"Me usan y me tiran a la basura"
George Visger ha perdido la cuenta de las conmociones cerebrales sufridas, que le tienen al borde de la demencia. Es uno de los muchos jugadores a los que la Liga de F¨²tbol Americano niega ayuda para cubrir los gastos m¨¦dicos necesarios por las lesiones sufridas
Joseph Harris estaba sentado a la mesa cuando su mujer irrumpi¨® en el sal¨®n: '?Te dejaste el fuego encendido!' ?l ni siquiera recordaba haber cocinado aquella comida. Ten¨ªa entonces 55 a?os y estaba a punto de ser diagnosticado con demencia y p¨¦rdida de memoria a corto plazo.
Jugador de la Liga Nacional de F¨²tbol (NFL), a finales de los 70 con los 49ers de San Francisco y los Chicago Bears, Harris respir¨® y sud¨® f¨²tbol americano desde su infancia. Se despertaba, levantaba pesas. Volv¨ªa del colegio, levantaba pesas. Aprendi¨® r¨¢pido las indicaciones del entrenador: detener a cualquier jugador que intentara cruzar las l¨ªneas. "Usa la cabeza, haz el bloqueo con la cabeza, siempre con la cabeza".
"A los 27 a?os te sientes inmortal, nadie te puede lesionar. Hasta que envejeces y te das cuenta de que no eras invencible"
Tienen 19 veces m¨¢s probabilidades de sufrir Alzheimer, el triple de depresiones y m¨¢s casos de demencia temprana
Harris ha perdido la cuenta del n¨²mero de conmociones cerebrales que sufri¨®, aunque ninguna le dej¨® en el banquillo. Antes de volver al campo los m¨¦dicos le preguntaban cu¨¢ntos dedos ve¨ªa. Si contestaba que tres, le dec¨ªan que golpeara "al del centro". "A los 27 a?os te sientes invencible, inmortal, nadie te puede hacer da?o ni te puede lesionar, no lo entiendes hasta que envejeces y te das cuenta de que no eras invencible".
El veterano de los Chicago Bears es uno de los muchos jugadores de f¨²tbol americano con lesiones derivadas del deporte y a los que la NFL, m¨¢xima instituci¨®n deportiva en Estados Unidos, ha negado ayudas para cubrir sus gastos m¨¦dicos. La Liga justifica la falta de apoyo a Harris, discapacitado, porque ya hab¨ªa cumplido 55 a?os en el momento de su diagn¨®stico. Aunque el verdadero problema durante d¨¦cadas ha sido otro: la NFL no reconoci¨® hasta hace dos a?os que existiera una conexi¨®n entre los traumatismos y el hecho de que un jugador tenga 19 veces m¨¢s probabilidades de sufrir la enfermedad de Alzheimer que cualquier hombre entre 19 y 49 a?os, el triple de diagn¨®sticos por depresi¨®n que un adulto ileso, o desarrolle demencia a edades m¨¢s tempranas. Un juez aclarar¨¢ la posible negligencia de la NFL gracias a las cuatro demandas interpuestas por 170 jugadores que acusan a la Liga de ocultar la gravedad de las lesiones que pod¨ªan sufrir en el campo.
Las denuncias en contra de la NFL, que ingresa 9.300 millones de d¨®lares al a?o (unos 7.000 millones de euros), son el resultado de una turbulenta d¨¦cada de investigaciones m¨¦dicas, suicidios de jugadores que fueron s¨ªmbolo de generaci¨®n tras generaci¨®n y una silenciosa revoluci¨®n dentro de un deporte v¨ªctima de su propia cultura.
Como la cultura norteamericana, el f¨²tbol exige disciplina, trabajo duro, sacrificio por los dem¨¢s y logros individuales. El dolor, en la NFL como en la calle, es tab¨². Sentarse en el banquillo es regalar la titularidad a un compa?ero. Los jugadores no dicen nada, los entrenadores est¨¢n obligados a ganar el partido y los m¨¦dicos no pueden sentar a un jugador hambriento por pasar a la historia.
La agresividad de los jugadores y dureza del juego no se condena en EE UU como en Europa. Nunca ha sido repudiada, sino glorificada. En 1985 Ronnie Lott, h¨¦roe de los 49ers de San Francisco se amput¨® en la banda su propio dedo me?ique, aplastado tras un bloqueo. Pasar por el quir¨®fano hipotecaba el resto de la temporada. En 1993, un anuncio de Nike alab¨® su historial: "Tres conmociones cerebrales, una pierna rota, dos operaciones de rodilla, rotura de clav¨ªcula y a saber cu¨¢ntas fracturas nasales. No hay forma de que Ronnie siga jugando, debe haber perdido un tornillo. Un tornillo suelto, p¨®nganlo en la lista".
Mike Webster, cuatro veces campe¨®n de la Super Bowl con los Steelers de Pittsburg en los a?os 70, muri¨® en 2002 a los 50 a?os. Arruinado, dorm¨ªa en la estaci¨®n de tren. "Viv¨ªa como un esquizofr¨¦nico", recuerda el autor de su autopsia, Bennet Omalu, neurocirujano de la Universidad de Virginia Oeste y codirector de su Instituto de Investigaci¨®n del Cerebro. El certificado de defunci¨®n dec¨ªa "muerte s¨²bita", pero Omalu se empe?¨® en analizar su cerebro. Descubri¨® una acumulaci¨®n anormal de prote¨ªnas en varias ¨¢reas, s¨®lo detectada antes en boxeadores. Acababa de diagnosticar el primer caso de ECT, Encefalopat¨ªa Cr¨®nica Traum¨¢tica, la versi¨®n de 'demencia pugil¨ªstica' que padecen los jugadores de la NFL.
Al cabo de un a?o hab¨ªa encontrado un segundo caso. A los tres a?os, ten¨ªa seis. Hoy son veinticuatro. Todos presentaban el mismo historial: los primeros s¨ªntomas aparecieron una d¨¦cada despu¨¦s de retirarse, y se parec¨ªan mucho a los de una persona con trastorno bipolar. Cambios de humor, tendencias agresivas, trastornos obsesivo-compulsivos, insomnio, depresi¨®n, p¨¦rdida de memoria y de las funciones cognitivas. Omalu no dud¨® en relacionar los golpes que recibe un jugador en la cabeza en el terreno de juego y en los entrenamientos; las im¨¢genes que ve¨ªa en el microscopio y los s¨ªntomas de los que hablaban los jugadores antes de morir. Pero top¨® inmediatamente con la opini¨®n de la NFL, que ha negado cualquier prueba cient¨ªfica hasta hace dos a?os.
En 2003, un ingeniero de la Universidad Virginia Tech hizo un estudio colocando sensores electr¨®nicos en los cascos de los jugadores. En diez partidos y una treintena de entrenamientos contabiliz¨® m¨¢s de 3.300 impactos. El Colegio de Neurocirujanos de EEUU encontrar¨ªa poco despu¨¦s que el 60 por ciento de los jugadores de la NFL ha padecido al menos un traumatismo craneoencef¨¢lico a lo largo de su carrera profesional. Uno de cada cuatro ha sufrido m¨¢s de dos. Y ninguno tiene un casco suficientemente avanzado tecnol¨®gicamente que le proteja de los traumatismos. Porque no existe.
M¨¦dicos y expertos reconocen que los cascos s¨®lo protegen ante los impactos agudos que causan fracturas ¨®seas, pero no impiden las lesiones permanentes e irreparables en el cerebro. El hallazgo de Omalu precipit¨® una revoluci¨®n en la NFL que dej¨® en evidencia a la industria de fabricantes de cascos e incit¨® la convocatoria de una audiencia en el Congreso que acab¨® en 2007 con la dimisi¨®n del jefe m¨¦dico de la Liga, un profesional sin experiencia en neurocirug¨ªa y que siempre neg¨® la validez de los estudios de Omalu.
Su sucesor, Richard Ellenbogen, quiere cambiar la historia y se plantea estos d¨ªas si hacen falta nuevas normas de juego para proteger la salud de los jugadores. El jefe de neurocirug¨ªa del Hospital Harborview de Seattle reconoce que las caracter¨ªsticas de los jugadores s¨®lo agravan las lesiones. Seg¨²n la revista TIME, el peso medio de los futbolistas ha aumentado un 10 por ciento desde 1985. La media actual est¨¢ en los 112 kilos y, mientras que hace 20 a?os el bloqueador m¨¢s grande pesaba 127 kilos, Michael Jasper bati¨® r¨¦cords en el ¨²ltimo draft con sus 178 kilos. "Estamos hablando de superatletas. Es un deporte extremadamente f¨ªsico y no podemos deshacernos de ese componente violento, aunque debemos mejorar la seguridad".
Ellenbogen trabaja con veteranos como George Visger, quien sugiere que se eliminen los cascos para que los futbolistas dejen de usar la cabeza. En su primer encuentro a nivel profesional recibi¨® entre 25 y 30 golpes en la cabeza. "Iba a la banda, me daban sales de amonio como a los boxeadores, y segu¨ªa jugando", recuerda.
La carrera de Visger con los 49ers de San Francisco termin¨® aquella primera temporada. A comienzos de 1981 fue diagnosticado con hidrocefalia y cuatro meses despu¨¦s de la final de la Super Bowl hab¨ªa pasado dos veces por el quir¨®fano. Con 53 a?os, ha sobrevivido a nueve operaciones para liberar la presi¨®n intracraneal producida por la acumulaci¨®n de l¨ªquido cefalorraqu¨ªdeo en el cerebro. Suple la falta de memoria a corto plazo tomando notas de todo lo que se le ocurre, hace tres meses que perdi¨® su casa, vive en un motel y ya ha ganado su primer pleito con la NFL, que le indemniz¨® por lesiones en el lugar de trabajo, el campo de juego. Su nombre est¨¢ entre los 170 exjugadores que denuncian a la NFL.
Algunos de los futbolistas en las mismas circunstancias que Visger tienen derecho a una pensi¨®n de 250 d¨®lares al mes (191 euros). El m¨¢ximo al que pueden acceder son 40.000 d¨®lares (30.600 euros) anuales por discapacidad total, pero para eso la NFL tiene que reconocer antes que las lesiones son derivadas del f¨²tbol. Visger ni siquiera cualifica para la prestaci¨®n m¨ªnima porque s¨®lo jug¨® un a?o de los cuatro requeridos para recibir la pensi¨®n. "Les denuncio porque me han utilizado, me han tirado a la basura como si fuera el trozo de una m¨¢quina estropeada. Ni siquiera sab¨ªa a cu¨¢nta gente hab¨ªan tratado igual de mal que a m¨ª". Harris, que no cambiar¨ªa un minuto en el campo por nada y hubiera jugado gratis, confiesa que la negligencia de la NFL le hace sentir utilizado "peor que a un esclavo".
Dave Duerson, ganador de dos t¨ªtulos con los Chicago Bears, apareci¨® muerto en su apartamento en Miami el pasado 17 de febrero. Estrella de la NFL a comienzos de los 80, se suicid¨® de un disparo al coraz¨®n. Horas antes hab¨ªa mandado un mensaje de texto a su ex mujer, de la que se hab¨ªa divorciado cuatro a?os antes, pidi¨¦ndole perd¨®n "por la persona en la que se hab¨ªa convertido". Un mensaje similar le lleg¨® a su prometida. Y en la mesilla, una larga carta de despedida con posdata: "Por favor, noten que dono mi cerebro al Banco de Cerebros de la NFL".
La muerte de Duerson est¨¢ considerada como un momento clave en el cambio que vive la Liga. Si Muhammad Ali, rey del boxeo que padece P¨¢rkinson desde hace 27 a?os ha servido para asociar deporte y enfermedad, el suicido de Duerson, que se dispar¨® en su propio coraz¨®n para salvar su cerebro, podr¨ªa hacer lo mismo para las pr¨®ximas generaciones de seguidores y jugadores de la NFL.
La demencia causada por traumatismos craneoencef¨¢licos fue diagnosticada por primera vez en 1929, en un boxeador. Tom¨® entonces el nombre de 'demencia pugil¨ªstica'. "La mayor¨ªa de nosotros creci¨® sabiendo exactamente lo que significaba, el p¨²blico era consciente de que un n¨²mero importante de boxeadores [un 20 por ciento] desarrollaban demencia y eso es un logro importante", comenta Julian Bailes, colaborador de Omalu y director del Departamento de Neurocirug¨ªa del Instituto Neurol¨®gico Northshore, en Illinois. Pero desde los a?os 20 hasta que el doctor Omalu diagnosticara el primer caso de CTE en un exjugador, la NFL se ha empe?ado en separar ambas cosas. La instituci¨®n no investig¨® las lesiones cerebrales en jugadores hasta 1994, con la creaci¨®n de un Comit¨¦ de Lesiones Cerebrales Leves. Diez a?os despu¨¦s publicaron los resultados del estudio, concluyendo que como "un porcentaje importante de jugadores regresan al campo en el mismo partido en el que sufrieron un golpe y la mayor¨ªa de ellos fueron alejados de cualquier actividad f¨ªsica durante menos de una semana, los traumatismos cerebrales en el f¨²tbol no son lesiones graves".
La ceguera hist¨®rica de la NFL ante estos da?os, combinada con el silencio de los jugadores en torno a sus propias lesiones y una cultura que valora el hero¨ªsmo por encima de la salud, fue el ingrediente explosivo de un c¨®ctel que obligar¨ªa a dejar la protecci¨®n de los futbolistas para m¨¢s tarde. Cualquier cambio de las normas de juego siempre result¨® demasiado t¨ªmido. En 1962, la NFL prohibi¨® agarrar del casco a otro futbolista. En 1976 penaliz¨® con un retroceso de cinco yardas por atrapar el casco de un oponente y quince si lo retorc¨ªa o arrancaba. Un a?o despu¨¦s prohibi¨® agarrar con las manos el cuello, rostro o cabeza de un contrincante. Y a partir de 1979, vet¨® golpear, chocar o aplastar el cuerpo de un oponente utilizando el casco por considerarlo "brutalidad innecesaria".
Los jugadores siempre encontraron otro modo de parar al rival. En 2005, la NFL revis¨® todas las faltas cometidas durante la temporada anterior y encontr¨® que un tipo de bloqueo, agarrando la parte posterior de las hombreras a la altura del cuello, caus¨® seis lesiones graves. En cuatro de ellas un mismo jugador rompi¨® las piernas a otros cuatro. En la siguiente temporada esta t¨¢ctica qued¨® prohibida, pero fue legal durante dos a?os m¨¢s en las categor¨ªas inferiores.
M¨¢s de un mill¨®n de menores de edad practican f¨²tbol, y unos 60.000 sufren un traumatismo craneal cada a?o, seg¨²n la Revista de Entrenamientos Deportivos, recibiendo golpes en su cerebro cuando ¨¦ste no ha terminado de desarrollarse. Tanto ellos como sus padres viven cegados por el ansia de convertirse en millonarios, algo que ni siquiera consiguen el 80% de los jugadores profesionales. Ellenbogen reconoce que la NFL debe educar al p¨²blico igual que a los jugadores sobre los riesgos a los que se enfrentan: "Hagamos lo que hagamos a nivel profesional, tendr¨¢ consecuencias para los m¨¢s j¨®venes".
Y cada fin de semana un nuevo susto amenaza con confirmar las estad¨ªsticas. El 16 de octubre de 2008 Ryne Dougherty muri¨® de una hemorragia cerebral tres d¨ªas despu¨¦s de desmayarse en el terreno de juego tras un bloqueo. Un a?o despu¨¦s, un estudiante de un instituto de Carolina del Norte se desmay¨® por un traumatismo craneal durante un partido. A los dos d¨ªas recuper¨® el permiso para jugar, hab¨ªan desaparecido los s¨ªntomas. Falleci¨® por el llamado "s¨ªndrome del segundo impacto": ninguno de los golpes fue suficientemente violento para matarle, pero la acumulaci¨®n de lesiones s¨ª acab¨® con su vida.
No ser¨ªa hasta la temporada 2009-2010 cuando la NFL prohibi¨® volver al campo en el mismo partido donde se ha sufrido un traumatismo craneal. Hab¨ªan pasado 90 a?os desde de que la medicina estableciera que un golpe severo en la cabeza puede causar da?os cerebrales y siete desde que el doctor Omalu diagnosticara por primera vez ECT en un futbolista. A finales de 2009, la NFL reconoc¨ªa que los traumatismos pueden derivar en demencia, p¨¦rdida de memoria, ECT y otros s¨ªntomas enviando un comunicado a todos los jugadores y entrenadores.
Desde entonces el cambio ha sido radical. La Liga establece ahora que un jugador que padezca un traumatismo craneal estar¨¢ de baja un m¨ªnimo de dos semanas y -a diferencia de otros deportes- ha desautorizado a los m¨¦dicos del equipo para determinar si puede volver al campo o no. Deber¨¢ hacerlo un facultativo no asociado al f¨²tbol. Cuando un jugador pierde la consciencia o sufre un golpe severo en la cabeza, se le confisca el casco para impedir que vuelva al campo, sigue una serie de pruebas m¨¦dicas y entrenamientos hasta determinar que los s¨ªntomas desaparecen y debe superar un examen neurol¨®gico antes de recibir el alta. "Se trata de impedir que sufran m¨²ltiples traumatismos craneales seguidos", dice Ellenbogen, el nuevo director m¨¦dico de la Liga.
Para doctores como Omalu sigue sin ser suficiente. Recomienda al menos tres meses de baja porque el cerebro no tiene la capacidad para regenerar tejido cuando se destruye por un golpe. "Si el tiempo medio de baja por una fractura ¨®sea es de tres meses, ?por qu¨¦ en el caso de un traumatismo craneal tiene que ser menos? Puede que no sufran ning¨²n tipo de s¨ªntomas pero el da?o celular est¨¢ ah¨ª".
Esa lesi¨®n que d¨¦cadas despu¨¦s se convertir¨¢ en un mar de puntos marrones en el cerebro y que, a falta de un m¨¦todo para detectar los da?os mientras el jugador todav¨ªa vive, s¨®lo adivinar¨¢ un microscopio, resulta apenas imperceptible. Tanto a los jugadores, como a los ¨¢rbitros, entrenadores y los tres m¨¦dicos que supervisan el juego desde las bandas. ?Se puede acusar a la NFL de ocultar informaci¨®n a los futbolistas? Los 170 demandantes creen que s¨ª y alguno de ellos ya ha ganado denuncias similares. Mientras llega la respuesta del juez a una de las cuatro demandas pendientes, otra duda ahoga a jugadores y aficionados. Si el f¨²tbol americano se queda sin la agresividad de sus jugadores, ?sigue siendo f¨²tbol americano?
En EE UU el f¨²tbol ha sido elevado a expresi¨®n art¨ªstica. "De la misma manera que la sociedad americana est¨¢ orgullosa de su democracia y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, el f¨²tbol -como EE UU- no ser¨ªa nada sin la innovaci¨®n", explica Peter Wogan, antrop¨®logo e investigador de este deporte. Y esa adorada creatividad cobra en el campo la imagen del delantero que, bal¨®n en mano, inventa recortes de puntillas mientras huye delante de la defensa.
El f¨²tbol como met¨¢fora f¨ªsica de nuestros miedos, del peligro, la adrenalina al conseguir escapar. El entrenador empuja a sus jugadores a "conquistar al rival", "atacarle con toda su rabia" "bombardearles" o "atacarles por sorpresa", con las mismas met¨¢foras que los veteranos de la Segunda Guerra Mundial tra¨ªan de Europa mientras el f¨²tbol se convert¨ªa en deporte de masas en EE UU en los a?os 40.
"La t¨¢ctica de un equipo intentando sobrepasar al otro, en dos l¨ªneas enfrentadas, es la misma que la de los ej¨¦rcitos del siglo pasado", explica Wogan. "Dos grupos de hombres coordinados, sincronizados y que deben avanzar como uno solo". Atados al compromiso de salvar al equipo, llevarle a la victoria, rescatar a un soldado herido, ocultar los puntos d¨¦biles, bloquear al rival. La misma l¨®gica que hace del soldado herido un h¨¦roe cuando vuelve al frente para seguir luchando, log¨® que Lott regresara con un dedo semi amputado para terminar el partido. "Los jugadores siguen en el campo por sus compa?eros, as¨ª que no creo que la violencia sea gratuita", dice el antrop¨®logo.
"No vamos a conseguir que no jueguen tan duro, pero s¨ª que sean m¨¢s conscientes de los riesgos. Dentro de cinco o diez a?os podr¨ªamos estar hablando de un deporte distinto", afirma Ellenbogen, para quien el debate es a¨²n m¨¢s amplio. No se trata ya de resolver si el problema es el f¨²tbol o sus normas. "Estamos hablando de algo que trasciende la liga americana, afecta a jugadores de f¨²tbol en Europa, de hockey sobre hielo, ciclistas o v¨ªctimas de accidentes de tr¨¢fico". Varios centros m¨¦dicos estadounidenses, incluido el Instituto Nacional de Salud, desarrollan investigaciones relacionadas con ECT que empezaron en 2002, con la autopsia de Waters a manos de Omalu y puede terminar favoreciendo a los veteranos que regresan ahora de Irak y Afganist¨¢n con sus cerebros martilleados por explosiones y atentados. Su primer objetivo: encontrar un examen m¨¦dico que detecte las lesiones en vida.
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