Sobre el genocidio armenio
Francia ha promulgado una ley para castigar al que minimice las matanzas de armenios por tropas turcas entre 1915 y 1917. El autor niega que esa norma sea liberticida
Esta gente es realmente incapaz de comprender? ?O solo est¨¢ fingiendo que no se entera?
La Ley para la Penalizaci¨®n del Negacionismo, aprobada (en Francia) antes de Navidad, no pretende escribir la historia en lugar de los historiadores. Y no lo pretende por la simple raz¨®n de que esta es una historia bien conocida que fue escrita, y bien escrita, hace mucho tiempo. El que, a partir de 1915, los armenios fueron v¨ªctimas de un met¨®dico intento de aniquilaci¨®n es algo que se sabe desde siempre: el tema ha sido objeto de una abundante literatura apoyada, en particular, en las confesiones hechas casi inmediatamente, y en la estela de Hodja Ilyas Sami, por los mismos criminales turcos. De forma que, de Yehuda Bauer a Raul Hilberg, de los investigadores de Yad Vashem a Yves Ternon y otros, no se recuerda que ning¨²n historiador serio haya negado o dudado de esta realidad. En otras palabras, esta ley no tiene nada que ver con la voluntad de establecer una verdad de Estado. Ninguno de los diputados que particip¨® en la votaci¨®n pretend¨ªa reemplazar a los historiadores ni su obra. Solo pretend¨ªan recordar ese sencillo derecho que todos tenemos a no ser injuriados p¨²blicamente y tambi¨¦n a exigir reparaci¨®n para una ofensa particularmente ultrajante como es la que atenta contra la memoria de los muertos. Es una cuesti¨®n de derecho, no de historia.
La ley contra el negacionismo no pretende escribir la historia. Porque esa historia ya est¨¢ escrita
Todos tenemos derecho a exigir reparaci¨®n para una ofensa como es la de atentar contra la memoria de los muertos
Presentar esta ley como una norma liberticida susceptible de dificultar el trabajo de los historiadores es otro argumento extra?o que lo deja a uno perplejo. Mientras no se demuestre lo contrario, son los negacionistas quienes dificultan el trabajo de los historiadores. Son sus caprichos, sus locuras, sus artima?as, son sus mentiras vertiginosas y aterradoras las que hacen temblar el suelo sobre el que, en principio, debe asentarse una ciencia. Y la ley, al penalizarlos, al complicarles un poco la tarea, al advertir al p¨²blico que est¨¢ tratando con ellos, no con eruditos, sino con agitadores, protege a la historia y la pone a buen recaudo. ?Hay alg¨²n historiador al que la ley Gayssot le haya impedido trabajar sobre el Holocausto? ?Hay alg¨²n autor que pueda afirmar en conciencia que esa ley ha limitado su libertad de investigaci¨®n y sus cuestionamientos? ?Acaso no est¨¢ claro que los ¨²nicos a quienes ha estorbado seriamente han sido los Faurisson, Irving y dem¨¢s cong¨¦neres de Le Pen? Pues lo mismo ocurre con el genocidio de los armenios. Una vez que el Senado la ratifique, esta ley ser¨¢ una suerte para los historiadores, que, por fin, podr¨¢n trabajar en paz. A menos que... S¨ª, a menos que los opositores a la ley tengan en mente algo m¨¢s turbio: que hace un siglo se precipitaron al concluir que hab¨ªa tenido lugar un "genocidio".
"?No hay -dicen todav¨ªa algunos- otra forma de intimidar a los asesinos de papel aparte de la ley?". ?Y no tiene la verdad, en s¨ª misma, en su desnudez y su rigor, los medios para defenderse y vencer a los que la niegan? Es todo un debate. Un debate que, entre par¨¦ntesis, se perpet¨²a desde los or¨ªgenes de la filosof¨ªa. Y al que, en el caso que nos ocupa, viene a a?adirse un par¨¢metro espec¨ªfico que hace que, en la duda, sea prudente asegurarse del refuerzo de la ley. Este par¨¢metro es el negacionismo del Estado turco. Y su especificidad radica en que los negacionistas no son un pu?ado de colgados, sino unas personas que se apoyan en los recursos, la diplomacia y la capacidad para el chantaje y las represalias de un Estado poderoso. Imaginen cu¨¢l habr¨ªa sido la situaci¨®n de los supervivientes del Holocausto si, despu¨¦s de la guerra, el Estado alem¨¢n hubiera sido negacionista. Imaginen su desamparo y su c¨®lera si hubiesen tenido que enfrentarse no a una secta de bobos, sino a una Alemania que, en vez de mostrar su arrepentimiento, hubiera presionado a sus socios, amenaz¨¢ndolos con su ira en el caso de que calificasen de genocidio el exterminio de los jud¨ªos en Auschwitz. Es, mutatis mutandis, la situaci¨®n de los armenios. Y tambi¨¦n por eso tienen derecho a una ley.
Finalmente, a?adir¨¦ que hay que dejar de mezclarlo todo y de ahogar la tragedia armenia en esa charlataner¨ªa ritualizada que combate las "leyes de la memoria". Pues esta no es una ley de la memoria. No es uno de esos peligrosos abusos de poder susceptibles de abrir paso a docenas, por no decir centenares, de reglamentos absurdos o represivos para codificar lo que se puede decir o no sobre la masacre de San Bartolom¨¦, el sentido de la colonizaci¨®n, la esclavitud, la desgracia occitana, el delito de blasfemia y vaya usted a saber qu¨¦ m¨¢s. Es una ley sobre un genocidio, que no es lo mismo. Es una ley que sanciona a aquellos que, al negarlo, amplifican y perpet¨²an el gesto genocida, que es otra cosa. Gracias a Dios, no ha habido centenares de genocidios, ni siquiera docenas. Ha habido tres. Cuatro, si a los armenios, los jud¨ªos y los ruandeses les sumamos los camboyanos. Y poner esos tres o cuatro genocidios en el mismo plano que el resto, hacer de su penalizaci¨®n la antesala de una correcci¨®n pol¨ªtica que har¨ªa posible una retah¨ªla de leyes in¨²tiles o perversas sobre los aspectos cuestionables de nuestra memoria nacional, decir "?Atenci¨®n! Est¨¢n abriendo una caja de Pandora de la que puede salir cualquier cosa" es otra imbecilidad, adem¨¢s de otra infamia te?ida de una mala fe, en este caso, caricaturesca.
Opongamos la sabidur¨ªa de la representaci¨®n nacional a este argumento enga?oso. Y ojal¨¢ los senadores lleguen hasta el final del proceso sin dejarse intimidar por esa pandilla de historiadores. -
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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