El pincel del futuro
Solemos decir que la realidad supera al arte pero a menudo ocurre lo contrario, y es el arte el que se anticipa a la realidad, sirvi¨¦ndole de modelo. En pocas ciudades, como en Varsovia, para comprobarlo cuando uno se pasea por el centro hist¨®rico y, cada tanto, se encuentra con unos paneles en los que se reproducen pinturas de Canaletto y, cerca de la plaza del Mercado, con una gran vitrina con fotograf¨ªas de la ciudad tal como qued¨® tras la II Guerra Mundial, ese esqueleto tumbado en la desolaci¨®n m¨¢s absoluta. A pesar de que gran parte de Varsovia no disimula su car¨¢cter reciente -mucha arquitectura socialista y alguna, m¨¢s o menos espectacular, contempor¨¢nea- cuesta creer, por lo perfecto de la reconstrucci¨®n, que el barrio antiguo sea tambi¨¦n completamente nuevo.
Los varsovianos est¨¢n orgullosos, con raz¨®n, de aquella delicada tarea de reconstrucci¨®n emprendida poco despu¨¦s de 1945. Se cuentan muchas historias sobre el proceso. La que m¨¢s sorprende es la m¨¢s conocida: parece casi incre¨ªble el ensa?amiento de los ocupantes alemanes tras la insurrecci¨®n de Varsovia en 1944. Las tropas invasoras no s¨®lo dinamitaron concienzudamente la ciudad, casa a casa, barrio a barrio, sino que procuraron el aniquilamiento infinitamente m¨¢s poderoso que consiste en erradicar la memoria mediante la destrucci¨®n de todos los rastros de una comunidad. En consecuencia se hicieron desaparecer archivos, planos, fotograf¨ªas y cualquier pista que condujera a la tentaci¨®n de resucitar la ciudad. Pero la ciudad fue reconstruida, al menos en parte. Y aqu¨ª es donde adquiere protagonismo Canaletto, aunque a trav¨¦s de una historia algo sinuosa.
Como la ciudad, tambi¨¦n la aventura de Canaletto puede, en parte, reconstruirse, si bien, como se ver¨¢, con una acentuada confusi¨®n entre arte y realidad. De acuerdo con mis informantes Canaletto, adem¨¢s de ser el magistral autor de las vedute venecianas que se encuentran en tantos museos europeos, vivi¨® 16 a?os en Varsovia y fue el pintor de la corte en la ¨¦poca del rey Estanislao Augusto Poniatowski, entre 1764 y 1780. Antes hab¨ªa vivido en Dresde, al servicio del tambi¨¦n rey de Polonia, y elector de Sajonia, Augusto III. Esto explicaba la importancia del pintor veneciano en el futuro de ambas ciudades, Varsovia y Dresde, que ser¨ªan aniquiladas a mediados del siglo XX.
Con respecto a Dresde, Canaletto, sin saberlo, domin¨® el futuro gracias, sobre todo, a una gran pintura, Vista de Dresde desde el banco derecho debajo del puente Augusto, el modelo utilizado despu¨¦s de la guerra para reconstruir este puente de la ciudad, reducida a la nada tras los bombardeos aliados. En cuanto a Varsovia, los paneles esparcidos por el centro de la ciudad, en los que el paseante puede contrastar las pinturas de Canaletto con las iglesias y los palacios reconstruidos, dan fe de la exactitud con que los edificios reflejan las formas propuestas en los cuadros.
Y es precisamente al considerar esta exactitud donde empieza un singular juego de espejos en el que se acechan mutuamente arte y realidad. Seg¨²n los amigos varsovianos los reconstructores de la ciudad siguieron tan escrupulosamente los cuadros de Canaletto que el producto final, el edificio recuperado, no era tanto el que exist¨ªa antes de la destrucci¨®n de 1944 como el captado por el pintor veneciano en el siglo XVIII. La iglesia de la Santa Cruz y la de los Carmelitas son, por as¨ª decirlo, las de hace tres siglos con el aspecto que ten¨ªan entonces, y no con el que pose¨ªan cuando fueron sometidas a la dinamita. Los puntillosos reconstructores, ampliamente elogiados en todo el mundo por su labor, confiaban tanto en el realismo de Canaletto, del que se dec¨ªa que utilizaba la m¨¢gica c¨¢mara oscura para captar todos los detalles de los paisajes retratados, que no pusieron en duda la verdad suprema de los cuadros. Sin embargo, estudios recientes hab¨ªan llegado a la conclusi¨®n de que Canaletto no era tan realista como se pensaba e introduc¨ªa abundantes modificaciones fant¨¢sticas en los edificios que pintaba. El juego de espejos, por tanto, aumentaba su complejidad: lo que se reconstruy¨® no era, como se sab¨ªa ya, el paisaje destruido en 1944, pero tampoco, exactamente, el del siglo XVIII, sino el que la imaginaci¨®n de Canaletto hab¨ªa plasmado en las telas. El arte tiraba de la realidad de manera que ya pod¨ªamos, mis amigos varsovianos y yo, cerrar el c¨ªrculo.
Pero faltaba la ¨²ltima sorpresa. Le coment¨¦ por tel¨¦fono a un profesor veneciano que hab¨ªa visto magn¨ªficos canalettos en Varsovia, encarnados en edificios y que nada ten¨ªan que ver con Venecia. Se extra?¨® aunque luego reconoci¨® que no era, para nada, experto en Canaletto y, en consecuencia, ignoraba la vida del pintor. Le envi¨¦ fotos de los cuadros varsovianos, y ¨¦l contest¨® con desd¨¦n t¨ªpicamente veneciano: "Desde luego, Canaletto se esmer¨® m¨¢s cuando pintaba Venecia". Me fastidi¨® la respuesta aunque sembr¨® dudas en m¨ª. Repas¨¦ vedute venecianas de Canaletto y, al compararlas con las varsovianas, advert¨ª que hab¨ªa algo muy igual pero tambi¨¦n algo muy distinto. Hice averiguaciones. La soluci¨®n fue f¨¢cil cuando estuve dispuesto a abandonar los encantamientos de un viaje y acudir a las fuentes rigurosas. Seg¨²n la Enciclopedia Brit¨¢nica Bernardo Bellotto fue un pintor sobrino de Giovanni Antonio Canal, Canaletto, que us¨® fraudulentamente el apodo de su t¨ªo para aprovechar la enorme fama que ¨¦ste hab¨ªa adquirido en Europa. Bellotto, que consigui¨® que muchas veces lo confundieran con el verdadero Canaletto, pint¨® en diversas ciudades europeas, entre ellas Dresde y Varsovia.
Yo tambi¨¦n me hab¨ªa confundido. Pero eso no disminu¨ªa mi admiraci¨®n por el falso Canaletto que, sin saberlo, hab¨ªa impregnado el futuro de dos ciudades en su pincel.
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