La calle indignada
El 2011 concluye como el a?o en que la calle volvi¨® a ser un motor de cambio. Tras dos d¨¦cadas de relativa quietud, en las que los elevados est¨¢ndares de vida alcanzados por algunos pa¨ªses hab¨ªan arrinconado el esp¨ªritu de las protestas ciudadanas en el cuarto de los trastos viejos, con contad¨ªsimas y muy localizadas excepciones, millones de personas en todo el mundo dijeron basta. Si hubiera que resumir con una palabra lo sucedido en T¨²nez, Egipto, Yemen o Espa?a, y en ciudades como Nueva York, Tel Aviv, Oakland, Londres o Mosc¨², ser¨ªa indignaci¨®n. Indignados. "En T¨²nez, la dignidad es m¨¢s importante que la comida", declar¨® a Time Basma Buazizi, de 16 a?os, hermana del joven Mohamed, cuya inmolaci¨®n hace un a?o en respuesta a los abusos del r¨¦gimen del defenestrado Ben Ali prendi¨® la mecha de una sacudida que, tras recorrer el mundo entero, trae de cabeza ahora, en su m¨¢s reciente expresi¨®n, al mism¨ªsimo Vladimir Putin. Los rusos que intentan evitar que el oligarca siga controlando el pa¨ªs tras un vergonzoso fraude electoral son deudores del chico que se prendi¨® fuego en una calle de la ciudad tunecina de Sidi Bouzid.
?Qu¨¦ tienen en com¨²n el dentista de El Cairo que cerr¨® la consulta para acampar en la plaza de Tahrir y el profesor de filosof¨ªa que decidi¨® ocupar Wall Street? ?O los j¨®venes griegos que abarrotaron la plaza Sintagma, y Alberto, Mar¨ªa o Henar, las tres personas que ilustran este reportaje? El hartazgo. El hartazgo de una dictadura, en unos casos, y el hartazgo de una sociedad occidental, en otros, que despu¨¦s de 20 a?os de navegar con el viento a favor una vez aniquilado el fantasma del comunismo ha acabado sacrificando su bienestar en el altar de los mercados. A nuestro dentista egipcio, a nuestro profesor de filosof¨ªa estadounidense, a Alberto, Mar¨ªa o Henar les acusan de no saber lo que quieren, de no ser capaces de moldear un proyecto pol¨ªtico que vaya m¨¢s all¨¢ de las acampadas. Falso. Saben lo que no quieren.
En Espa?a, ante el fen¨®meno del 15-M, la caverna pol¨ªtica y medi¨¢tica encontr¨® enseguida las explicaciones: son perroflautas, okupas, vagabundos, inadaptados, antisistema... Falso de nuevo. En Londres, cuando miles de j¨®venes arrasaron las calles de algunos barrios durante el pasado mes de agosto, sucedi¨® lo mismo: son delincuentes, dijeron. Sin embargo, pronto descubrieron que muchos de los alborotadores eran de buena familia, de caros colegios... Sus motivos eran los mismos que en otras ciudades: un angustioso pesimismo sobre un futuro vac¨ªo de oportunidades.
Alberto Araico de Brito tiene 21 a?os y es estudiante de Ciencias Medioambientales. Cuando estall¨® el 15-M estaba en un pueblo de Soria con un grupo de amigos que se dedica a rehabilitar lugares deshabitados. Mar¨ªa es soci¨®loga. Henar es responsable de redes sociales en una escuela de dise?o. Los pol¨ªticos han dejado de prestarles atenci¨®n una vez obtenidos sus flamantes esca?os tras las elecciones del 20-N. Nuevo error. Har¨ªan bien en escucharles, en tenerles en cuenta, en intentar comprender por qu¨¦ los favorecidos de este mundo han decidido recuperar la calle para volver a hacer historia.
Vicente Jim¨¦nez es director adjunto de EL PA?S.
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