Balance provisional de la cat¨¢strofe
Espa?a tardar¨¢ mucho en volver a crecer, a menos que haga las reformas necesarias
1. La crisis econ¨®mica y financiera
No hay remedio pac¨ªfico conocido para la crisis de endeudamiento que aflige a las econom¨ªas occidentales. Las burbujas inmobiliarias en EE UU y en Espa?a alimentaron otra burbuja crediticia global en la que los bancos de Occidente llegaron a apalancar m¨¢s de cuarenta veces su capital para dar cr¨¦dito. Hasta que todo estall¨®. En la actualidad, no hay crecimiento econ¨®mico porque no hay cr¨¦dito, y no hay cr¨¦dito porque los bancos est¨¢n da?ados, y los bancos no se sanean porque no hay crecimiento econ¨®mico.
No hace falta inventar nada: basta copiar lo que est¨¢ funcionando
La tasa de paro del 21,2% es una anomal¨ªa aberrante en Europa
La estructura b¨¢sica del mercado laboral se hered¨® del franquismo
?Podr¨¢ Espa?a pagar su deuda? Es lo que quita el sue?o a nuestros acreedores
?Qu¨¦ hacer? la respuesta merece ser gritada: ?Reformas estructurales!
No va a haber cr¨¦dito en la econom¨ªa espa?ola en mucho tiempo
No basta con hacer recortes; hay que reducir gasto de manera estructural
Mientras ocurr¨ªa todo esto, ?Por qu¨¦ no actuaba el Banco de Espa?a?
Lo poco que se sabe de este tipo de crisis es que son de digesti¨®n muy lenta. Hay tres precedentes hist¨®ricos: la crisis japonesa de 1921, la Gran Depresi¨®n de 1929 y la crisis japonesa de 1989. Las dos primeras terminaron mediante ese supremo achatarramiento keynesiano que es la guerra: la de Manchuria en 1934 y la II Guerra Mundial en 1939. La tercera, dos d¨¦cadas despu¨¦s de su comienzo, a¨²n no se sabe cu¨¢ndo y c¨®mo terminar¨¢. Estas tres crisis dejaron algunas ense?anzas, pero a¨²n no hay doctrina establecida sobre c¨®mo salir de este tipo de situaciones por las buenas.
Hasta que Occidente no crezca, Espa?a no lo har¨¢. Pero cuando Occidente empiece a crecer, Espa?a tampoco lo har¨¢, a menos que haya introducido las reformas necesarias para adaptarse a la moneda ¨²nica europea y a la econom¨ªa globalizada. Somos tantos los que hemos escrito reclamando estas reformas, lo hemos escrito tantas veces y nos han hecho tan poco caso -excepto, un poquito, en materia de pensiones-, que lo que pide el cuerpo no es ponerse otra vez a escribir, sino ponerse a gritar. Pero seguiremos escribiendo. En lo que sigue de este apartado pasar¨¦ revista a las reformas pendientes, apoy¨¢ndome en tres cifras: cinco millones de parados, deuda exterior del 160% del PIB y d¨¦ficit p¨²blico del 9% del PIB.
- Cinco millones de parados
Espa?a aporta el 10% del PIB de la eurozona, el 14% de la poblaci¨®n y el 31% de los parados. ?S¨ª, uno de cada tres parados de la eurozona es espa?ol! Los cinco millones de parados espa?oles y la tasa de paro del 21,2% son una anomal¨ªa aberrante en Europa: la tasa de paro media de la eurozona es el 10%, menos de la mitad que en Espa?a, y tan solo otros 3 de los 17 Estados miembros tienen tasas de paro de dos d¨ªgitos: B¨¦lgica (11,7%), Portugal (12,3%) y Grecia (16,7%). ?Acaso somos m¨¢s holgazanes que los dem¨¢s? ?M¨¢s tontos? ?Sufrimos un castigo divino? ?No! Simplemente, tenemos un mercado de trabajo an¨®malo, disfuncional, que condena a la temporalidad precaria al 30% de los empleados, que genera bolsas millonarias de parados cada vez que viene una crisis...
Las estructuras b¨¢sicas de nuestro mercado laboral y de la negociaci¨®n colectiva siguen siendo las que se heredaron del franquismo en 1975: fueron dise?adas para una econom¨ªa aut¨¢rquica y corporativista. Las elevadas indemnizaciones por despido, causa importante de la temporalidad y del miedo empresarial a contratar, responden al paternalismo de un r¨¦gimen para el que no exist¨ªa el concepto de desempleo y, por tanto, no lo aseguraba. Ahora s¨ª se asegura. La negociaci¨®n colectiva, con su estructura jer¨¢rquica de convenios, tiene sus ra¨ªces en los antiguos sindicatos verticales y sigue siendo terriblemente eficaz a la hora de conseguir que los incrementos salariales no tengan nada que ver con los aumentos de productividad.
As¨ª no hay econom¨ªa que pueda funcionar. En 1986, Espa?a se integr¨® en la Uni¨®n Europea, no en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mal que les pese todav¨ªa a algunos. Debemos ser consistentes en el entorno en el que estamos obligados a competir, y para eso no hace falta inventar nada: basta copiar lo que est¨¢ funcionando bien en los Estados miembros que tienen tasas de desempleo de un solo d¨ªgito. En esa direcci¨®n van la propuesta de un contrato laboral ¨²nico con costes de despido crecientes con la antig¨¹edad, y la propuesta de flexibilizaci¨®n de la negociaci¨®n colectiva para dar protagonismo a la negociaci¨®n en el ¨¢mbito de la empresa. El Gobierno no se atrevi¨® a enfrentarse a los sindicatos y no plante¨® la reforma del mercado laboral en estos t¨¦rminos. Los cambios resultantes han sido mayoritariamente cosm¨¦ticos, y los que no lo han sido, como el fortalecimiento del poder sindical en la negociaci¨®n colectiva de las peque?as empresas, empeoran las rigideces del mercado de trabajo. Todo queda sobre la mesa del Gobierno que salga de las urnas en noviembre. Sin una reforma decidida, que reduzca la incertidumbre de las empresas a la hora de contratar, seguiremos siendo la anomal¨ªa de Europa y el paro seguir¨¢ aumentando.
- Una deuda exterior del 160% del PIB
La burbuja inmobiliaria ha dejado a Espa?a con una deuda exterior bruta del 160% del PIB. Esta ratio es una de las m¨¢s elevadas del mundo y ha sido antesala del desastre en muchos pa¨ªses que la han alcanzado. ?Podr¨¢ Espa?a pagar su deuda? Esto es lo que quita el sue?o a nuestros acreedores.
Para poder pagar una deuda externa de estas dimensiones, un pa¨ªs tiene que tener un crecimiento econ¨®mico vigoroso, superior a los pagos de intereses y devoluciones de principal. ?Cu¨¢nto crecer¨¢ Espa?a en, digamos, la pr¨®xima d¨¦cada? El servicio de estudios del BBVA estima que el crecimiento potencial en este periodo ser¨¢ inferior al 2% en t¨¦rminos reales. Esta cifra es m¨¢s baja que en d¨¦cadas anteriores, pero puede acabar siendo optimista porque supone un crecimiento de la productividad del 0,9% anual, tasa que no se observa en Espa?a desde hace mucho tiempo. A?adiendo un 2% de inflaci¨®n, se obtiene un crecimiento nominal te¨®rico de, aproximadamente, 4%, que es bajo para garantizar con certeza el pago de la deuda. Tambi¨¦n es bajo para generar la confianza necesaria para refinanciarla, puesto que los analistas internacionales estiman un crecimiento inferior, incluso, al 4%.
?Qu¨¦ hacer? La respuesta es tan obvia que merece ser gritada, otra vez: ?reformas estructurales! Seg¨²n el BBVA, el paquete de reformas que deber¨ªan adoptarse (mercado de trabajo, de la vivienda, de la energ¨ªa, educaci¨®n, Administraci¨®n P¨²blica, justicia, etc¨¦tera) subir¨ªa el crecimiento potencial de la econom¨ªa un punto porcentual, hasta el 3% en t¨¦rminos reales. Los efectos sobre el crecimiento se har¨ªan sentir solo a medio plazo, pero el efecto bals¨¢mico sobre la confianza de nuestros acreedores ser¨ªa inmediato y eso llevar¨ªa a una mejora de nuestras condiciones de financiaci¨®n.
El razonamiento del p¨¢rrafo anterior es puramente te¨®rico. Cuenta la an¨¦cdota que un analista le estaba explicando a George Soros un argumento de este tipo cuando el financiero le interrumpi¨®: "Oiga, joven, todo eso est¨¢ muy bien, pero ?va a haber cr¨¦dito?" "Ah, pues no, cr¨¦dito no", respondi¨® el analista. "Pues, entonces, no siga: la econom¨ªa no va a crecer", termin¨® Soros.
?Va a haber cr¨¦dito en la econom¨ªa espa?ola? No, cr¨¦dito no va a haber durante mucho tiempo. Y no lo va a haber por c¨®mo el Gobierno y el Banco de Espa?a han abordado la reestructuraci¨®n del sistema financiero tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Hab¨ªa dos opciones. En primer lugar, se pod¨ªa haber respetado la ortodoxia del Banco de Espa?a, elaborada a partir de la experiencia de varias crisis bancarias durante las cuatro ¨²ltimas d¨¦cadas. Esto implicaba obligar a las entidades de cr¨¦dito a reconocer las p¨¦rdidas latentes para, despu¨¦s, y en caso necesario, recapitalizar, fusionar, vender o liquidar. Esta opci¨®n hubiera tenido la ventaja de que las nuevas entidades, al estar saneadas, habr¨ªan podido dar cr¨¦dito sin dilaci¨®n; y hubiera tenido el inconveniente de incrementar el d¨¦ficit p¨²blico en varios puntos del PIB, y hubiese sustra¨ªdo a la inmensa mayor¨ªa de las cajas de ahorros, ahora bancos, de la tutela de los pol¨ªticos regionales.
La segunda opci¨®n, que fue la que se eligi¨®, hace tabla rasa de la ortodoxia del Banco de Espa?a. La estrategia consiste en obligar a las entidades a cumplir unas ratios de capital elevadas para garantizar su solvencia, pero dejando las p¨¦rdidas en estado latente. Tiene la ventaja de afectar poco al d¨¦ficit p¨²blico, y la desventaja de que el sistema financiero, al no haber sido saneado, queda en estado zombi: no hay holgura en el balance para dar nuevo cr¨¦dito al sector real de la econom¨ªa. Esta opci¨®n ha permitido, adem¨¢s, mantener un n¨²mero significativo de cajas bajo control de los pol¨ªticos.
Si el Gobierno y el Banco de Espa?a no rectifican esta estrategia, en Espa?a no habr¨¢ cr¨¦dito durante a?os y, por tanto, no habr¨¢ crecimiento econ¨®mico. Arreciar¨¢n, inevitablemente, las dudas sobre la capacidad de pago de la deuda. A¨²n hay tiempo para rectificar. Se deber¨ªa aprovechar la circunstancia de que Europa est¨¢ discutiendo fondos para un nuevo rescate bancario masivo para solicitar financiaci¨®n para el saneamiento de los balances de las instituciones que lo necesiten, que son muchas. Mejor tener la cara roja una vez que amarilla toda la vida.
- Un d¨¦ficit p¨²blico del 9% del PIB
Con los datos que se conocen del a?o en curso, el d¨¦ficit p¨²blico no se ha reducido nada desde 2010: sigue estando en el 9% del PIB. Mal asunto, porque el objetivo para 2011 es el 6%, y este objetivo ha sido tan irrenunciable para el Gobierno que le ha sido sacrificado el hacer una reestructuraci¨®n eficaz del sistema financiero. ?Se acabar¨¢ consiguiendo? La mayor¨ªa de los analistas opinan que no, que el d¨¦ficit ser¨¢, al menos, el 7%, y muchos apuntan ya el 8%.
El problema estriba en que el presupuesto p¨²blico espa?ol se ha dimensionado a la burbuja inmobiliaria y no es financiable en condiciones normales de la econom¨ªa. Si el d¨¦ficit acaba siendo del 7% a final de a?o, el presupuesto tendr¨ªa un d¨¦ficit estructural del 5%, ya que dos puntos son achacables a la situaci¨®n c¨ªclica recesiva en la que nos encontramos. Estos 5 puntos del PIB son los que hay que eliminar para equilibrar estructuralmente el presupuesto.
Se pueden subir ingresos: nuevos aumentos del IVA, IRPF y especiales, copago sanitario y judicial, peajes en las autov¨ªas libres, etc¨¦tera. Todo eso va a ocurrir, pero ser¨¢ insuficiente. No va a haber m¨¢s remedio que reducir gastos, y se van a tener que reducir de manera estructural, es decir, eliminando o reformando programas de gasto.
No basta con hacer recortes. Hasta ahora, las Administraciones han dejado de pagar, no de gastar, que no es lo mismo. Se ha llegado a una situaci¨®n tan cr¨ªtica que, por ejemplo, cuando se dice que la sanidad se paga a 600 d¨ªas, lo que se quiere decir es que hace 600 d¨ªas que no se paga. Son t¨¢cticas dilatorias, a la espera de que vuelvan los buenos viejos tiempos -los de la burbuja-, pero no volver¨¢n. Lo que hay que hacer, inevitablemente, es redimensionar el Estado. Pero eso son palabras mayores que nos llevan, sin soluci¨®n de continuidad, al ep¨ªgrafe siguiente.
2. La crisis pol¨ªtico-institucional
Escribe Francis Fukuyama en The origins of political order, su ¨²ltimo libro: "Cuando el entorno cambia y aparecen nuevos retos, surgen con frecuencia incoherencias entre las instituciones existentes y las necesidades emergentes. Estas instituciones est¨¢n apoyadas por legiones de intereses atrincherados que se oponen a cualquier cambio fundamental. El declive aparece cuando los sistemas pol¨ªticos no consiguen ajustarse a las nuevas circunstancias".
El r¨¦gimen pol¨ªtico que emana de la Constituci¨®n de 1978 naci¨® con dos grandes retos que afrontar: la reconciliaci¨®n y democratizaci¨®n del pa¨ªs, tras la larga dictadura franquista, y la integraci¨®n en Europa. Ocho a?os m¨¢s tarde, en 1986, quedaban pocas dudas de que ambos retos se hab¨ªan superado de manera irreversible. No hubo mucho tiempo para dormir en los laureles, porque el mundo cambi¨® de manera muy r¨¢pida planteando nuevos -e inesperados- retos. En 1989 cay¨® el muro de Berl¨ªn, abriendo paso a un vertiginoso proceso de globalizaci¨®n cuyas consecuencias siguen sorprendiendo. En 1992 se firm¨® el Tratado de Maastricht, y la moneda ¨²nica comenzaba en 1999. En 1993, los retos que se le planteaban a Espa?a eran muy distintos a los de 1978: hab¨ªa que adaptarse a una econom¨ªa planetaria y hab¨ªa que prepararse para el euro.
Las reformas exigidas por uno y otro retos tienen denominadores comunes: flexibilizaci¨®n de los mercados de factores, bienes y servicios. Vaya por delante que, en estos casi veinte a?os, se han hecho progresos en la liberalizaci¨®n de los servicios (farmacias, funerarias...) y que en estos a?os las grandes empresas espa?olas se han globalizado como nunca. Pero Espa?a, condicionada por su mercado laboral, no ha conseguido superar su patr¨®n c¨ªclico tradicional de crecimiento -expansi¨®n, recesi¨®n, devaluaci¨®n de la peseta, recuperaci¨®n- y no encuentra la manera de reducir su d¨¦ficit p¨²blico. Esos dos problemas surgen de rasgos clave del r¨¦gimen pol¨ªtico actual. La soluci¨®n puede acabar exigiendo cambios importantes.
La Constituci¨®n de 1978 tuvo un respaldo pol¨ªtico y social ampl¨ªsimo. El consenso -ese conjunto de renuncias mutuas, que dir¨ªa Miquel Roca- no se fragu¨® solo entre partidos pol¨ªticos, sino que tambi¨¦n incluy¨® a los sindicatos y a la patronal, conocidos a partir de entonces como los "interlocutores sociales". Esto fue as¨ª tanto por el prestigio que los primeros alcanzaron durante el franquismo tard¨ªo -recu¨¦rdese el Proceso 1001- como por la necesidad de encontrar una salida pactada a la terrible crisis econ¨®mica de la ¨¦poca: las negociaciones de los Pactos de la Moncloa transcurrieron en paralelo al proceso constituyente.
El ¨¦xito en la salida de la crisis, por una parte, y en los objetivos democratizador y europeo, por otra, contribuyeron a consolidar a los interlocutores sociales, de modo que estos acabaron disfrutando de una representatividad de facto que iba mucho m¨¢s all¨¢ de la de sus meros afiliados, que es lo ¨²nico que reconoce la Constituci¨®n. Gobiernos de izquierda y de derecha han otorgado a los sindicatos una tutela y un veto impl¨ªcitos sobre todo "lo social". A ello se debe, por ejemplo, el enorme retraso en la reforma de las pensiones y el fracaso de cualquier intento de reforma en profundidad del mercado laboral. Como escribi¨® un comentarista, los sindicatos se han convertido en la columna vertebral del establishment contrario a la reforma estructural.
Es urgent¨ªsimo hacer una reforma profunda del mercado de trabajo, y es muy probable que haya que hacerla contra los sindicatos. Pues bien, h¨¢gase. S¨ª, conllevar¨¢ un cambio en nuestro sistema pol¨ªtico, pero un cambio en la buena direcci¨®n: la de dar plena soberan¨ªa al Parlamento en temas que, hasta ahora, le llegaban filtrados, cuando le llegaban.
El consenso de 1978 tuvo el gran acierto de integrar los nacionalismos hist¨®ricos. Era, por aquel entonces, un tema peliagudo -y lo sigue siendo-. La v¨ªa elegida para hacerlo fue el Estado de las autonom¨ªas, versi¨®n caf¨¦ para todos. A lo largo de tres d¨¦cadas, la descentralizaci¨®n del Estado ha sido muy grande. Salvo en las comunidades forales, que recaudan sus propios tributos, el gasto p¨²blico se ha descentralizado mucho m¨¢s que los ingresos y se han producido disfunciones entre las decisiones de gastar y las de recaudar.
La crisis actual ha tenido efectos devastadores sobre los presupuestos auton¨®micos: los ingresos se han desplomado y las principales partidas de gasto -educaci¨®n, sanidad, dependencia, justicia...- son muy r¨ªgidas. Hay varias comunidades aut¨®nomas de r¨¦gimen com¨²n en situaci¨®n suspensi¨®n de pagos parcial. La tentaci¨®n que tendr¨¢ el Gobierno que salga de las urnas el mes que viene de culpar al Estado auton¨®mico del descontrol del gasto ser¨¢ muy grande. Argumentos no le faltar¨¢n, aunque las culpas est¨¢n muy repartidas -recu¨¦rdese, por ejemplo, la centrifugaci¨®n del d¨¦ficit que produjo la Ley de Dependencia.
En cualquier caso, a m¨ª me parece muy probable que el p¨¦ndulo comience a moverse en sentido contrario y que se inicie un movimiento recentralizador, basado, tambi¨¦n, en la filosof¨ªa del caf¨¦ para todos. Esto traer¨¢ consecuencias muy graves en lo que respecta a Catalu?a. La Generalitat, previendo el movimiento pendular contrario, ha tomado ya rumbo de colisi¨®n con el futuro Gobierno central recortando el gasto en aquellas partidas que, como la sanidad, m¨¢s gente movilizan en la calle, al tiempo que reclama el pacto fiscal. En otras palabras, Catalu?a reclama la gesti¨®n de sus propios ingresos, asimil¨¢ndose al r¨¦gimen foral.
Esto pone en cuesti¨®n otro aspecto clave del actual r¨¦gimen pol¨ªtico: el caf¨¦ para todos. La gesti¨®n de esta situaci¨®n va a ser muy delicada y compleja. Vaya por delante mi opini¨®n de que, esta vez, Catalu?a no se va a conformar con alguna cesi¨®n de competencias o con algo m¨¢s de dinero: lo que est¨¢ buscando es un encaje distinto dentro del consenso constitucional.
3. La crisis de moral y de valores
Escrib¨ª hace alg¨²n tiempo en este peri¨®dico que la acumulaci¨®n de derechos sin contrapartida por el lado de los deberes embrutece a las masas. Esto, m¨¢s por ignorancia que por otra cosa, escandaliz¨® a algunos, que lo consideraron una ocurrencia m¨ªa provocadora y deleznable. No es as¨ª: este pensamiento tiene firmes ra¨ªces en Ortega y en Kant. Lo ilustrar¨¦ con un ejemplo. El derecho a no ser despedido del trabajo arbitrariamente tiene que tener como contrapartida el deber de ir a trabajar. Si eso no ocurre, se produce el absentismo laboral, que es una verdadera plaga en las empresas espa?olas.
Nuestra democracia ha puesto mucho m¨¢s ¨¦nfasis en publicitar derechos que en reclamar deberes, y as¨ª no puede funcionar bien: ya dijo Montesquieu que la democracia se basa en la virtud, es decir, en el cumplimiento de las obligaciones. La clase pol¨ªtica se ha dedicado a adular a las masas para conseguir votos, haci¨¦ndoles creer que tienen derecho no solo a recibir algo a cambio de nada, sino de recibirlo a perpetuidad. Todo el mundo tiene derecho a un AVE y a un aeropuerto cerca de su casa, sin ir m¨¢s lejos. Hay unos Reyes Magos o un Pap¨¢ Noel impl¨ªcitos en la democracia espa?ola: nunca se menciona qui¨¦n paga los regalos, qui¨¦n financia esos derechos sin contrapartida.
En ese caldo de cultivo, la burbuja inmobiliaria empeor¨® mucho las cosas. Hay pocas cosas tan corruptoras como una burbuja inmobiliaria. Probablemente, el narcotr¨¢fico a gran escala que sufren algunos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina sea peor, pero no se me ocurren m¨¢s ejemplos. En Espa?a, la burbuja ha corrompido a las Administraciones P¨²blicas, muy particularmente a las territoriales, que son las que acaban teniendo la capacidad de decisi¨®n sobre d¨®nde y sobre qu¨¦ se construye; ha corrompido a los partidos pol¨ªticos sin distinci¨®n de credo; ha corrompido a los empresarios en busca de recalificaciones o de permisos de edificaci¨®n; ha vaciado las escuelas en beneficio del ladrillo o de la hosteler¨ªa, causando un fracaso escolar masivo y creando grandes bolsas de j¨®venes sin ninguna cualificaci¨®n y con un futuro laboral muy incierto, y ha potenciado un sobredimensionamiento del Estado que ahora resulta financieramente insostenible. El paisaje despu¨¦s de la burbuja es desolador.
Lo ocurrido con las cajas de ahorros es muy ilustrativo de la crisis de moral que nos aflige. Hay una m¨¢xima en finanzas que establece que la mejor manera de robar un banco es tener uno. Eso es precisamente lo que ha ocurrido en nuestro pa¨ªs. Las cajas no tienen due?o y nunca han estado gestionadas por angelitos, pero cuando se descentraliz¨® su tutela, pasando esta a corresponder a las comunidades aut¨®nomas, la situaci¨®n cambi¨® a peor. A partir de ese momento, los pol¨ªticos territoriales no solo decid¨ªan d¨®nde y qu¨¦ se constru¨ªa, sino, adem¨¢s, qui¨¦n constru¨ªa, es decir, qu¨¦ proyectos ten¨ªan financiaci¨®n y cu¨¢les no.
Todos los partidos pol¨ªticos, sin ninguna excepci¨®n, han intentado controlar las cajas de sus territorios y casi siempre -con alguna grand¨ªsima y honros¨ªsima excepci¨®n- lo han conseguido. El resultado ha sido catastr¨®fico: de las 45 cajas que hab¨ªa al principio de la crisis no queda hoy en d¨ªa mucho m¨¢s all¨¢ de media docena de instituciones viables.
Los medios de comunicaci¨®n han recogido con profusi¨®n el saqueo de algunas cajas por parte de sus directivos y de los Gobiernos auton¨®micos a cuya tutela estaban encomendadas. No est¨¢n todas las que son, pero es bueno que estas cosas se publiquen.
Mientras ocurr¨ªa todo esto, ?por qu¨¦ no actuaba el Banco de Espa?a? Solo se me ocurren tres posibles respuestas: porque no sab¨ªa; porque no pod¨ªa, o porque no quer¨ªa. Cualquiera de las tres da pie a preguntas muy inc¨®modas. Por razones de salud democr¨¢tica, creo que estar¨ªa bien que el pr¨®ximo Congreso de los Diputados hiciera estas preguntas.
4. Posdata
Las crisis son tiempo de tribulaci¨®n, pero tambi¨¦n tiempo de oportunidades. La Espa?a de 2011 no es la de 1978: no solo ha progresado mucho, sino que tiene potencial para mejorar mucho m¨¢s. Algunas de las mejores empresas del mundo son espa?olas. Algunas empresas espa?olas son l¨ªderes tecnol¨®gicos mundiales en su sector. Las empresas espa?olas est¨¢n compitiendo en los mercados globales y ganando cuota de exportaci¨®n.
Hay que liberar el potencial de la econom¨ªa para acabar con las lacras del desempleo, de los subsidios permanentes y de la corrupci¨®n. Para ello hay que tratar a los espa?oles no como menores de edad, sino como ciudadanos. En vez de adularles, hay que razonarles por qu¨¦ son necesarias las reformas estructurales. Y hay que ponerlas en pr¨¢ctica. La campa?a electoral que ahora empezar¨¢ es una buena ocasi¨®n para el debate.
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