Los republicanos buscan un l¨ªder fuerte para recuperar su unidad
Arranca en Iowa una carrera entre candidatos sin carisma ni apoyo de las bases
Estas elecciones primarias, al margen del resultado en Iowa o del de la pr¨®xima semana en New Hampshire, tienen el objetivo principal de unir al Partido Republicano en torno a un candidato y darle a este la fuerza de la que hoy carece para enfrentarse a Barack Obama. Nadie en estos momentos posee el carisma personal o el respaldo necesario para ser tratado como un aspirante convincente para el gran p¨²blico. Quien sea el que resulte elegido tendr¨¢ que gan¨¢rselo en el largo camino hasta la Convenci¨®n.
En ese sentido, estas son unas primarias un tanto at¨ªpicas. Muy diferentes, por supuesto, a las que los dem¨®cratas celebraron hace cuatro a?os, cuando dos personalidades avasalladoras como Barack Obama y Hillary Clinton compitieron en un espectacular duelo entre gigantes. Pero diferentes tambi¨¦n a otras en las que han participado figuras republicanas relevantes, como Ronald Reagan, George Bush padre, o incluso George Bush hijo o John McCain, que aportaban desde un principio atractivo personal o solvencia contrastada.
Romney es el ¨²nico con la etiqueta de elegible en unas presidenciales
Esta vez no hay ninguno con esos atributos. Ninguno de los tres con posibilidades de ganar en Iowa -Mitt Romney, Ron Paul o Rick Santorum- cuenta de antemano con el apoyo de sus propias filas o con la magia de su personalidad. Los tres son personajes muy cuestionados dentro y fuera del partido que tendr¨¢n que ganarse el respeto y el respaldo en los pr¨®ximos meses.
Romney es quien tiene el camino m¨¢s despejado. Es el claro favorito para la victoria en New Hampshire, un Estado menos conservador que Iowa, que suele dar su respaldo a candidatos moderados. Y de ah¨ª podr¨ªa salir catapultado hacia el triunfo en las primarias sucesivas. Pero antes tiene que pasar por Carolina del Sur, la tercera estaci¨®n de esta ruta, donde Romney no goza de las simpat¨ªas de la mayor¨ªa religiosa y ultraconservadora que domina el Partido Republicano en ese Estado.
Probablemente, Romney tendr¨¢ que esperar hasta Florida, el ¨²ltimo d¨ªa de enero, para confirmar, ya en un Estado grande e influyente, su condici¨®n de claro favorito. Eso no le garantizar¨¢ todav¨ªa el cari?o de sus compa?eros de partido ni la confianza del resto de los votantes. Todo el mundo ha observado en estos meses pasados que Romney no es el hombre que estaban buscando los republicanos, y si acaban votando por ¨¦l lo hacen tap¨¢ndose la nariz, porque es el ¨²nico con la etiqueta de elegible en unas elecciones presidenciales.
No es esa la mejor carta de presentaci¨®n para aspirar a la Casa Blanca. John McCain, que tampoco gust¨® nunca a la derecha de su partido, escogi¨® en 2008 a Sarah Palin como compa?era de candidatura para ganarse la simpat¨ªa de los conservadores, pero acab¨® perdiendo de todas maneras.
Las cosas, desde luego, han cambiado con respecto a cuatro a?os atr¨¢s. Hoy Obama ha perdido el magnetismo de entonces y su derrota est¨¢ lejos de resultar inconcebible. Hoy las elecciones pueden decidirse por una situaci¨®n econ¨®mica que Obama ha mejorado solo ligeramente y que constituye el escenario perfecto para provocar un relevo en la presidencia.
Pero esa circunstancia, aun siendo muy relevante, no es la ¨²nica que decide las elecciones. La personalidad del candidato tambi¨¦n cuenta, y el Partido Republicano no ha podido hasta hoy moldear a la figura adecuada para que sus opciones de victoria sean mayores. Por supuesto que el candidato perfecto no existe. Pero entre el candidato perfecto y el desconcierto que los republicanos ofrecen por ahora en estas primarias hay otras soluciones intermedias.
Sacudido por el terremoto del Tea Party, el Partido Republicano se ve obligado a escoger entre Romney, un centrista reconvertido precipitadamente en derechista, un profesional de las campa?as electorales cuyas verdaderas convicciones son un enigma, y un pelot¨®n de extremistas conservadores que est¨¢n en esta batalla para hacer ruido y ganar popularidad m¨¢s que para ser presidentes.
En el camino, por miedo al Tea Party o a la desorganizaci¨®n que vive el partido, se han quedado republicanos de m¨¢s categor¨ªa y menos fanatismo, como Chris Christie, Jeb Bush o Mike Huckabee, que no han querido arruinar su carrera en estas condiciones.
Existen, no obstante, algunos factores que inducen al optimismo entre los republicanos. Adem¨¢s de la situaci¨®n econ¨®mica, especialmente un ¨ªndice de desempleo con el que ning¨²n presidente ha obtenido jam¨¢s la reelecci¨®n, los republicanos se ven favorecidos por una ola de simpat¨ªa popular que, desde su victoria en las legislativas de 2010, avanza a su favor. Hoy hay aproximadamente un 10% m¨¢s de norteamericanos inclinados a votar republicano que dem¨®crata. La tentaci¨®n del cambio puede todav¨ªa ser considerable en noviembre, cuando se elija presidente, y eso puede servir para darle el triunfo incluso a un candidato con poco carisma.
Pero, para eso, los republicanos tienen todav¨ªa que hacer causa com¨²n con su candidato, lo que no est¨¢ garantizado. El Tea Party no suele ser una fuerza que se preste a componendas o se resigne a lo conveniente. Gran parte del entusiasmo a favor de los republicanos est¨¢ provocado por el Tea Party y puede desaparecer si el Tea Party no forma parte de la jugada.
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