los Champs ?lys¨¦es cay¨® abatido Von Horv¨¢th, y tambi¨¦n si sigue all¨ª el ¨¢rbol asesino. Y aqu¨ª debo decir que me cost¨® averiguar el lugar exacto de aquella muerte por ¨¢rbol, porque todas las breves biograf¨ªas de Von Horv¨¢th que iba encontrando se limitaban siempre a informar de su nacimiento en Rijeka (la antigua Fiume) para luego a?adir, como de pasada y quiz¨¢s buscando siempre el golpe de efecto, que muri¨® en 1938 fulminado por la rama de un ¨¢rbol -a veces tambi¨¦n dec¨ªan que lo parti¨® un rayo- en plenos Champs ?lys¨¦es. Tantas veces le¨ª ese desenlace biogr¨¢fico en sus contrasolapas que al final, cada vez que volv¨ªa a tropezar con la historia del casta?o o del rayo, terminaba por simular que acababa de leer algo muy sorprendente.
M¨¢s sorprendente en cambio fue la dificultad que tuve para averiguar el lugar de los Champs ?lys¨¦es donde Von Horv¨¢th cay¨®. Alguien me habl¨® de que a Danilo Ki le hab¨ªan conmovido las circunstancias del fin de Von Horv¨¢th y hab¨ªa escrito sobre ellas en el relato El ap¨¢trida, que durante un tiempo pens¨® incluir en su Enciclopedia de los muertos. Ese triste y po¨¦tico relato no me dio pistas sobre el lugar del accidente, pero s¨ª me llev¨® a leer a un compatriota de Ki, donde encontr¨¦ por fin el dato que buscaba. ?d?n von Horv¨¢th cay¨® fulminado junto al teatro Marigny, en la confluencia de los Champs ?lys¨¦es con la Avenue Marigny. La noche era tormentosa. ?l hab¨ªa quedado por los alrededores del teatro con el director de cine Robert Siodmak para hablar de una posible adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de su mejor novela, Juventud sin Dios.
El casta?o que le asesin¨® est¨¢ ah¨ª, junto al teatro y el viajero que as¨ª lo desee puede sentarse bajo su sombra y meditar sobre la fragilidad de la vida. Cierta leyenda parisina asegura que en el Marigny es donde termina secretamente la ciudad. Para llegar con facilidad al teatro, lo mejor es situarse en la Place de la Concorde y dirigirse hacia el Arc de Triomphe de L'Etoile por la acera de la derecha de la avenida de los Champs ?lys¨¦es. Antes de dar con el Marigny puede que crucemos por una zona agreste con hayas y casta?os, donde en una ¨¦poca muy remota estuvieron los l¨ªmites de la ciudad. Una vez ante el Marigny, el viajero tratar¨¢ de adivinar cu¨¢l pudo ser el leve error que condujo a Von Horv¨¢th, la noche de autos, a dejar su refugio bajo la marquesina del teatro.
Despu¨¦s, si rodea por fuera el gran local, puede que encuentre la discreta placa que hace solo 14 a?os alguien dedic¨® a tan singular muerte. En el caso de que el viajero quiera arriesgarse a ir all¨ª en noche de tormenta le ir¨¢ bien contar para semejante aventura con una linterna o mejor con la luz de un farol como aquel que llev¨® una noche Ram¨®n G¨®mez de la Serna al Museo del Prado para as¨ª poder ver de una forma distinta las pinturas que solo hab¨ªa visto hasta entonces con luz solar.
Lo sombr¨ªo siempre dice m¨¢s la verdad que lo soleado, por lo que ver de noche y con tormenta la placa dedicada a Von Horv¨¢th, verla a farolazos, puede ser una experiencia que acerque m¨¢s al viajero a la verdad dif¨ªcil de lo que pudo ocurrir aquella noche fatal de 1938 en un lugar tan c¨¦ntrico (no solo de Par¨ªs sino del mundo) y al mismo tiempo tan extra?o porque es donde en secreto la ciudad se acaba.
Quien redact¨® la placa no cay¨® en la cuenta de que el nombre de Champs ?lys¨¦es procede de la mitolog¨ªa griega, que designaba as¨ª a la gran morada de los muertos reservada a las almas virtuosas. Una pena. Porque quiz¨¢s a la luz de ese dato, la muerte de ?d?n von Horv¨¢th podr¨ªa haber quedado mejor iluminada. Tal vez a aquella rama del casta?o la debilit¨® un rayo en plena tempestad, y el rayo dio luz instant¨¢nea a la sombra del dramaturgo h¨²ngaro, que qued¨® as¨ª se?alado, perfectamente el¨¦ctrico entre los muertos: ¨²nica alma virtuosa a aquellas horas en la gigantesca gran morada mortal, tambi¨¦n gran avenida de los vivos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.