Wangari Maathai, la Nobel de la Paz que plant¨® 47 millones de ¨¢rboles
La lucha de la bi¨®loga keniana aun¨® medio ambiente, feminismo y derechos humanos
La concesi¨®n del Premio Nobel de la Paz la cogi¨® trabajando. Era un d¨ªa de octubre de 2004 y para celebrarlo hizo lo que llevaba a?os alentando -y realizando-: plant¨® un ¨¢rbol. Otro m¨¢s. Anteayer, al despedirse del mundo en un hospital de Nairobi, quedaban m¨¢s de 47 millones de ¨¢rboles plantados gracias a su impulso. Su herencia incluye tambi¨¦n una lecci¨®n: la lucha por el medio ambiente es una suma de luchas. Ha muerto Wangari Maa-thai, la bi¨®loga keniana que aun¨® bajo el mismo paraguas el desarrollo sostenible y los derechos humanos.
"La paz en la Tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente. Maathai se sit¨²a al frente de la lucha en la promoci¨®n del desarrollo econ¨®mico, cultural y ecol¨®gicamente viable en Kenia y en ?frica". As¨ª argument¨® el comit¨¦ del Nobel de la Paz la concesi¨®n, la primera a una africana. Al recibirlo en Oslo, la que algunos bautizaron como la mujer ¨¢rbol lanz¨® un alegato: "La industria y las instituciones internacionales deben comprender que la justicia econ¨®mica, la equidad y la integridad ecol¨®gica valen m¨¢s que los beneficios a toda costa".
Su activismo la llev¨® primero a la c¨¢rcel, y despu¨¦s al Gobierno de Kenia
Cuando recibi¨® el Nobel, ten¨ªa 3.000 viveros atendidos por 35.000 mujeres
Wangari Maathai (Ihithe, Kenia, 1940) tuvo una vida muy poco com¨²n para una africana de su generaci¨®n. Aunque como casi todas las ni?as iba a por agua -"muy limpia, no contaminada"-, ella logr¨® estudiar. Primero con las monjas. Luego, gracias a una beca, se licenci¨® en Biolog¨ªa en Estados Unidos. Volvi¨® a Kenia con la independencia reci¨¦n estrenada e inici¨® una carrera docente que la conducir¨ªa por los pelda?os del activismo.
La primera doctora universitaria en ?frica del Este -en 1971- comenz¨® por dar la batalla en defensa de la libertad de c¨¢tedra en un pa¨ªs que se encaminaba hacia el autoritarismo y la corrupci¨®n. Recal¨® en la Asociaci¨®n de Mujeres Universitarias, donde ampli¨® su lucha y se lanz¨® en contra de la discriminaci¨®n salarial de las profesoras frente a sus colegas masculinos. En el escal¨®n del feminismo entr¨® en contacto con las mujeres del campo, cada vez m¨¢s deforestado. "Hablaban de cosas que vi relacionadas: inseguridad alimentaria, malnutrici¨®n; falta de agua, de le?a y de ingresos", explic¨® a EL PA?S en 2004. "Yo les dije: 'Si no ten¨¦is le?a, plantad ¨¢rboles". Corr¨ªa el a?o 1977 y surg¨ªa el Movimiento Cintur¨®n Verde (GBM, en sus siglas en ingl¨¦s). Las mujeres empezaron a gestionar semillas y a plantarlas. Primero en sus parcelas, luego en los terrenos p¨²blicos con el apoyo -y un peque?o pago si el ¨¢rbol sobreviv¨ªa- del GBM. Cuando Wangari recibi¨® el Nobel su movimiento ten¨ªa organizados 3.000 viveros, atendidos por 35.000 mujeres.
La imagen de aquel arroyo limpio de la infancia sigui¨® siempre en la mente de la bi¨®loga. Ya no estaba limpio. Las batallas llevaron varias veces a la c¨¢rcel a esta activista cuya lucha -y la de sus miles de seguidores- evitaron que se construyera un rascacielos en el mayor parque de Nairobi o que se privatizara un espacio natural de la capital keniana para construir chal¨¦s. El presidente Daniel Arap Moi lleg¨® a calificar a Maathai como una "amenaza para la seguridad del Estado". Pero el mandatario cay¨® por fin y en 2002, Maathai fue nombrada viceministra de Medio Ambiente. Era el momento de pasar al otro lado para esta luchadora que se convirti¨® en diputada. Sus consejos volaron a Espa?a. En el programa electoral del PSOE en 2008 se incluy¨® su propuesta de plantar ¨¢rboles -uno por cada ciudadano-. Unos meses despu¨¦s, el Partido Popular prometi¨® que multiplicar¨ªa esa cifra por 10, hasta llegar a la ut¨®pica cifra de 500 millones de ¨¢rboles.
Un c¨¢ncer de ovarios ha arrebatado la vida a la premio Nobel. Una mujer que tuvo que soportar que en su sentencia de divorcio el juez la calificara de "cabezota, triunfadora, con mucho nivel educativo, demasiado fuerte y muy dif¨ªcil de controlar". Ella, que nunca se rindi¨® ante los abusos, lo dej¨® dicho: "La experiencia me ha ense?ado que servir a los otros tiene sus recompensas. Los seres humanos pasamos tanto tiempo acumulando, pisoteando, negando a otras personas. Y sin embargo, ?qui¨¦nes son los que nos inspiran incluso despu¨¦s de muertos? Quienes sirvieron a otros que no eran ellos". Como ella.
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