Diego Rivera vuelve al Nueva York de la crisis
El MoMA expone cinco de los ocho murales que el museo encarg¨® al pintor mexicano en 1931
Ochenta a?os despu¨¦s de haber pintado por encargo del MoMA en 1931 ocho extraordinarios murales port¨¢tiles, el pintor mexicano Diego Rivera (Guanajuato, 8 de diciembre de 1886-M¨¦xico, 24 de noviembre de 1957) regresa con cinco de ellos al museo neoyorquino. Esas obras constituyen la base de la exposici¨®n Diego Rivera: murales para el MoMA, que estar¨¢ abierta hasta el 14 de mayo y en la que tambi¨¦n se incluyen acuarelas del Nueva York industrial de los a?os treinta, una serie de deliciosos dibujos realizados durante un viaje a Mosc¨² y en los que retrat¨® desde escenas familiares a manifestaciones del Partido Comunista, una ins¨®lita portada de la revista Fortune y algunos de los bocetos preparativos de dos de los tres frescos que no se muestran (uno de los murales se ha perdido y dos est¨¢n en manos privadas).
"Fue clarividente en su observaci¨®n de esta ciudad", dice el director del centro
Los Rockefeller financiaron las pinturas a pesar de su carga cr¨ªtica
La fuerte carga cr¨ªtica y social de todos ellos contin¨²a siendo inquietantemente actual. En concreto el titulado Fondos congelados no podr¨ªa ser m¨¢s apropiado para describir el momento que hoy vive Estados Unidos. Bajo un paisaje de rascacielos imponentes se divisan una serie de gr¨²as que subraya el boom de la construcci¨®n que vivi¨® Nueva York mientras estaba sumido en los efectos de la crisis del 29. Frente a ellas, figuras an¨®nimas de trabajadores esperando el tren. Justo debajo, Rivera pint¨® una especie de almac¨¦n en el que cientos de personas sin rostro duermen hacinadas y vigiladas por un polic¨ªa, como s¨ªmbolo de esa mano de obra despersonalizada que aliment¨® la econom¨ªa durante aquella crisis o quiz¨¢s a los sin techo. En el estrato inferior del cuadro hay un banco donde varias personas esperan turno, un polic¨ªa vigila la puerta y una se?ora, al otro lado de una reja, cuenta sus riquezas.
El paralelismo con la crisis actual y con las denuncias contra la desigualdad econ¨®mica que se lanzan desde el movimiento Ocupa Wall Street no se le escap¨® a Glenn Lowry, director del MoMA, quien durante la presentaci¨®n de la muestra fue contundente: "Lo interesante de Rivera es lo clarividente que fue en sus observaciones sobre Nueva York hace 80 a?os. Con toda la prosperidad que se ha creado, con todos los cambios que se han producido, los problemas no se han resuelto a¨²n. Por eso no puedo pensar en mejor met¨¢fora de Ocupa Wall Street que la estratificaci¨®n social que se revela en el mural Fondos congelados. Hasta que colectivamente, no solo en este pa¨ªs sino en muchos otros, no encontremos formas m¨¢s efectivas de compartir la riqueza, este tipo de im¨¢genes va a seguir siendo parte de nuestro mapa mental". Como muralista, Rivera plasm¨® su ideolog¨ªa comunista en muy diversos edificios p¨²blicos: en varios puntos del centro hist¨®rico de la Ciudad de M¨¦xico, en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, y en otras ciudades mexicanas como Cuernavaca y Acapulco, as¨ª como en San Francisco, Detroit y, obviamente, Nueva York.
Adem¨¢s de Fondos congelados, en la exposici¨®n pueden verse otros cuatro murales, de dos metros por 1,20 metros, concebidos precisamente para ser port¨¢tiles. Su efecto es muy diferente al de la grandiosidad de los frescos que Rivera realiz¨® en M¨¦xico. Pero pese a sus peque?as dimensiones, la fuerza de sus im¨¢genes no se pierde. Tres de ellos se centran en la revoluci¨®n mexicana, mostrando escenas de trabajadores hostigados por su patr¨®n, un retrato del revolucionario Zapata y a un guerrero azteca con la m¨¢scara de un jaguar asesinando a un conquistador espa?ol. El cuarto mural se titula Planta el¨¦ctrica y muestra la fascinaci¨®n de Rivera por el desarrollo industrial.
La exposici¨®n tambi¨¦n es significativa desde el punto de vista de la relaci¨®n de los artistas con sus mecenas, algo que s¨ª ha cambiado bastante respecto a aquella ¨¦poca. Resulta incre¨ªble pensar que la familia Rockefeller, que contribuy¨® econ¨®micamente a financiar los murales a trav¨¦s del MoMA, permitiera que un artista criticara su riqueza y su clase social tan abiertamente. Tambi¨¦n resulta interesante pensar c¨®mo se percib¨ªan entonces las ideas de izquierdas, que llegaban a tener cabida en revistas tan conservadoras como Fortune Magazine, quien le encarg¨® a Rivera una portada en la que el mexicano dibuj¨® la plaza Roja de Mosc¨² y coloc¨® en el centro la hoz y el martillo del partido comunista.
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