Triunfo islamista
Las elecciones de Marruecos permiten un avance limitado hacia la monarqu¨ªa parlamentaria
La victoria islamista en Marruecos supone una bocanada de aire fresco en un sistema pol¨ªtico anquilosado, que fue levemente reformado en julio con la aprobaci¨®n plebiscitaria de una nueva Constituci¨®n. Aunque el monarca retiene todav¨ªa una cuota importante de poder en el nuevo marco constitucional, las urnas hacen aflorar, como sucedi¨® en T¨²nez hace un mes, al pa¨ªs real que los consejeros reales y la burgues¨ªa acomodada tratan de esconder y las canciller¨ªas europeas se esfuerzan en no ver. Hartos de corrupci¨®n, desigualdades y autoritarismo, una parte importante de los marroqu¨ªes se inclinan por partidos que prometen honestidad y justicia social y que quieren dar un barniz religioso, y quiz¨¢ algo m¨¢s, a sus instituciones.
Por mucho que el sistema electoral, el dise?o de las circunscripciones y la participaci¨®n de partidos artificiales le hayan perjudicado, la victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) demuestra que las legislativas del viernes han sido probablemente las m¨¢s libres de Marruecos desde que hace 55 a?os accedi¨® a la independencia. Esta inusitada transparencia es, en parte, achacable a la primavera ¨¢rabe y a la presi¨®n de la calle.
M¨¢s all¨¢ de los datos globales conviene tener en cuenta que es el Marruecos urbano, m¨¢s ilustrado y desarrollado, el que mayor rechazo ha demostrado a la consulta, absteni¨¦ndose u optando por el principal partido de oposici¨®n.
La participaci¨®n real no ha sido del 45%, como indica el Ministerio del Interior, sino del 25%. Unos ocho millones de marroqu¨ªes adultos no figuran en las listas de electores, por descuido o por rechazo al sistema, a los que hay que a?adir tres millones de inmigrantes, que solo pod¨ªan votar mediante un complicad¨ªsimo tr¨¢mite utilizado por muy pocos. Entre los abstencionistas, un buen pu?ado ha seguido las consignas del Movimiento 20 de Febrero, que preconiz¨® el boicoteo de las urnas.
La probable formaci¨®n de un Gobierno cuyo primer ministro sea islamista demuestra que la alternancia pol¨ªtica es posible, pero no va a suponer un cambio radical. Aunque haya cedido parte de sus atribuciones, el rey sigue siendo la figura central del entramado institucional. Adem¨¢s, el PJD tendr¨¢ que gobernar en coalici¨®n con otros partidos, lo que recortar¨¢ su margen de maniobra. Pese a sus limitaciones, la experiencia vale la pena. Es un paso peque?o pero real hacia la monarqu¨ªa parlamentaria, que debe ser aplaudido y estimulado.
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