Nadie entiende la deuda
En 2011, como en 2010, Estados Unidos experimentaba una recuperaci¨®n t¨¦cnica, pero segu¨ªa sufriendo un desempleo desastrosamente alto. Y a lo largo de la mayor parte de 2011, como en 2010, casi todas las conversaciones en Washington giraban en torno a otra cosa: el problema supuestamente urgente de reducir el d¨¦ficit p¨²blico.
Este enfoque inapropiado dice mucho sobre nuestra cultura pol¨ªtica, en concreto sobre lo desconectado que est¨¢ el Congreso del sufrimiento de los estadounidenses de a pie. Pero tambi¨¦n revela algo m¨¢s: cuando la gente en Washington habla de d¨¦ficits y deuda, la inmensa mayor¨ªa no tiene ni idea de lo que est¨¢ hablando, y la gente que m¨¢s habla es la que menos entiende.
Los pa¨ªses con Gobiernos estables y responsables han sido capaces de vivir con niveles de deuda elevados
Lo m¨¢s evidente es quiz¨¢ que los "expertos" econ¨®micos en los que conf¨ªa gran parte del Congreso han estado totalmente equivocados una y otra vez sobre los efectos a corto plazo de los d¨¦ficits p¨²blicos. La gente que obtiene sus an¨¢lisis econ¨®micos de instituciones como la Fundaci¨®n Heritage lleva esperando desde que el presidente Obama asumi¨® el cargo a que el d¨¦ficit p¨²blico disparase los tipos de inter¨¦s. El d¨ªa menos pensado.
Y mientras ha estado esperando, esos tipos han descendido hasta m¨ªnimos hist¨®ricos. Se podr¨ªa pensar que esto llevar¨ªa a los pol¨ªticos a cuestionar su elecci¨®n de expertos (es decir, se podr¨ªa pensar eso si no supi¨¦ramos nada sobre la pol¨ªtica posmoderna no basada en hechos).
Pero Washington no se confunde solo en lo que respecta al corto plazo; tambi¨¦n est¨¢ confundido acerca del largo plazo. Porque aunque la deuda pueda ser un problema, la forma en que nuestros pol¨ªticos y lumbreras piensan en la deuda es incorrecta y exagera el tama?o del problema.
Los que se preocupan por el d¨¦ficit retratan un futuro en el que nos vemos empobrecidos por la necesidad de devolver el dinero que hemos tomado prestado. Ven a EE UU como una familia que pidi¨® una hipoteca demasiado alta y que se ve en apuros para pagar las cuotas mensuales. Sin embargo, esta es una analog¨ªa realmente mala por lo menos en dos sentidos.
En primer lugar, las familias tienen que devolver su deuda. Los Gobiernos, no; todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que la deuda aumenta m¨¢s lentamente que su base imponible. La deuda de la II Guerra Mundial nunca se devolvi¨®; sencillamente, se fue volviendo cada vez m¨¢s irrelevante, a medida que la econom¨ªa estadounidense crec¨ªa, y con ella, la renta sometida a tributaci¨®n.
En segundo lugar, y esto es lo que nadie parece entender, una familia excesivamente endeudada debe dinero a otra persona; la deuda estadounidense es, en gran medida, dinero que nos debemos a nosotros mismos.
Esto era claramente cierto en el caso de la deuda en que incurrimos para ganar la Segunda Guerra Mundial. Los contribuyentes asumieron la responsabilidad de una deuda que era significativamente m¨¢s elevada, como porcentaje del PIB, que la deuda actual; pero los titulares de esa deuda tambi¨¦n eran los contribuyentes, como la gente que compraba bonos de ahorro. De modo que la deuda no hizo m¨¢s pobre a los Estados Unidos de la posguerra. En concreto, la deuda no impidi¨® que la generaci¨®n de la posguerra experimentara el mayor aumento de la renta y el nivel de vida en la historia de nuestra naci¨®n.
Pero esta vez es diferente, ?no? No tanto como creen.
Es verdad que ahora los extranjeros poseen grandes intereses en EE UU, entre ellos una buena cantidad de deuda p¨²blica. Pero cada d¨®lar de participaciones extranjeras en Estados Unidos se ve igualado por 89 c¨¦ntimos de participaciones estadounidenses en el extranjero. Y como los extranjeros tienden a hacer sus inversiones en Estados Unidos en activos seguros y de baja rentabilidad, EE UU gana en la pr¨¢ctica m¨¢s por sus activos en el extranjero de lo que paga a los inversores extranjeros. Si se han hecho la idea de que es un pa¨ªs profundamente endeudado con los chinos, les han informado mal. Y tampoco estamos avanzando r¨¢pidamente en esa direcci¨®n.
Claro que el hecho de que la deuda federal no implique ni mucho menos que el futuro de Estados Unidos est¨¦ hipotecado no quiere decir que la deuda no sea perjudicial. Para pagar los intereses hay que recaudar impuestos, y no hay que ser un ide¨®logo de derechas para reconocer que los impuestos suponen alg¨²n coste para la econom¨ªa, aunque solo sea porque apartan los recursos de las actividades productivas y los desv¨ªan hacia la elusi¨®n y la evasi¨®n de impuestos. Pero estos costes son mucho menos tr¨¢gicos de lo que la analog¨ªa de la familia excesivamente endeudada podr¨ªa dar a entender.
Y esa es la raz¨®n por la que los pa¨ªses con Gobiernos estables y responsables -o sea, Gobiernos que est¨¢n dispuestos a elevar moderadamente los impuestos cuando la situaci¨®n lo exige- han sido por regla general capaces de vivir con niveles de deuda mucho m¨¢s elevados de lo que la opini¨®n convencional nos inducir¨ªa a pensar. Gran Breta?a, en concreto, ha tenido una deuda superior al 100% del PIB durante 81 de los ¨²ltimos 170 a?os. Cuando Keynes escrib¨ªa sobre la necesidad de gastar para salir de una depresi¨®n, Gran Breta?a estaba m¨¢s endeudada que cualquier pa¨ªs desarrollado hoy en d¨ªa, con la excepci¨®n de Jap¨®n.
Naturalmente, EE UU, con su movimiento conservador furibundamente antiimpuestos, podr¨ªa no tener un Gobierno que sea responsable en ese sentido. Pero en ese caso, la culpa no es de la deuda, sino nuestra.
De modo que, s¨ª, la deuda es importante. Pero en estos momentos hay cosas m¨¢s importantes. Necesitamos m¨¢s, no menos, gasto p¨²blico para sacarnos de la trampa del desempleo. Y la terca y desinformada obsesi¨®n con la deuda se interpone en el camino.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de Princeton y premio Nobel de 2008. @ New York Times Service 2012. Traducci¨®n de News Clips.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.