El fin del sue?o
Con la intervenci¨®n del Banco de Valencia por el Banco de Espa?a y la salida de Jos¨¦ Luis Olivas de Bankia concluye uno de los periodos m¨¢s penosos de la historia econ¨®mica de la Comunidad Valenciana. Su pen¨²ltimo cap¨ªtulo se inici¨® el pasado 22 de julio, cuando la CAM, cuarta caja de ahorros de Espa?a por tama?o, fue tambi¨¦n intervenida. El anterior, la absorci¨®n de Bancaja por Caja Madrid, en junio de 2010. Poco antes, en mayo, hab¨ªamos asistido al anuncio del SIP (Sistema Institucional de Protecci¨®n) de la CAM con CajAstur tras un penoso peregrinar de SIP en SIP.
Sin embargo, hasta mayo del pasado a?o, Bancaja y CAM ocupaban el tercer y cuarto lugar, respectivamente, en el sector y sumadas se aproximaban a Caja Madrid. Una situaci¨®n fruto de un decenio de expansi¨®n en que pasaron a ser, seg¨²n sus responsables, cajas "plenamente nacionales". El Banco de Valencia, por su parte, era la joya de la corona del grupo Bancaja. En suma, la Comunidad Valenciana parec¨ªa llamada, y as¨ª lo repet¨ªan sus gestores p¨²blicos, a ser un nuevo y activo protagonista en el sistema financiero espa?ol.
Terra M¨ªtica, un capricho personal de Zaplana, fue el primer aviso. Ahora asistimos al ¨²ltimo
Hoy no queda nada de todo ello. Las causas inmediatas son conocidas: la concentraci¨®n de riesgos en el sector inmobiliario. Pero ?qu¨¦ puede explicar que un fiasco de esa magnitud haya sucedido en la Comunidad Valenciana y no en otras zonas de Espa?a en donde la burbuja tambi¨¦n fue muy relevante?
Las falsas pistas.
De entrada, deben descartarse dos c¨®modas explicaciones. La primera, la que atribuye la situaci¨®n a la codicia colectiva. La segunda, la que asigna al Banco de Espa?a la culpa de lo ocurrido. En relaci¨®n con la primera, y como se repite en el mundo anglosaj¨®n, atribuir a la codicia las burbujas es como atribuir a la gravedad el que se estrellen los aviones. En el capitalismo, la codicia existe en todo momento sin que su actuaci¨®n tenga consecuencias tan desastrosas.
Lo mismo sucede con el Banco de Espa?a. Su actuaci¨®n no ha sido ejemplar. Ni durante la expansi¨®n, cuando lo descuid¨® todo respecto al control de la concentraci¨®n de riesgos, ni una vez iniciadas las dificultades, cuando su pasividad fue exasperante, hasta mediados de 2010, momento en que entr¨® cual elefante en una cacharrer¨ªa a fusionar entidades. Pero no porque la polic¨ªa sea ineficaz en su cometido se la puede hacer responsable de las acciones de los delincuentes.
Un descomunal espejismo.
En la combinaci¨®n de elementos explicativos, el primero ser¨ªa la difusi¨®n en los c¨ªrculos financieros y empresariales de la Comunidad Valenciana en aquellos a?os de una nueva econom¨ªa inmobiliaria con dos curiosos pilares: la existencia de demanda inmobiliaria ilimitada para la Comunidad al ser el destino ¨®ptimo para turistas y jubilados de todo el mundo, y la obviedad de que un bien vale lo que el mercado est¨¢ dispuesto a pagar por ¨¦l, solo aceptada, sin embargo, cuando el precio sube. Cuando baja, como ocurre ahora, quienes entonces clamaban por el libre mercado exigen aplicar el principio del valor razonable a los activos.
En ello fue decisivo el comportamiento del sector p¨²blico auton¨®mico a trav¨¦s de las recalificaciones de suelo y de su pol¨ªtica de comunicaci¨®n plagada de exageraciones. Dentro de un contexto en el que los valencianos est¨¢bamos asombrando al mundo, lo que ocurr¨ªa, seg¨²n el Consell del PP, no era sino el reconocimiento del verdadero valor de nuestra tierra y la entrada, gracias a su gesti¨®n, de una nueva ¨¦poca sin comparaci¨®n ninguna con las anteriores.
La contrapartida: el desprecio a las normas del funcionamiento de la econom¨ªa traducido en una letal equiparaci¨®n entre las preferencias expresadas en las urnas y las decisiones de inversores y consumidores. Esta confusi¨®n condujo al convencimiento en unos pol¨ªticos sin oposici¨®n efectiva, que, en tanto que respaldados electoralmente, contaban con atribuciones para lograr el mismo ¨¦xito en la gesti¨®n de la econom¨ªa, incluidas las entidades financieras sometidas a sus continuas injerencias. Terra M¨ªtica, un costoso capricho personal de Eduardo Zaplana, fue el primer aviso. Ahora asistimos al ¨²ltimo.
Ya lo apunt¨® Javier Moreno en el suplemento de los 20 a?os de la edici¨®n de la Comunidad Valenciana de EL PA?S, y hoy estamos ante una nueva consecuencia de todo lo hecho, "cuyos catastr¨®ficos resultados afloran ahora, algunos por inercia propia, como cad¨¢veres finalmente arrojados a la playa tras un largo periplo pol¨ªtico, otros empujados a la luz de forma perentoria por la falta de liquidez tras el crash financiero".
Jordi Palafox, catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universidad de Valencia, fue consejero de Bancaja por el PSPV-PSOE entre 1998 y 2006, a?o en que dimiti¨®.
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