Malestar general
Entre las dolencias del esp¨ªritu y las del cuerpo siempre nos hemos hecho un poco de l¨ªo. Lo cual tiene su l¨®gica, porque no hay como obstinarse en buscar al uno para tropezar con el otro. Ya nos advirti¨® Pascal que quien quiere hacerse el ¨¢ngel suele acabar haciendo el bestia (no hay nada m¨¢s peligroso que un santo suelto) y supongo que tambi¨¦n es cierto lo opuesto, porque nadie m¨¢s ang¨¦lico que quienes se empe?an en ser animales como los dem¨¢s. De modo que solemos hacer diagn¨®sticos cl¨ªnicos sobre los vicios, mientras que reprochamos las enfermedades como s¨ªntoma o castigo del desorden moral. Lo dicho: un l¨ªo.
El fogoso Dominique Strauss-Khan ha vuelto a Francia, donde uno de los santones de su partido -Michel Rocard- le ha calificado nada menos que de "enfermo mental" por su falta de control en los negocios sexuales. Sin embargo, las acusaciones contra el referido no fueron tanto por una concupiscencia insaciable como por falta de respeto a la libertad del pr¨®jimo: no es lo mismo tener buen apetito que ser antrop¨®fago. Seguramente la arrogancia y la prepotencia pueden corregirse (a base de sustos como el que se ha llevado DSK, por ejemplo) pero dudo que puedan curarse con tratamientos m¨¦dicos. Sin duda hay quien obtiene ganancias de gestionar los antiguos vicios como "adicciones" y convertirlos en trastornos psicosom¨¢ticos: lo que est¨¢ por ver es si ese paso de la moral a la higiene mejora realmente a las personas adem¨¢s de modificar a veces sus conductas. Yo soy de los que prefieren ser malo a estar malito, aunque me quede en minor¨ªa.
Arrogancia y prepotencia pueden corregirse, pero dudo que puedan curarse con medicinas
Pero aun as¨ª, me molesta la indebida moralizaci¨®n de las enfermedades, que es el reverso de lo que acabo de comentar. Algunas de las mujeres que m¨¢s me han querido y a las que he querido m¨¢s, empezando por mi madre, me han desesperado convirtiendo cada uno de mis resfriados o de mis indigestiones en el justo castigo de mi mala conducta: "Claro, como vuelves a las tantas...", "si te hubieras quedado en casa estudiando en lugar de ir al hip¨®dromo...", "si no te empe?ases en tomar bac¨®n en el desayuno...", "si no te hubieras ba?ado con sirimiri para impresionar a esa chica...". Inevitablemente, la recuperaci¨®n de la salud pasaba a su entender por privarme de placeres: "Pues no fumes", "pues no bebas", "pues no comas esto o lo otro", "pues no salgas o no vayas adonde te apetece", "pues no...", en fin, pues no hagas lo que quieres hacer. Resumen: goza, peca y te pondr¨¢s enfermo; sufre, renuncia y mejorar¨¢s. Seg¨²n estas celosas guardianas del orden c¨®smico, no hay dolencia inocua ni inocente: todas son s¨ªntomas de culpabilidad. Para ser ecu¨¢nime, aclaro que tambi¨¦n hubo mujeres en mi vida que alentaron mi af¨¢n de transgresiones: con ellas casi siempre me puse malo, pero nunca me sent¨ª mal.
?Qu¨¦ le vamos a hacer! Los l¨ªmites del cuerpo y del esp¨ªritu son borrosos, sus malestares se confunden, sus trastornos se interfieren. La higiene es una forma de moral y viceversa. Los promotores de la mens sana in corpore sano no est¨¢n proponiendo un bello ideal sino formulando un axioma culpabilizador. ?Qui¨¦n se atreve hoy a negar que la obesidad es un pecado y la ambici¨®n una dolencia? Consideramos un atraso que los pueblos primitivos declaren que cualquier patolog¨ªa se debe a la animadversi¨®n de un hechicero, que todo mal es mal de ojo y que nadie muere por causas naturales sino por haber pisado la raya roja, aunque sea inadvertidamente. Pero tambi¨¦n en el siglo XX hubo quien declar¨® que el sida era un castigo divino contra los viciosos... Ser consecuentemente morales nos resulta dif¨ªcil, pero pretender ser naturales es sencillamente imposible.
Babelia
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