La igualdad no est¨¢ en la agenda de los pol¨ªticos
Las yemen¨ªes conf¨ªan en que las nuevas generaciones de los partidos reconozcan su emancipaci¨®n
La participaci¨®n de las mujeres en revueltas populares que este a?o han sacudido el mundo ¨¢rabe ha sorprendido tanto o m¨¢s que los propios levantamientos. Aunque las miles de activistas cubiertas de negro que se manifiestan en Bahr¨¦in o Yemen no resulten un modelo de liberaci¨®n a ojos occidentales, su presencia en el espacio p¨²blico constituye un avance entre las capas m¨¢s conservadoras de la isla-Estado y mucho m¨¢s en la patriarcal sociedad yemen¨ª. Pero tras el prometedor inicio de su salida a la calle, empiezan a surgir signos preocupantes sobre el impacto real de esta primavera en los derechos de la mujer.
"Nadie est¨¢ hablando de las mujeres. Los pol¨ªticos no piensan en nosotras y la igualdad de g¨¦nero no es una prioridad", denuncia Nadia al Sakkaf, directora del Yemen Times y miembro de Watan, un grupo de presi¨®n yemen¨ª por los derechos de las mujeres.
Solo hay 11 mujeres entre los 142 activistas del consejo revolucionario
En San¨¢, ellos se manifiestan por la ma?ana y ellas, por la tarde
En su opini¨®n tienen un problema de visibilidad y de representaci¨®n. Apenas 11 de los 142 miembros que inicialmente formaron el Consejo Nacional de la Revoluci¨®n (CNR, donde est¨¢n representados los principales grupos por el cambio) eran mujeres. Sin embargo, la elecci¨®n de una de ellas como portavoz ha servido para ampliar ese foro y elevar su presencia hasta el 15% (la mitad de lo que aspiraban).
"Ha sido incre¨ªble el compromiso y la participaci¨®n de las mujeres", afirma Rana Jarhum, una de las feministas que anima Watan. Hasta tal punto que el propio presidente Ali Abdal¨¢ Saleh, oficialmente un abanderado de los derechos de la mujer, se quej¨® de la mezcla de sexos en las protestas, en un intento de manchar la imagen de los manifestantes. En realidad, nunca ha existido la m¨¢s m¨ªnima confusi¨®n. Tanto en la plaza de la Perla de Manama, como en la de la Universidad de San¨¢, las mujeres ten¨ªan reservado su sitio. En las marchas cada sexo ocupaba un lado de la calle.
Tanta precauci¨®n tiene m¨¢s que ver con el puritanismo local que con las leyes de esos pa¨ªses que, al menos formalmente, no establecen la segregaci¨®n como s¨ª ocurre en Arabia Saud¨ª. Pesa, sin embargo, la opresiva tradici¨®n patriarcal que muchos temen que se cuestione. Tal vez por ello, alguien ha recurrido a separar con una barrera f¨ªsica la zona de mujeres en la acampada de San¨¢ y desde hace un par de meses los hombres se manifiestan por la ma?ana y las f¨¦minas por la tarde.
"Es cierto que ha habido tensiones entre el grupo de las mujeres y los conservadores, e incluso algunas fueron golpeadas", se?ala Jarhum. Todos los ojos miran al Islah, el partido islamista, que es el m¨¢s organizado y el que tiene mayor n¨²mero de seguidores. "Tenemos cierto temor porque son los mejor organizados y pueden tener la tentaci¨®n de imponer su criterio, pero el Islah no es monol¨ªtico", declara Hooriah Mashoor, la portavoz del CNR.
A diferencia de algunos liberales que prefieren apoyar a Saleh antes que correr el riesgo de un Gobierno del Islah, Mashoor, una antigua militante socialista y feminista activa, conf¨ªa en que las nuevas generaciones de ese partido desplacen a los tradicionalistas conservadores y lo dirijan hacia la democracia y el reconocimiento de los derechos humanos, incluidos los de las mujeres.
Algunos observadores occidentales tienen dudas. "Resulta dif¨ªcil ver c¨®mo un partido cuyos l¨ªderes se muestran contrarios a la presencia de la mujer en la administraci¨®n puede conducir el pa¨ªs hacia la modernidad y el desarrollo", advierte un embajador. Tanto diplom¨¢ticos como activistas locales coinciden en que "la participaci¨®n de la mujer es uno de los principales indicadores de una sociedad civil".
Tras su detenci¨®n el pasado enero, la flamante Nobel de la Paz Tawakul Kerman solo recuper¨® la libertad despu¨¦s de que su marido firmara un documento comprometi¨¦ndose a no volver a dejarla salir de casa. Es tal vez el mejor ejemplo de los obst¨¢culos que afronta la mujer en la pen¨ªnsula ar¨¢biga. Consagrada en las leyes, como en Arabia Saud¨ª, o en las tradiciones patriarcales, como en Yemen, la imagen de la mujer como una eterna menor de edad, necesitada de la protecci¨®n del var¨®n, sigue muy arraigada en toda la regi¨®n. La primavera ¨¢rabe no triunfar¨¢ a menos que logre acabar con esa idea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.