La Habana sin gladiolos
El domingo amanec¨ªa oto?al y lluvioso. Una mujer -debajo de su paraguas- caminaba de un lugar a otro en busca de flores, sin poder encontrar justo las que quer¨ªa. Entre las rosas, los claveles y las azucenas apenas se ve¨ªa alg¨²n que otro gladiolo, ya marchito y descartado por otros que madrugaron antes o que no pegaron un ojo en toda la noche. Desde la tarde del 14 de octubre decenas de cubanos se lanzaron a comprar tantas de esas espigas de tallo alargado y p¨¦talos delicados que los proveedores privados no daban abasto. Laura Poll¨¢n, la mujer que se hab¨ªa establecido en el imaginario popular vestida de blanco y con un gladiolo entre sus manos acababa de morir, era el momento pues de ofrendarle su propio s¨ªmbolo. A falta de ¨¦l, los amigos y conocidos le dedicaron entonces lirios, jazmines, mariposas y se fueron con ellos en las manos hasta la humilde casa de la calle de Neptuno, 963. Dentro, el ambiente era una mezcla de polen, sollozos y velas encendidas. Muchas de las otras mujeres que cada domingo la acompa?aron en sus peregrinaciones por la Quinta Avenida estaban ah¨ª, mientras afuera la lluvia no paraba de caer sobre La Habana.
La l¨ªder de las Damas de Blanco ha muerto y nadie podr¨¢ llevar esta flor sin pensar en Laura Poll¨¢n
El dolor tiene la capacidad de esfumar las rivalidades, aplacar las diferencias y acercar los abrazos. El fallecimiento de Laura ha actuado como un elemento aglutinador, al agrupar en la funeraria donde fue velada y en la salita de su casa al amplio espectro de la oposici¨®n, de los periodistas independientes, los bloggers alternativos y los activistas c¨ªvicos. La maestra de escuela, que falleci¨® con 63 a?os, volvi¨® a realizar en su muerte lo que era su gran don mientras viv¨ªa: la capacidad para conectar personas. Hab¨ªa tejido con su carisma y su paciencia v¨ªnculos entre l¨ªderes pol¨ªticos y ciudadanos de a pie. Comenz¨® en esa labor desde que, aquella madrugada de 2003, varios golpes severos en la puerta le anunciaron que algo iba a cambiar irremediablemente en su existencia. Despu¨¦s de un exhaustivo registro policial, su esposo H¨¦ctor Maseda fue condenado a 20 a?os de prisi¨®n acusado de atentar contra la seguridad nacional. Su delito: pensar una Cuba diferente, encararse pol¨ªticamente a las autoridades y colocar por escrito sus opiniones. Un total de 75 opositores fueron procesados en aquel marzo triste que qued¨® para siempre en nuestra historia nacional como la primavera negra. La l¨®gica machista indicaba que las mujeres de esos disidentes arrestados se quedar¨ªan en casa llorando su dolor, mientras los maridos purgaban largas penas en c¨¢rceles bien distantes de sus provincias de origen. El Gobierno cubano contaba con que el golpe asestado a la oposici¨®n iba a persuadir a otros individuos inquietos de sumarse a las filas de los contestatarios. Cre¨ªa tambi¨¦n que aquellas esposas, madres e hijas se tragar¨ªan la protesta a la espera de que el silencio ayudara m¨¢s a sus seres queridos que la denuncia p¨²blica del horror. Pero como todo c¨¢lculo pol¨ªtico hecho desde la altaner¨ªa del poder, le sali¨® mal.
Si alg¨²n fen¨®meno c¨ªvico ha resultado denigrado hasta el exceso en los medios cubanos, ese ha sido el de las Damas de Blanco. Contra ellas se ha desarrollado todo tipo de guerra medi¨¢tica, de experimentos de intimidaci¨®n y hasta los m¨ªtines de repudio alcanzaron frente a la puerta de Laura Poll¨¢n su di¨¢stole m¨¢s alta. Los reporteros oficialistas las llamaban las Damas de Verde, en alusi¨®n a la ayuda econ¨®mica que recib¨ªan de cubanos exiliados para llevar de comer a sus maridos presos. Curiosa iron¨ªa, un Gobierno que ha utilizado las arcas nacionales para todo tipo de delirio pol¨ªtico e ideol¨®gico, pesquisaba cada centavo que pod¨ªa llegar a las necesitadas manos de estas mujeres. Incluso cuando la l¨ªder de este movimiento pac¨ªfico entr¨® a la sala de terapia intensiva, la prensa nacional segu¨ªa injuri¨¢ndola a trav¨¦s de un serial retransmitido en el horario estelar de la noche.
Con fuertes dolores articulares, falta de aire y decaimiento, Laura Poll¨¢n fue internada muy grave en uno de esos hospitales habaneros donde sobra el talento m¨¦dico y escasean las luminarias y los desinfectantes para el ba?o. Ante la gravedad, su familia fue consultada sobre si la paciente podr¨ªa ser trasladada a una lujosa cl¨ªnica destinada para militares. Sin embargo, ella lo hab¨ªa advertido antes de perder el conocimiento con los sedantes: "Me quedo en el hospital del pueblo". Y all¨ª muri¨®, despu¨¦s de que tardaron m¨¢s de cinco d¨ªas en diagnosticarle un dengue hemorr¨¢gico, en un pa¨ªs que desde hace meses vive una epidemia de ese virus y donde el sonido de la fumigaci¨®n contra el Aedes Aegypti ya se ha vuelto parte inseparable de nuestra cotidianidad.
Aunque una buena parte de los peri¨®dicos del mundo difundieron la noticia de la defunci¨®n de esta reconocida mujer, el Granma y el resto de nuestros deslucidos diarios nacionales guardan todav¨ªa silencio. Tal reacci¨®n de mutismo puede estar dada por la falta de grandeza de un Gobierno que no sabe mostrar sus condolencias ante la muerte de un adversario. Pero tambi¨¦n tanta reserva viene del miedo que le ten¨ªan a esta peque?a maestra, el temor que ahora mismo les crece en la garganta al saberla convertida en un s¨ªmbolo. La l¨ªder de las Damas de Blanco ha muerto y ya nadie en esta isla podr¨¢ llevar un gladiolo entre las manos sin pensar en Laura Poll¨¢n.
Yoani S¨¢nchez, periodista cubana y autora del blog Generaci¨®n Y. ? Yoani S¨¢nchez / bgagency-Mil¨¢n.
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