La memoria de un hombre bueno
A Mauricio Hatchwell Toledano tambi¨¦n le caracteriza el retorno de la milenaria historia del juda¨ªsmo. Su primer retorno fue a Espa?a, tierra en la que anta?o convivieron las tres grandes religiones. Naci¨® en Marruecos pero nunca olvid¨® que su familia proced¨ªa de Sefarad. Con su esposa Monique -que hace unas semanas perdi¨® tambi¨¦n a su madre- recal¨® en Madrid, donde vio nacer a sus hijos y nietos y despleg¨® su inteligencia y sensibilidad, llegando a presidir la Comunidad Jud¨ªa de Madrid.
Mauricio Hatchwell se dedic¨® al comercio, labrando amistades inquebrantables desde la conversaci¨®n sincera y las palabras justas. Fue un empresario de amplias miras, uno de los pioneros en las relaciones con China, en el terreno de las nuevas tecnolog¨ªas que tambi¨¦n import¨® de la siempre fecunda Israel.
Form¨® con otros espa?oles -entre los que debo recordar a mi hermano Fernando, asesinado por ETA- una asociaci¨®n empe?osa en acercar a Espa?a e Israel. Colabor¨® en que ambas naciones establecieran relaciones diplom¨¢ticas y trabajo en la Comisi¨®n del oro nazi, impulsada por Aznar.
La tradici¨®n jud¨ªa dice que la memoria de los hombres buenos perdura en quienes les amaron. Por ello su esp¨ªritu sigue entre nosotros.
En su ¨²ltimo retorno a la Jerusal¨¦n dorada, donde ser¨¢ enterrado, quiero brindar por ¨¦l ante su familia y sus amigos con un emocionado Le Haim.
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