Las listas del 20-N
Una vez disuelto el Parlamento, la confecci¨®n de las candidaturas para el 20-N anima el comienzo de la campa?a electoral. El n¨²mero de esca?os al alcance de los partidos en cada circunscripci¨®n (seg¨²n las predicciones de los sondeos) divide dr¨¢sticamente a los candidatos por el lugar que ocupan en las listas cerradas y bloqueadas: los privilegiados, con un puesto de salida pr¨¢cticamente seguro, y los desahuciados, simple material de relleno en la papeleta. Los dos grandes partidos son el principal escenario de las pugnas libradas por los aspirantes para no ser excluidos ni preteridos en las listas. La profesionalizaci¨®n pol¨ªtica de los dirigentes de los partidos a trav¨¦s de la ocupaci¨®n de cargos p¨²blicos electos relaciona ese desigual destino con la lucha por el empleo.
Las malas perspectivas electorales del PSOE influyen sobre el proceso de selecci¨®n de sus candidatos
En esta convocatoria, el PP parece libre de preocupaciones, ya que los sondeos le auguran un trozo creciente de la tarta a repartir en las C¨¢maras. La conquista el 22-M de nuevos ayuntamientos y autonom¨ªas le proporcion¨® ya un amplio margen para recompensar a su s¨¦quito. Y su probable victoria el 20-N le conceder¨¢ abundantes cargos de libre designaci¨®n en la Administraci¨®n central para acallar eventuales descontentos.
En cambio, el PSOE teme una seria reducci¨®n de sus diputados y senadores. Reci¨¦n salido del grave descalabro municipal y auton¨®mico de hace cinco meses, la demanda de los presidentes y alcaldes derrotados aumenta la presi¨®n para repartir los menguantes esca?os en el Parlamento. La conveniencia de garantizar la presencia de veteranos y expertos a fin de contar con sus conocimientos en el grupo parlamentario condiciona tambi¨¦n la selecci¨®n de v¨ªctimas del forzado ERE.
Los m¨¦ritos burocr¨¢tico-partidistas para disponer de un puesto de salida en las listas pueden colisionar con las exigencias renovadoras de lobbies de g¨¦nero, territoriales, generacionales o ideol¨®gicos. La teor¨ªa cl¨¢sica de la representaci¨®n pol¨ªtica del diputado como mandatario de toda la naci¨®n, presente todav¨ªa en la Constituci¨®n de 1978 a trav¨¦s de preceptos como la interdicci¨®n del mandato imperativo de los parlamentarios, est¨¢ siendo carcomida por otras concepciones representativas de distinta naturaleza.
No se trata solo de que la representaci¨®n partidista sea la clave de arco de un Estado de partidos. La representaci¨®n de g¨¦nero tiene ya estatus legal tras la reforma del r¨¦gimen electoral introducida en 2007 por la ley de igualdad efectiva de hombres y mujeres, que fija un m¨ªnimo del 40% para cada sexo en las listas electorales. La representaci¨®n sectorial de las generaciones, las religiones, los territorios y las profesiones gana tambi¨¦n fuerza en la designaci¨®n de los candidatos. Pero si esa tendencia fuese llevada hasta el ¨²ltimo extremo, la representaci¨®n pol¨ªtica sobre la que descansa la democracia quedar¨ªa sustituida por una representaci¨®n sociol¨®gica merecedora m¨¢s bien de figurar en una oferta de hipermercado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.