Sin tiempo electoral
Estas l¨ªneas ser¨¢n publicar¨¢n pasadas las elecciones del domingo 20 de noviembre, pero las estoy escribiendo antes, ignorando por ello el desenlace electoral. Este "desfase" temporal tiene sus ventajas, o mejor, sus oportunidades. Coloca en la reflexi¨®n sobre lo que en pol¨ªtica deber¨ªa ser atemporal; sobre lo que no deber¨ªa depender radicalmente de los plazos o vencimientos del ciclo legislativo, sino considerarse por encima de ellos, trascendi¨¦ndolos, porque afecta e incumbe al inter¨¦s general. Y es que hay asuntos que merecer¨ªan no estar nunca en el aire electoral, pendientes del hilo de las diferencias partidistas, sino situarse siempre en la tierra firme de los acuerdos de Estado y en los cimientos del pacto social. Asuntos como la educaci¨®n, la sanidad, la calidad de la pr¨¢ctica institucional, que no deber¨ªan alterarse, sino afinarse, perfeccionarse, de una manera conjuntada, con cada elecci¨®n.
Asuntos tambi¨¦n como la violencia. Sabemos lo decisivas, lo determinantes que han sido en el cese de la actividad de ETA, la unidad pol¨ªtica y la reacci¨®n ciudadana. La creciente marea de rechazo democr¨¢tico y social ha dejado a ETA sin sitio entre nosotros, sin aire. Esa misma unidad y reactividad debemos aplicarla ahora -el final del terrorismo nos permite y nos exige nuevas dedicaciones- a la violencia de g¨¦nero, responsable cada a?o de decenas de muertes de mujeres, y de miles y miles de agresiones.
Hace unos d¨ªas un hombre asesin¨® en Santutxu a Kepa Mallea e hiri¨® a otras seis personas. El suceso conmocion¨® y alarm¨®, como es natural, y recibi¨® de los medios de comunicaci¨®n una amplia cobertura que no dej¨® de destacar los gestos de valent¨ªa y de solidaridad ciudadanas que evitaron que el agresor causara a¨²n m¨¢s da?o; ni de difundir as¨ª m¨¢s ejemplos e imagenes elocuentes de c¨®mo la reacci¨®n social puede frenar la violencia. Mientras estos hechos suced¨ªan en Santutxu, cinco hombres eran detenidos en Euskadi por agresiones de g¨¦nero. Cinco agresiones en menos de 12 horas son much¨ªsimas y, sin embargo, sabemos que s¨®lo representan la punta del iceberg violento. Que esas cinco agresiones visibles hablan de todas las que siguen a¨²n tapadas, acalladas. Porque la violencia de g¨¦nero tiene unas dimensiones colosales (una asesinada tras otra en nuestro pa¨ªs, con una constancia y una simetr¨ªa infernales) y un arraigo atroz. Lo sucedido en Santutxu es terrible, pero no hay que olvidar que se trata de un hecho aislado. La violencia de g¨¦nero es, en cambio, sist¨¦mica. Y por eso se necesita para acabar con ella el mismo empe?o que se ha aplicado a luchar contra el terrorismo; la misma unidad pol¨ªtica, el mismo rechazo social.
Hay asuntos, como la violencia contra las mujeres, que no deber¨ªan pender nunca del hilo de las diferencias o los plazos electorales, sino asentarse siempre en una unidad y una atemporalidad perfectas, es decir, en un todo el mundo dedicado todo el tiempo a resolverlos.
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