Alianzas, que no fusiones
El debate sobre la eficiencia universitaria tiene actualidad. Ideas muy manidas, que sobran universidades o que sobran universitarios, rebrotan en los ¨²ltimos tiempos. Los recortes presupuestarios alcanzan ahora a la educaci¨®n superior; hay dificultades econ¨®micas e, incluso, algunos apuntan a que la financiaci¨®n del sistema universitario se halla en quiebra. Con ese panorama, ciertos pol¨ªticos desconf¨ªan del funcionamiento de la Universidad espa?ola. Ante esas posiciones con sesgo ideol¨®gico, hay que afirmar, con rotundidad, que la Universidad p¨²blica es eficiente y ha sabido dar una respuesta satisfactoria a las recientes demandas sociales de formaci¨®n de capital humano. Otros Gobiernos, como el franc¨¦s o el alem¨¢n, han incrementado los presupuestos de sus universidades a pesar de la crisis. Orientado hacia ese fin de eficiencia, se ha publicado estos d¨ªas un documento auspiciado por el Ministerio de Educaci¨®n. De sus 57 p¨¢ginas, dedica apenas media a una propuesta que ha llamado m¨¢s la atenci¨®n que las restantes. Sugiere el inicio de procesos de fusiones de universidades. Aunque su formulaci¨®n es simplista, nada profunda, se ha convertido en titular.
El tama?o de las universidades s¨ª importa. ?Con las fusiones se solucionar¨ªan muchos de sus problemas? No. Un sentido de econom¨ªa de escala podr¨ªa avalar semejantes procesos. Sin embargo, el logro de la excelencia acad¨¦mica apunta en sentido contrario. Siempre se dijo que los problemas y dificultades de la Complutense ten¨ªan relaci¨®n con su gran tama?o, y la mayor de las universidades europeas, la Sapienza romana con casi 150.000 estudiantes, no est¨¢ bien posicionada en los ranking internacionales. Por el contrario, las universidades m¨¢s reconocidas son de tama?o peque?o: Harvard apenas alcanza los 21.000 alumnos; Oxford, en torno a 20.000; Stanford o Cambridge son incluso algo menores. Si se pretende con las fusiones mejorar la posici¨®n de las universidades espa?olas en el panorama internacional, el camino parece equivocado.
Las alianzas entre universidades constituyen una clave fundamental de su progreso. La colaboraci¨®n entre instituciones y la emulaci¨®n de las buenas pr¨¢cticas internacionales. Buenos ejemplos de ello se encuentran en muchas de las propuestas presentadas a los Campus de Excelencia Internacional. La creaci¨®n de laboratorios compartidos o redes de universidades, que compartan recursos cient¨ªficos, incluso profesores, y favorezcan la movilidad en los programas de posgrado, son una f¨®rmula notable de mejora. Un ejemplo de buena pr¨¢ctica al respecto lo constituye el Sistema Estatal de California, con casi 200.000 estudiantes distribuidos en 10 campus (Berkeley, UCLA, San Diego, entre otros).
Sin embargo, s¨ª que se necesitan cambios. Muchos. En particular, los que estimulen ofertas de posgrado y doctorado menos locales como la creaci¨®n de escuelas interdisciplinarias o interuniversitarias. Los sistemas de toma de decisiones y de gobierno adolecen de bastantes deficiencias. La contrataci¨®n de profesorado debe tener apertura internacional, como recoge el informe aludido al comienzo.
De manera sorprendente, el Ministerio tambi¨¦n se ha puesto manos a la obra, en contraste con su escasa resoluci¨®n en cuestiones tan cruciales como el estatuto del profesorado o el gobierno universitario, para transformar semejantes ideas en un texto legislativo. Iniciativa que cabe, al menos, calificar de inoportuna.
Francisco Michavila es director de la C¨¢tedra UNESCO de Gesti¨®n y Pol¨ªtica Universitaria de la Polit¨¦cnica de Madrid.
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