Una profec¨ªa cumplida y port¨¢til
Microcultura, creaci¨®n port¨¢til, producci¨®n cultural sostenible... Da igual el nombre que se le otorgue, aunque la ¨²ltima propuesta suene un poco a ortopedia ling¨¹¨ªstica de gestor de subvenciones con las arcas vac¨ªas (o, al menos, menguadas): tras la era de la cultura como (aparatoso) acontecimiento parece consolidarse la era de una cultura instant¨¢nea, sint¨¦tica, aparentemente leve, que saca partido de la democratizaci¨®n de las herramientas creativas propiciada por los avances tecnol¨®gicos y, al mismo tiempo, se afirma como la mejor estrategia de supervivencia en tiempos de crisis. Las formas no son necesariamente nuevas, pero s¨ª su expansi¨®n y, sobre todo, su asumida condici¨®n de signo de los tiempos.
Las formas 'micro' no son necesariamente nuevas, pero su expansi¨®n no para
Puestos a buscar precedentes, uno podr¨ªa pensar en el c¨¦lebre microcuento del dinosaurio de Monterroso o en esa paradoja apocal¨ªptica que inspir¨® a Fredric Brown un delicioso juego de ingenio -"El ¨²ltimo hombre sobre la Tierra estaba sentado en una habitaci¨®n. Llamaron a la puerta..."-, en la precisi¨®n po¨¦tica del haiku o en esa famosa dial¨¦ctica establecida por el cr¨ªtico Manny Farber entre el Arte Elefante Blanco y el arte termita, pero quiz¨¢ sea m¨¢s justo considerar que todo esto parece la profec¨ªa cumplida de Italo Calvino, que en su serie de conferencias Seis propuestas para el pr¨®ximo milenio, ya establec¨ªa las bases de una est¨¦tica futura a trav¨¦s de los siguientes valores: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia.
El fen¨®meno aflora cuando la crisis econ¨®mica amenaza con desprofesionalizar el sector y obliga a las viejas industrias culturales a pensar en la mutaci¨®n que podr¨ªa salvarles de una extinci¨®n anunciada, pero tambi¨¦n tiene que ver con algo m¨¢s inasible: cambios de paradigma y sutiles transformaciones de una sensibilidad colectiva que, mediante el tr¨¢nsito por las luces y sombras del narcisismo, ha difuminado viejas convicciones sobre la intimidad y ha relativizado, entre muchas otras coordenadas de situaci¨®n, la distancia que tradicionalmente manten¨ªa el creador con su p¨²blico.
Habr¨¢ quien argumente que no es posible recrear Lo que el viento se llev¨® con c¨¢maras de m¨®vil o que el mon¨®logo interior de Leopold Bloom no se podr¨ªa desgranar en raciones de 140 caracteres, pero los microcreadores tienen, en ambos casos, una r¨¦plica f¨¢cil: ?alguien necesita hacerlo?, ?a¨²n no hab¨¦is ca¨ªdo en la cuenta de que lo micro responde a otras narrativas, a otra sensibilidad, a este presente que no se ha planteado no ya desafiar, sino ni siquiera comprobar su fecha de caducidad?
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