Tom¨¢s Segovia, poeta de las dos orillas
El mundo de la cultura llora la desaparici¨®n en M¨¦xico a los 84 a?os del autor de 'Anagn¨®risis' - Prol¨ªfico autor, fue uno de los grandes intelectuales del exilio
"Es del futuro de lo que yo tengo nostalgia". Eso dijo Tom¨¢s Segovia en mayo de 2009, en Granada, adonde hab¨ªa acudido a recoger el Premio Garc¨ªa Lorca. Cuando le concedieron el galard¨®n, Francisco Brines, miembro del jurado, habl¨® de ¨¦l como de un "poeta de las dos orillas". Al premiado le pareci¨® bien siempre que, dijo, cada orilla no fuera frontera sino puerta. Hab¨ªa nacido en Espa?a hace 84 a?os y muri¨® el lunes en M¨¦xico. Esos dos pa¨ªses fueron las dos grandes estaciones de una existencia que el escritor, incansable, vivi¨® sin desperdicio. Sus d¨ªas parec¨ªan tener 48 horas. Ayer, el director honorario de la RAE, V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, se?alaba el papel de Segovia como "puente" entre el Este y el Oeste del idioma. El propio Brines, entretanto, destacaba la p¨¦rdida que supon¨ªa la muerte de un escritor que "no se estanc¨® nunca; cada nuevo libro suyo era mejor que el anterior". El ¨²ltimo de ellos, Estuario (Pre-Textos), vio la luz la primavera pasada, cuando su autor ya hab¨ªa entregado uno nuevo a sus editores. Tal era el estado de efervescencia de una obra que hab¨ªa echado a andar en 1943 y que se extiende por una veintena larga de t¨ªtulos como Anagn¨®risis, Canta a solas, Salir con vida o Siempre todav¨ªa.
Dec¨ªa: "Casi siempre me gan¨¦ la vida honestamente, o sea, no como escritor"
Durante a?os, adelant¨® a sus amigos algunos de esos libros en ediciones que ¨¦l mismo imprim¨ªa y encuadernaba en casa. Esa laboriosidad era parte de la herencia de un padre republicano que quiso que sus hijos, adem¨¢s de estudiar, conocieran un oficio manual. No es, pues, extra?o, que el hombre de letras terminara aprendiendo a tocar la flauta de forma autodidacta, a rodar -y montar- una pel¨ªcula en el Parque del Oeste o a poner en marcha un blog activ¨ªsimo cuando hab¨ªa sobrepasado los 80 a?os. Cualquiera que se sentara con ¨¦l en el Caf¨¦ Comercial de Madrid pod¨ªa comprobar que si los sabios pierden la memoria no pierden la curiosidad.
"Casi toda mi vida me he ganado la vida honestamente, o sea, no como escritor", afirmaba. Pese al infarto que lo dej¨® maltrecho en 2007 y el c¨¢ncer que se le manifest¨® despu¨¦s, y que ha terminado con su vida, no paraba un instante. "No tengo tiempo para no ser libre", dice uno de sus ¨²ltimos versos. Al¨¦rgico a la melancol¨ªa, le gustaba calificarse de "mecan¨®grafo" pero lo fue todo en la literatura: de redactor jefe de la m¨ªtica revista Plural, dirigida por Octavio Paz, a premio Juan Rulfo -el m¨¢s importante de Latinoam¨¦rica- pasando por traductor de Shakespeare, Nerval o Ungaretti. Fue tambi¨¦n narrador y un brillante ensayista, una faceta poco conocida en Espa?a pero que cuenta con t¨ªtulos fundamentales como Po¨¦tica y prof¨¦tica (Fondo de Cultura Econ¨®mica) -das mamotret, lo llamaba ¨¦l con humor-, Recobrar el sentido (Trotta) o Miradas al lenguaje (Colegio de M¨¦xico).
Durante d¨¦cadas Tom¨¢s Segovia escribi¨® unos diarios que hace dos a?os espig¨® en el volumen El tiempo en los brazos (Pre-Textos). Al t¨ªtulo de ese libro monumental lo acompa?a una lista de ciudades que tiene mucho de mapa de su vida: M¨¦xico, Montevideo, Par¨ªs, Princeton, Maryland, Oakland, Ri¨¤, Madrid, Murcia, Wisconsin. "Yo no fui al exilio, a m¨ª me llevaron", escribi¨® para desmarcarse de lo que llamaba la "nostalgia oficial". Para ¨¦l, el exilio era una condici¨®n, no un tema, ni una identidad, algo que le caracterizaba pero no le defin¨ªa. "No pod¨ªa hacer de un mundo perdido el centro de mi existencia", dec¨ªa. "Haber pasado una infancia desarraigada, lo que me hace es no creer en el arraigo". Madrile?o nacido en Valencia "por casualidad" en 1927, la vida de Segovia dar¨ªa para varias pel¨ªculas. Nieto de uno de los primeros militantes del PSOE, el futuro escritor fue uno de los 350 ni?os refugiados en la Casa de Espa?a de Par¨ªs. Lleg¨® all¨ª despu¨¦s de repartir caldo junto a su abuela a los que hu¨ªan de Espa?a, en los Pirineos. M¨¢s tarde comenz¨® en Casablanca un Bachillerato que termin¨® en el Distrito Federal. All¨ª se instal¨® su familia en 1940 y all¨ª convivir¨ªa ¨¦l con los m¨¢s solitarios del destierro: Emilio Prados, Rosa Chacel, Luis Cernuda o su gran amigo, el pintor Ram¨®n Gaya. Despu¨¦s de trabajar como profesor, editor y traductor en medio mundo, Segovia dej¨® pasar un a?o tras la muerte de Franco para "asomarse" a Espa?a. En 1985, se instal¨® en Madrid. Acompa?ado de su esposa, Mar¨ªa Luisa Capella, viajaba con frecuencia a M¨¦xico. La ¨²ltima vez, estos d¨ªas, para recoger un premio que compart¨ªa con el poeta Juan Gelman. All¨ª muri¨® el lunes.
Dec¨ªa que le interesaba m¨¢s el mundo que le esperaba que el que le arrebataron. Eso s¨ª, no dej¨® de luchar por la memoria de la Rep¨²blica y de aquellos que, m¨¢s que espa?oles o mexicanos, se sintieron ante todo exiliados. "La deuda no es con nosotros, es con ellos". Y alertaba: "Esta ausencia de la historia llevar¨¢ al exilio del 39 a disiparse en el tiempo con la desaparici¨®n de los ¨²ltimos de nosotros". Dec¨ªa que, al contrario del petr¨®leo, cuanto m¨¢s se usa la belleza, m¨¢s hay. Tambi¨¦n vale para la memoria. Quedan sus espl¨¦ndidos libros, pero con ¨¦l desaparece algo m¨¢s que un enorme escritor.
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