Un blanco m¨®vil
Nunca como ahora la Uni¨®n Europea ha sido tanto un blanco m¨®vil: si se detiene da marcha atr¨¢s a toda velocidad. Las posibles direcciones que puede tomar la zona en la salida de la crisis son dos: por debajo, acepta la modificaci¨®n de la naturaleza del euro o de su per¨ªmetro geogr¨¢fico, a causa de la exclusi¨®n de uno o varios pa¨ªses incapaces de asumir las restricciones que implica (atenci¨®n a las negociaciones franco-alemanas sobre un nuevo Pacto de Estabilidad y Crecimiento); o por arriba, reforzando la solidaridad europea y avanzando en su gobierno econ¨®mico y en su federalismo fiscal.
Transformar la confederaci¨®n en un federalismo europeo. Lo desarrollan Josep Borrell y Andreu Miss¨¦ en ese libro de conversaciones reci¨¦n publicado, La crisis del euro (Turpial). En ello y en la coyuntura actual juega un papel fundamental la administraci¨®n del tiempo. Dec¨ªa Einstein que no pensaba nunca en el futuro porque llegaba muy pronto, y esto es lo que parece estar haciendo ahora el pensamiento hegem¨®nico en Europa, que se reconoce en las posiciones alemanas: da soluciones de largo plazo para problemas de muy corto aliento, como son los relacionados con la prima de riesgo, la deuda soberana y las dificultades del euro para sobrevivir.
El ritmo al que se toman las decisiones en Europa es incompatible con la gravedad de los problemas
Hay unanimidad -excepto en Alemania y sus sat¨¦lites- en que la ¨²nica soluci¨®n inmediata contra la especulaci¨®n en los mercados, el cortafuegos que necesita la eurozona para volver a una cierta normalidad, es la adaptaci¨®n del Banco Central Europeo (BCE) a un papel de prestamista en ¨²ltima instancia con compras masivas de la deuda p¨²blica de los pa¨ªses de la zona con problemas. La secuencia l¨®gica contin¨²a as¨ª: a medio plazo hay que activar eurobonos, de modo que se mutualice el endeudamiento soberano; y a largo plazo, y como consecuencia de lo anterior, cambiar los tratados (lo que en algunos pa¨ªses requiere de refer¨¦ndum), estableciendo nuevas condiciones para activar la uni¨®n econ¨®mica y fiscal, evitando los dislates nacionales que ocurrieron en el pasado. Sin embargo, la senda que se pretende recorrer tiene el sentido opuesto.
Todo ello es central para el futuro inmediato de Espa?a. Que Rajoy presente la hoja de ruta econ¨®mica de la pr¨®xima legislatura -el camino por el que pretende llegar a un d¨¦ficit p¨²blico del 3% en el a?o 2013, con una estaci¨®n intermedia del 4,4% en el ejercicio que viene, a lo que se ha comprometido- y que defina el equipo que le acompa?ar¨¢ -con un pivote central, el zar econ¨®mico- es la condici¨®n necesaria pero no suficiente para evitar los sobresaltos. Lo acabamos de observar en Italia, con Mario Monti. El primer ministro que ha sustituido a Berlusconi, el gobierno de tecn¨®cratas que ha nombrado (del cual el responsable econ¨®mico es el propio Monti, lo que indica una situaci¨®n de excepcionalidad), y los planes de ajuste que ha presentado a Merkel y Sarkozy representan los conceptos de eficacia y de ortodoxia econ¨®mica que parecen exigir los mercados para calmarse. Y sin embargo, la prima de riesgo italiana no ha parado de subir.
Retrasar al conocimiento de los ciudadanos qu¨¦ pretende hacer con la econom¨ªa (despu¨¦s de una campa?a electoral en la que lo ocult¨®) y qui¨¦nes van a ser sus principales colaboradores, puede ser entendible desde el punto de vista partidista pero no en t¨¦rminos de pa¨ªs, al que durante la semana pasada ya le cost¨® mucho dinero esta indefinici¨®n. La ¨²nica aportaci¨®n p¨²blica de Rajoy en los d¨ªas pasados, una respuesta de menos de 140 caracteres a trav¨¦s de Twitter diciendo que est¨¢ "trabajando intensamente", no se corresponde a lo que se exige de ¨¦l sino que recuerda milim¨¦tricamente lo que respond¨ªa el Ejecutivo de Zapatero en los ¨²ltimos tiempos. No se le demanda que trabaje, faltar¨ªa m¨¢s, sino que sea eficaz en las respuestas.
Nunca como ahora el futuro de la UE y el de cada uno de los pa¨ªses ha estado tan concatenado. Lo analiza el libro citado: el problema es que el ritmo al que los europeos toman las decisiones y se aplican es incompatible con la din¨¢mica de los mercados y con la gravedad de los problemas a los se enfrentan. Y ¨¦ste es un problema de democracia, no s¨®lo de econom¨ªa.
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