La aventura de los m¨¢s famosos hijos del mar
Abr¨ª el voluminoso libro con manos temblorosas de emoci¨®n. Era cierto: ah¨ª estaban, retratados y comentados sucinta pero excelentemente, todos -bueno, casi todos- los barcos de nuestros sue?os, el Titanic, la Bounty, el Pequod, el Cutty Sark, el Potemkin, los drakkars vikingos, el Victory, ?hasta La Perla Negra del capit¨¢n Sparrow!
Ante una obra de estas caracter¨ªsticas, sobre los nav¨ªos m¨¢s famosos de la historia y la ficci¨®n, la primera reacci¨®n es ponerte en plan borde a confeccionar tu propia lista y contrastarla luego con la que te ofrecen, esperando hallar huecos, fallos, ajaj¨¢, ausencias inexcusables. ?Toda, toda la aventura de la navegaci¨®n en 360 barcos! Un reto, sin duda, que en alg¨²n punto, por fuerza, ha de hacer aguas. Como as¨ª es: se?ores, ?c¨®mo han podido olvidarme el Patna! Tampoco est¨¢n la Hispaniola, el volcado Poseid¨®n, el proteico Atlantis (en cambio est¨¢ otro gran buque corsario, el Emden) o el mordisqueado pesquero del capit¨¢n Quint de Tibur¨®n, el Orca (?recuerdan?: "Necesitaremos un barco m¨¢s grande").
Con l¨¢grimas en los ojos nos reencontramos con la 'Surprise' de Jack Aubrey, la 'Bounty' o 'La Perla Negra' de Sparrow
La flota de este libro nos invita a surcar los siete mares entre tormentas, ca?onazos, abordajes y crep¨²sculos arrebolados
Pero oigan, no importa, no nos pongamos quisquillosos con lo que falta y disfrutemos lo mucho, much¨ªsimo, que hay, ?qu¨¦ libro!, ?una maravilla! Hagan que se lo regale alguien estas fiestas, una novia, un buen amigo, un comodoro.
Con l¨¢grimas en los ojos nos reencontramos en las h¨²medas p¨¢ginas con la Surprise de Jack Aubrey, la fragata de las novelas del a?orado Patrick O'Brian; la Kon Tiki del rubio Heyerdahl (se incluyen otras balsas: la M¨¦duse, menos feliz que la del noruego), la torpedera Thunder Child hundida por los marcianos en La guerra de los mundos de H. G. Wells, y la Compass Rose, la corbeta de la clase Flower de Mar cruel, la gran novela sobre la odisea de los convoyes en la II Guerra Mundial.
El libro arranca como Dios manda con el Arca de No¨¦. Siguiendo el orden cronol¨®gico aparecen la barca solar de Keops, el mitol¨®gico Argos de Jas¨®n y los argonautas, las trirremes griegas y las galeras romanas. Hay simp¨¢ticos gui?os con la embarcaci¨®n de Jon¨¢s o la barca del infernal Caronte. La descubridora Santa Mar¨ªa, las galeras turcas, la Real, el Mary Rose de los Tudor, el Golden Hinde (el gale¨®n de Drake), el Mayflower, el Vasa, el dorado Bucintoro de los dogos venecianos, los dhow ¨¢rabes. Barcos piratas, por supuesto: el Quedagh Merchant, del capit¨¢n Kidd. Barcos de motines: la mencionada Bounty, tambi¨¦n la deshonrada Hermione del abyecto capit¨¢n Pigot -los amotinados lanzaron por la borda a los oficiales que fueron pasto de los tiburones-, pero no, ay, el Caine.
M¨¢s adelante est¨¢n el Hood y su n¨¦mesis el gigantesco Bismarck, hundido a su vez tras ser atacado como un King Kong del mar por el enjambre de aviones torpederos brit¨¢nicos. Y el Graf Spee de wagneriano final en la bah¨ªa de Montevideo, y el poderoso Tirpitz, la bestia de los fiordos. Los barcos de guerra son abundantes en la selecci¨®n y hay muchos de la segunda contienda, donde tantos dramas marinos tuvieron lugar y tantas leyendas surgieron. El crucero Scharnhorst, de cuyos 1.968 hombres de tripulaci¨®n se salvaron solo 36 tras ser despedazado el nav¨ªo por los ca?ones brit¨¢nicos en aguas del cabo Norte. El desmesurado Yamato, el acorazado suicida japon¨¦s lost with all hands en 1945. El West Virginia bombardeado repetidas veces y semihundido en Pearl Harbour -el cocinero Doris Miller gan¨® a bordo ese infame d¨ªa la Cruz de la Armada, el primer afroamericano en recibirla, por manejar valerosamente un antia¨¦reo contra los zeros- , y luego, reflotado, alcanzado por un kamikaze en Okinawa.
Est¨¢ en el libro uno de nuestros barcos favoritos de esa guerra, el destructor HMS Campbeltown, que protagoniz¨® la extraordinaria aventura del ataque a la base naval nazi en Francia de Saint Nazaire. En una audaz operaci¨®n de comandos, incrustaron el destructor cargado de explosivos contra el gran dique seco y lo hicieron volar para inutilizar la instalaci¨®n. De los 611 comandos participantes en la operaci¨®n, todos menos 27 murieron o fueron capturados. Se otorgaron la friolera de cinco cruces Victoria por el ataque, entre ellas una para el capit¨¢n del HMS Campbeltown, Stephen Halden Beattie -quien sobrevivi¨® para ser asesor de la marina de Haile Selassie y recibir la menos valiosa pero muy ex¨®tica orden de Menelik II-.
La personalidad de los autores de la selecci¨®n condiciona, por supuesto, la misma. Son una veintena de especialistas casi todos anglosajones (a excepci¨®n de un historiador de faros finland¨¦s y un italiano), la mayor¨ªa historiadores navales y varios de ellos marinos. En el grupo, viejos conocidos como Martin Robson, autor de La batalla de Trafalgar (2005); Andrew Lambert, que firma el pr¨®logo y ha escrito biograf¨ªas del explorador polar Franklin y de Nelson; David Cordingly, autoridad mundial en la pirater¨ªa y en ese genio de las fragatas que fue Cochrane, o Geoff Hunt, el gran artista marino al que debemos, y nunca agradeceremos bastante, las evocadoras portadas de los libros de Patrick O'Brian.
Como todos tienen un gran curr¨ªculo y mucho conocimiento de esloras y trinquetes a veces se ponen estupendos y te endilgan alg¨²n barco de aqu¨ª te espero. Tambi¨¦n porque son ingleses y barren para casa, claro. Mucho Ark Royal, Prince of Wales y modernos m¨²sculos de la Royal Navy (est¨¢ bien en cambio que est¨¦ el Exeter). Flagrante es lo de la Trincomalee, una fragata brit¨¢nica de 1817 de la que probablemente no habr¨¢n o¨ªdo hablar ni falta que hace. Llev¨® una vida bastante rutinaria, particip¨® en la guerra con Rusia entre 1852 y 1857 aunque, se nos dice, "nunca dispar¨® sus ca?ones con ¨¢nimo de provocar" (?), y pas¨® 40 a?os como barco de perforaciones. Y van y en vez de esa memez no me ponen al Patna...
Es un libro entusiasta. En el pr¨®logo, Lambert no duda en afirmar que el barco es "el ingenio m¨¢s importante creado por el intelecto humano". Algunos pensamos que en realidad el gran invento es el salvavidas.
Los autores han tenido el detalle de incluir varios barcos espa?oles. Aparte de los ya citados, el Sant¨ªsima Trinidad, la fragata Numancia, que combati¨® en Valpara¨ªso y realiz¨® grandes expediciones, y, vaya usted a saber por qu¨¦ el portaaviones Pr¨ªncipe de Asturias.
Es bonito que se dediquen entradas gen¨¦ricas a los buques tipo Liberty, los cargueros que ayudaron a salvar al mundo de los nazis, a las barcazas de desembarco que llevaron la libertad a tantas playas entre fuego cruzado, v¨®mitos y sangre, o a los sufridos buques de convoy del ?rtico, en los que cuando consegu¨ªas dormir un rato era para despertar nadando aterido en un mar infestado de submarinos nazis.
A los submarinos, por cierto, se les dedica amplio espacio. Desde el padre de todos ellos, el Nautilus de Nemo hasta aquella trampa (no) flotante que se llamaba Kursk y los Typhoon y clase Alfa, pasando por el U-47 de Prien. Con un escalofr¨ªo de claustrofobia seguimos historias como la del Hunley, el sumergible confederado accionado a brazo y que tiene el honor de haber logrado, en 1864, el primer hundimiento de un barco enemigo desde debajo del agua, y¨¦ndose a pique tambi¨¦n ¨¦l (los tripulantes permanecieron en su submarino casi un siglo y medio, muy ajados, es cierto, hasta que se reflot¨® el trasto en 2000, todo un r¨¦cord de inmersi¨®n).
Entre los barcos curiosos del libro, el Granma, yate revolucionario de Fidel Castro, hoy monumento nacional. Hay lanchas, la torpedera fluvial PBR de Apocalipsis Now o los Schnellboot alemanes.
El libro, con cuidad¨ªsimas y evocadoras ilustraciones, es mucho m¨¢s que un listado. Buena parte de las entradas nos remiten a grandes aventuras, que nos ponen inmediatamente a so?ar en mares lejanos de arrebatadores belleza, exotismo y, no pocas veces, peligro. V¨¦ase la historia de la goleta Lamorna, que parti¨® en la azarosa busca del tesoro del capit¨¢n Kidd, la del irreductible corsario confederado Alabama, o la del misterioso bergant¨ªn Mary Celeste, hallado en alta mar sin nadie a bordo y, lo que es m¨¢s raro, con la carga de alcohol intacta.
Est¨¢n, por supuesto, los grandes barcos de exploraci¨®n el Endurance, de Shackleton, el Fram de Nansen y Amundsen, el Endeavour de Cook, el Beagle de Darwin...
La aventura del mar se esencializa tambi¨¦n en las peque?as embarcaciones de los grandes navegantes en solitario. La Spray (una antigua balandra ostrera) de Slocum, el Gipsy Moth IV de Chichester, o el Pen Duick IV de ?ric Tabarly. Entre las grandes hermosuras con velas del mar est¨¢n otros deportivos como el ic¨®nico America, o los modernos trimaranes, y esos grandes sue?os de centelleante trapo que son los grandes veleros como el Eagle. De peque?o una vez ayud¨¦ a mi padre a ensamblar la maqueta de ese n¨ªveo bergant¨ªn, en puridad bricbarca, uno de los m¨¢s bellos ejemplos de arquitectura naval de todos los tiempos, mientras record¨¢bamos al abuelo, heroico oficial de la armada con conradianas sombras. Me ha asombrado descubrir ahora que el barco era en realidad nazi, el Horst Wessel, de revelador nombre, botado bajo los auspicios de Hitler en 1936 y tomado como presa por Estados Unidos tras la II Guerra Mundial para emplearlo como buque escuela de los guardacostas del pa¨ªs. Qu¨¦ cosas.
La historia del mar est¨¢ llena de barcos desgraciados. El libro lleva muchos: el acorazado Vanguard que ilustra estas l¨ªneas y que encall¨® de tan vergonzosa guisa como ven en Portsmouth; el General Belgrano, el Rainbow Warrior, el ferry RORO Herald of Free Enterprise, el barco negrero Brooks, de Liverpool... Todos tienen historias que merecen leerse.
Se trate de humildes dragaminas, contenedores, pesqueros de arenques o faluchos del Nilo, de portaaviones como el poderoso Enterprise, o de rutilantes transatl¨¢nticos como el Normandie, el Mauretania o el Queen Mary, naveguen a¨²n o se hayan ido hace mucho a pique o al desguace, la flota de este libro delicioso y sugerente nos invita a surcar los siete mares entre tormentas, ca?onazos, abordajes y crep¨²sculos arrebolados; p¨¢ginas tras p¨¢ginas, sin tocar puerto ni pisar tierra, dichosos holandeses errantes en un glorioso oc¨¦ano de buen papel.
Barcos. Su historia a trav¨¦s del arte y la fotograf¨ªa. Varios autores y traductores. Planeta. Barcelona, 2011. 384 p¨¢ginas. 31 euros.
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