El pol¨ªtico imprescindible
Rubalcaba es el mu?idor de las grandes operaciones, el negociador del resultado final, y el puente entre las corrientes y los grandes egos dom¨¦sticos
El candidato socialista que, estos d¨ªas atr¨¢s, ha recorrido Espa?a de cabo a rabo, arropado en un mar de abrazos y con el consabido gesto triunfal del mitin, es un pol¨ªtico de raza tan complejo y polivalente que brilla tambi¨¦n intensamente en otras disciplinas. De hecho, si se consideran las m¨²ltiples facetas de su personalidad, aparecen sucesivamente, como en un juego de mu?ecas rusas, el Rubalcaba varias veces ministro con Felipe Gonz¨¢lez y Zapatero, el cient¨ªfico Premio Fin de Carrera en Qu¨ªmicas seleccionado en su d¨ªa entre los 10 investigadores m¨¢s prometedores, el profesor universitario de oratoria deslumbrante, amena, did¨¢ctica, y el atleta velocista subcampe¨®n de Espa?a de los 100 metros.
Puede que esta ¨²ltima sea su huella m¨¢s profunda y la imagen recurrente de sus sue?os: All¨ª, en la pista del estadio de Vallehermoso de Madrid, arrancando con fuerza para atacar los 11 segundos, una flecha hacia la meta. No es casualidad que la sinton¨ªa del PSOE sea la banda sonora de Carros de fuego.
Al igual que el brit¨¢nico Harold Abrahams, en cuya vida deportiva se inspira esa pel¨ªcula de culto para los aficionados al atletismo, tambi¨¦n el campe¨®n socialista enviado a luchar contra los elementos y a intentar subvertir las implacables encuestas ten¨ªa ante s¨ª un gran desaf¨ªo y compromiso personal. Si Abrahams, medalla de oro de los 100 metros en los Juegos Ol¨ªmpicos de 1924 en Par¨ªs, se oblig¨® a realizar un ejercicio de superaci¨®n extraordinario para poder cubrir ese objetivo y conquistar, de paso, una plaza en la Universidad de Cambridge, Rubalcaba deb¨ªa hacer una haza?a similar para evitar la debacle electoral y granjearse la admiraci¨®n, el cari?o y, a la postre, el liderazgo de un partido al que ha dedicado 37 a?os de su vida. Durante todo este tiempo, la pasi¨®n por la pol¨ªtica le ha tenido tan atado a las siglas PSOE como el hambre de ¨¦xitos deportivos y las endorfinas le mantuvieron enganchado a las pistas de tart¨¢n y al "veneno", dice ¨¦l, de intentar batir las marcas.
Este antiguo atleta, de 62 a?os y musculatura menguada, que no se siente inc¨®modo bajo los focos, ni en medio de las aclamaciones y estruendo de las campa?as, ha intentado dejar su adicci¨®n pol¨ªtica en varias ocasiones, particularmente en los fat¨ªdicos 2008 y 2009 en que asisti¨® a la muerte de sus padres y de tres cu?ados, pero siempre ha acabado sucumbiendo ante la amenaza de la agenda en blanco y el tel¨¦fono mudo. Puede que ahora sea diferente, porque si se considera que los votos no alcanzan para mantener el suelo electoral, ni una estructura institucional b¨¢sica, si el resultado no se eval¨²a como digno, suficiente, el PSOE puede buscar, a medio plazo, un nuevo l¨ªder capaz de devolverle al Gobierno. Tras la grave lesi¨®n fibrilar que trunc¨®, de joven, su fant¨¢stica proyecci¨®n de velocista -todav¨ªa le duele el recuerdo, estuvo media hora sollozando sobre el verde, hab¨ªa logrado hacer los 100 metros en 10,9 segundos-, este ser¨ªa el segundo gran mazazo de su biograf¨ªa, pese a que mantener el tipo electoral en las circunstancias actuales se antojaba, de antemano, misi¨®n imposible. ?Es el veneno de la pol¨ªtica o la voluntad de prestar un ¨²ltimo servicio a su partido lo que le ha empujado a embarcarse en semejante empresa, a sacrificarse cual Le¨®nidas con sus 300 gloriosos en las Term¨®pilas de la crisis?
Algunos de sus compa?eros piensan que Alfredo P¨¦rez Rubalcaba -"por favor, quiero que me llam¨¦is Alfredo", les pide a los militantes-, perdi¨® su oportunidad de liderar el partido cuando en el a?o 2000 renunci¨® a presentar su candidatura. No entienden que haya dado el paso de aspirar a la presidencia del Gobierno porque siempre creyeron que en la personalidad de este hombre estaba influir, m¨¢s que mandar; maniobrar desde el segundo plano, m¨¢s que gobernar. Ocurre que despu¨¦s de haber escrito muchos discursos, dise?ado muchas estrategias y campa?as por encargo, Rubalcaba decidi¨® ejercer, por una vez, de negro de s¨ª mismo y jugar sus bazas. La derecha ha temido siempre a este pol¨ªtico competente y competitivo, al que ha tachado de personaje maquiav¨¦lico, impenitente visitante del lado oscuro, con el prop¨®sito de sacarle de la pista y echarle de la carrera.
En su hoja de servicios al Estado y a su partido destacan su tarea al frente de los ministerios de Educaci¨®n e Interior y su papel de portavoz del grupo parlamentario. Estudiante brillante y eterno delegado de clase -tambi¨¦n ¨¦l, hijo de un piloto de Iberia, pas¨® por el colegio madrile?o de El Pilar-, particip¨® de la lucha universitaria antifranquista y de la Convergencia Socialista de Madrid, antes de ingresar en el PSOE, en el que tambi¨¦n militan sus amigos y antiguos compa?eros de facultad. "Los qu¨ªmicos" de Rubalcaba, como se les conoce, componen un grupo de amigos tan endog¨¢mico que tienden a casarse entre ellos. Es el caso del propio l¨ªder socialista y de su mujer, Pilar Goya, directora del Instituto de Qu¨ªmica M¨¦dica -no tienen hijos-, y tambi¨¦n de Jaime Lissavetzky, ex secretario de Estado para el Deporte y alter ego del campe¨®n de oratoria brillante y alta esgrima dial¨¦ctica que mantuvo el debate, cara a cara, cuerpo a cuerpo, con Mariano Rajoy.
Su talento y capacidad de an¨¢lisis, su desenvoltura para manejarse en los entresijos pol¨ªticos y medi¨¢ticos y su disposici¨®n al trabajo le convirtieron pronto en el elemento imprescindible. Vivo, simp¨¢tico, divertido, frugal, muy r¨¢pido de reflejos, algo c¨ªnico, calculador y extremadamente t¨¢ctico, Rubalcaba (1951, Solares, Cantabria) es el mu?idor y estratega de las grandes operaciones, el negociador del resultado final y tambi¨¦n el elemento puente entre las corrientes y grandes egos dom¨¦sticos. Ahora que ha tenido que rectificar sobre la trayectoria gubernamental y plantear el giro, su gran problema ha sido la falta de tiempo material para acreditar un perfil presidencial propio. Y es que, siendo como ha sido elemento clave del Ejecutivo y del partido, no se le conocen otra cosa que los apoyos expl¨ªcitos, los silencios, todo lo m¨¢s, a las decisiones adoptadas por Zapatero.
No es un intelectual, un estratega o un te¨®rico de la pol¨ªtica, pero basta o¨ªrle en un mitin para distinguirle de los oradores vocingleros y concluir que lo suyo es intentar convencer m¨¢s que impresionar. Aunque ilumina los datos de la realidad a su conveniencia, mantiene cierto pudor expositivo, un fondo de respeto por el auditorio y una actitud pedag¨®gica que, a falta de puntero o de power point, refuerza con el lenguaje corporal, los movimientos envolventes de las manos, los gestos faciales y el juego de se?ales de sus ojos. N¨²mero dos socialista devenido n¨²mero uno tras el desplome del zapaterismo, el exvicepresidente del Gobierno es un superviviente del felipismo que supo integrarse en el equipo gubernamental porque, como antiguo responsable de Interior del PSOE, conoc¨ªa bien el mundo de ETA.
"Alfredo es uno de los nuestros, un compa?ero m¨¢s del Partido Socialista de Euskadi", proclam¨® Patxi L¨®pez en el mitin cat¨¢rtico del pasado 22 de octubre, en San Sebasti¨¢n, que sigui¨® al comunicado de cese de la actividad terrorista emitido por ETA. Como el propio lehendakari y muchos de los all¨ª presentes, el homenajeado Rubalcaba se emocion¨® all¨ª hasta la l¨¢grima, muy en el perfil de hombre duro, pero sensible, caracter¨ªstico de los personajes detectivescos que pueblan sus novelas polic¨ªacas preferidas. Ahora que, acabada la campa?a, ya no escuchar¨¢, a todas horas, Carros de Fuego, el campe¨®n socialista tendr¨¢ que meditar en el silencio de la derrota electoral sobre la continuidad o final de su brillante carrera pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.