Buena gente
El martes pasado escrib¨ª sobre la ub¨¦rrima cosecha de mangantes que hay en este pa¨ªs: la mala gente abunda, desde luego. Pero la buena tambi¨¦n. Gente buena y valiente como las cooperantes de MSF secuestradas cerca de Somalia, dos chicas a las que por desgracia ahora hemos puesto nombre y rostro, pero que forman parte de una an¨®nima multitud de voluntarios que andan por el mundo en destinos dur¨ªsimos, arrostrando incomodidades y peligros por el desprestigiado y poco glamuroso af¨¢n de ayudar al pr¨®jimo.
Gente buena y estoica como esas mujeres que, al volver derrengadas a su casa tras haberse pasado 10 horas limpiando pisos por un sueldo de risa, se acercan a la casa de un vecino anciano e impedido y le asean un poco, y le preparan la cena, y le proporcionan la ¨²nica y preciosa compa?¨ªa con la que el viejo cuenta, aunque nada obliga a esas mujeres a hacer lo que hacen, salvo la compasi¨®n. Otra palabra bastante despreciada.
Gente buena y amable que, en su vida y su trabajo, tienen en cuenta a los dem¨¢s. Enfermeras de urgencias que en vez de tratar a los pacientes como ganado saben ponerse en el lugar del otro, y comprender su angustia. O administrativos capaces de levantarse de la silla para buscar un papel, un gesto nimio que puede suponer una enormidad para quien ha venido a resolver un tr¨¢mite. S¨ª, me consta que en este pa¨ªs hay mucha gente buena, es decir, personas emp¨¢ticas con los problemas del pr¨®jimo. Sin esos familiares, sin esos amigos que acogen y comparten, esta sucia crisis que atravesamos ser¨ªa m¨¢s brutal. Pero tambi¨¦n creo que algo debe de fallar de manera esencial en nuestra sociedad cuando nos es tan f¨¢cil ver a los malos y tan dif¨ªcil a los buenos. Cuando las historias crueles gozan de prestigio, pero las bondadosas nos resultan pueriles. Cuando un art¨ªculo como este nos parece ?o?o.
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