Hoja de ruta para la supervivencia del euro
La moneda ¨²nica naci¨® incompleta. Mientras que sus pilares monetarios eran robustos, su coordinaci¨®n fiscal era d¨¦bil, su regulaci¨®n financiera carec¨ªa de la dimensi¨®n paneuropea necesaria, su papel en el mundo no estaba definido y no ten¨ªa ni un sistema claro y ¨¢gil de toma de decisiones, ni un mecanismo de resoluci¨®n de crisis, ni un fondo de rescate para pa¨ªses o instituciones financieras con problemas de liquidez. Pero como era un proyecto pol¨ªtico, estas deficiencias econ¨®micas se pasaron por alto.
Como tantas otras veces en la historia de la integraci¨®n europea, sus creadores adoptaron un enfoque funcionalista: pensaron que una vez creada la moneda ¨²nica se dar¨ªan los pasos necesarios para mejorar y completar su gobernanza. En cierta forma ten¨ªan raz¨®n. La crisis financiera global que estall¨® en 2008 y la actual crisis de la deuda que est¨¢ atravesando la zona euro est¨¢n obligando a avanzar en su gobernanza. Sin embargo, la gravedad de la situaci¨®n obliga a poner parches para enfrentar los problemas m¨¢s urgentes, lo que no permite un debate sosegado sobre todas las piezas que deben ser reformadas para que el edificio del euro no se venga abajo.
Es preciso un control estricto, centralizado y sancionador sobre los presupuestos nacionales
El marco pol¨ªtico y legal para gobernar la moneda ¨²nica es insuficiente
Lo m¨¢s acuciante sigue pasando por romper el c¨ªrculo infernal que hace que las deudas p¨²blica y bancaria europeas se retroalimenten, lo que exige dar una soluci¨®n definitiva al problema de Grecia, frenar el contagio que el default griego tendr¨¢ en otros pa¨ªses y recapitalizar la banca (que sufrir¨¢ cuantiosas p¨¦rdidas cuando la quita griega se materialice). Los recientes acuerdos del Consejo Europeo van en esta direcci¨®n y permitir¨¢n ganar tiempo, pero no servir¨¢n para estabilizar definitivamente los mercados. Las soluciones t¨¦cnicas sobre la ampliaci¨®n del fondo de rescate a trav¨¦s del apalancamiento o el uso de sus recursos para asegurar parte de la deuda que emitan pa¨ªses como Italia o Espa?a dif¨ªcilmente podr¨¢n resolver el problema pol¨ªtico que hay sobre la mesa, que consiste en dirimir si la zona euro camina hacia una uni¨®n fiscal o no, as¨ª como definir el papel que debe jugar el Banco Central Europeo, que hoy por hoy no act¨²a consistentemente como prestamista de ¨²ltimo recurso.
Sea cual sea el desenlace final de esta tragedia griega, asegurar el futuro del euro pasa por cambios profundos en su sistema de gobernanza econ¨®mica. Ya se ha aprobado un conjunto de normas que mejoran la supervisi¨®n fiscal y refuerzan la regulaci¨®n financiera. Pero como no se conf¨ªa demasiado en que esas medidas vayan a ser suficientes, se ha comenzado a plantear que a m¨¢s a largo plazo ser¨¢ necesario lanzar un nuevo proceso de reforma de los tratados.
Por tanto, apenas dos a?os despu¨¦s de culminado el largu¨ªsimo y semifallido proceso constitucional europeo, se volver¨¢ a abrir la caja de Pandora del derecho originario. La raz¨®n es simple: el actual marco pol¨ªtico y legal para gobernar euro es insuficiente. Es incapaz de disciplinar efectivamente a los pa¨ªses en t¨¦rminos fiscales, resulta lento y reactivo cuando aparecen problemas y no contribuye a aportar la credibilidad necesaria a la moneda ¨²nica ante los mercados internacionales y el resto del mundo.
La reforma que se empieza a perfilar deber¨¢ abordar tanto elementos institucionales como sustantivos. Empezando por el proceso de toma de decisiones, dos ser¨ªan los elementos a considerar. Primero, la institucionalizaci¨®n de un Consejo de jefes de Estado o de Gobierno de la zona euro que se reunir¨ªa al menos dos veces al a?o y que amenaza con reducir la importancia del Consejo Europeo y, por tanto, de todos los Estados miembros que no quieren o no pueden entrar en la moneda ¨²nica, algo que despierta recelos desde Reino Unido hasta Polonia. Segundo, se pretende crear un Ministro Europeo de Econom¨ªa y Finanzas que, a la manera de la Alta Representante Catherine Ashton en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica exterior, estuviera conectado a la vez a la Comisi¨®n y a los Estados miembros. Es decir, por un lado, podr¨ªa ser un supercomisario de asuntos econ¨®micos, monetarios, presupuestarios y tributarios y, por el otro, presidir¨ªa el ¨®rgano intergubernamental que, en este caso, no ser¨ªa tanto el Consejo a 27 como el Eurogrupo, que re¨²ne a los ministros de Econom¨ªa y Hacienda de los 17 pa¨ªses que comparten la moneda ¨²nica. Adem¨¢s, ser¨ªa la voz del euro en el G-20, el FMI y otros foros internacionales.
Estos dos ¨®rganos de decisi¨®n -cumbres a 17 y ministro europeo- tendr¨ªan amplia capacidad sustantiva. Por un lado, articular¨ªan un control estricto, centralizado y sancionador sobre los presupuestos nacionales, los sistemas financieros y quiz¨¢s otros elementos clave del sistema econ¨®mico (impuestos, pensiones, mercado de trabajo y reformas estructurales) de la zona euro. Por el otro, y siempre y cuando Alemania aceptara la creaci¨®n de eurobonos a cambio de que los pa¨ªses perif¨¦ricos alemanicen sus econom¨ªas (asumiendo una mayor austeridad, p¨¦rdida de soberan¨ªa y modificaciones constitucionales), ser¨ªa necesario crear un Tesoro y un Fondo Monetario Europeo que resuelva las carencias del actual fondo de estabilidad. Tambi¨¦n parece claro que emerger¨ªa una suerte de federalismo bancario europeo, con un sistema financiero sometido a supervisi¨®n ¨²nica.
Si a medio y largo plazo la crisis del euro da lugar a una profunda reforma de los tratados en la direcci¨®n apuntada, los europe¨ªstas ver¨ªan la crisis econ¨®mica y financiera como la oportunidad federalizante que estaban esperando, como el final feliz de un periodo amargo que ha puesto en peligro a la misma Uni¨®n. Pero dichos cambios ir¨ªan m¨¢s all¨¢ de lo econ¨®mico. Esta mayor integraci¨®n europea podr¨ªa resultar poco seductora y atractiva para la ciudadan¨ªa europea por varias razones. Primero, por ser escasamente democr¨¢tica y transparente. Segundo, por representar una tendencia ideol¨®gica determinada que coloca la austeridad fiscal, el ajuste salarial y los recortes sociales (siempre en aras de una mayor competitividad) como valores supremos, renunciando a utilizar la pol¨ªtica fiscal de forma discrecional. Tercero, por abrir la puerta a que la nueva Europa suponga una erosi¨®n de las instituciones supranacionales (en especial, del Parlamento Europeo) en favor de simples foros intergubernamentales liderados abiertamente por el directorio del eje francoalem¨¢n.
Por tanto, ser¨ªa tal vez m¨¢s Europa, pero tambi¨¦n una Europa de austeridad autoritaria que podr¨ªa resultar inquietante para muchos. Es posible que se haya llegado a un punto tal en la crisis, a un estado de emergencia tan grave, que ya haya germinado esa futura realidad constitucional de la Uni¨®n Europea. De ser as¨ª, de los dos objetivos te¨®ricos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, se habr¨ªa puesto todo en el ¨¦nfasis en el primero, lo que podr¨ªa condenar a la Uni¨®n a a?os de estancamiento y ser una bomba de relojer¨ªa para la cohesi¨®n social a largo plazo.
Ignacio Molina y Federico Steinberg son investigadores del Real Instituto Elcano y profesores de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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