La selva de laurel
Escenarios alucinantes en La Gomera para recorrer en coche. Del pozo donde sac¨® agua Col¨®n al parque Garajonay, tesoro natural, con tragedia amorosa incluida
"Es mi orgullo ser gomero / y con ese orgullo muero". As¨ª describe el romancero local el sentimiento de honra de los habitantes de la isla canaria de La Gomera. Car¨¢cter condensado en poco menos de 23.000 vecinos que conservan con celo 33 sobrecogedores barrancos, m¨¢gicos bosques -como el de laurisilva en el parque nacional de Garajonay- y c¨¢lidas playas como la del Ingl¨¦s. Peque?a -con 369 kil¨®metros cuadrados de superficie y 1.450 metros de altitud m¨¢xima-, sin grandes arenales y pobres comunicaciones a¨¦reas, es la m¨¢s antigua de las siete islas canarias y fue la ¨²ltima parada de la expedici¨®n de Col¨®n rumbo al Nuevo Mundo. Paisaje poco tocado, tradici¨®n pesquera y la m¨¢s genuina miel extra¨ªda del coraz¨®n de las palmeras.
10.00 Guayaba y aguacate
El municipio de Alajer¨® (1) marca el inicio del sendero del sur. Soleada comarca asentada sobre la pendiente de un cerro que discurre hacia la costa salpicada de palmerales, almendros y desafiantes tuneras. A un paso del aeropuerto insular, el volc¨¢n de la Caldera (2) y el drago de Agal¨¢n (3), con m¨¢s de cuatrocientos a?os, son muescas vivientes que desvelan el origen de esta tierra. El paseo sin reloj lleva a las playas de Ereses (4) y La Cantera - E, de aguas transparentes y naturaleza intacta. Desde el mar sorprenden los salvajes acantilados de Alajer¨® (6), declarados sitio de inter¨¦s cient¨ªfico.
Alquilar un coche es la mejor opci¨®n para hacer frente a las sinuosas carreteras de la isla. El incipiente y sosegado desarrollo tur¨ªstico est¨¢ en la fronteriza Playa Santiago (7), un coqueto enclave marinero. El clima subtropical insular permite cultivar frutas tropicales. Aqu¨ª, el apetito que despierta zambullirse en el mar se sacia con un zumo de mango, papaya o guayaba, adem¨¢s de un s¨¢ndwich de aguacate.
12.00 Romeo y Julieta, versi¨®n guanche
En la isla de m¨¢gicos barrancos, los ¨¢rboles parecen amaestrados para absorber la humedad de las brisas marinas. En el centro, un tesoro de laurisilva de insospechada exuberancia. Fayas, brezos, laureles y helechos de retorcidas formas constituyen la tupida selva del parque nacional de Garajonay (8) (www.lagomera.es). Imprescindible llevar botas c¨®modas para recorrer los senderos del lugar, declarado patrimonio mundial. Entre la vegetaci¨®n del bosque milenario -si la niebla lo permite- sobrecoge la vista del pico Garajonay (9), con 1.487 metros. Escenario de la narraci¨®n aborigen que da nombre al espacio natural. La leyenda dice que dos amantes prehisp¨¢nicos, Gara y Jonai, no pudieron unirse por la f¨¦rrea oposici¨®n de sus padres y, antes que separarse, murieron aqu¨ª juntos atraves¨¢ndose con una estaca.
14.00 Picoteo con almogrote
Desde la cumbre del Garajonay al Atl¨¢ntico es casi un pecado perderse el espect¨¢culo de monta?as y barrancos. Un vistazo al entorno permite entender que la tradici¨®n del silbo gomero siga viva, un aut¨¦ntico lenguaje armonioso utilizado por los pastores para comunicarse. Como tambi¨¦n la necesidad hoy convertida en deporte del salto del pastor. Todav¨ªa pueden verse grupos de saltadores en ruta que esquivan los accidentes de la orograf¨ªa vara en mano, como una suerte de p¨¦rtiga.
Ya en Arure (10), el picoteo comienza con una tapa de almogrote, una pasta acompa?ada con pan que se elabora con queso gomero de cabra y mojo, a base de aceite, ajo y pimienta picona (que no guindilla). Precedente de un buen puchero de verduras en Casa Efigenia (Las Hayas; www.jardinlashayas.com). Ingredientes cultivados en un peque?o caser¨ªo abierto a los visitantes donde la anfitriona acompa?a la comida en animada charla vigilando para que no quede ni una gota. Chupito de mistela y tortas de cuajada redondean el men¨².
17.00 Verbena de palmeras
Valle Gran Rey (11) (www.vallegranrey.es/turismo) fue el lugar de residencia del m¨¢s poderoso de los l¨ªderes abor¨ªgenes. Impresionan sus terrazas de cultivo, tanto de hortalizas como de papas y plataneras, en contraste con sus playas de arenas negruzcas. Al frente, el Mirador C¨¦sar Manrique (12) (El Palmarejo), donde el artista lanzarote?o quiso dejar muestra de su legado. Verbena vegetal en sosegada geograf¨ªa al llegar al palmeral de la zona. Un trago de guarapo -la sabia de la palmera- a partir del que se elabora la t¨ªpica miel de palma, repone los niveles de glucosa; se trata de una especie end¨¦mica que se pensaba extinguida.
Vallehermoso (14) proyecta en lo m¨¢s hondo del barranco huertas con ?ames y brezos con troncos retorcidos. Bancales con los que aprovechar la escasez de suelo. Y verdaderos oasis de palmeras en su parte m¨¢s oriental. En Tazo (15) o Alojera (16) el silencio es tal que parece, de repente, que alguien ha subido el volumen del sonido de p¨¢jaros y del viento. Un paseo por la plaza guapa del pueblo y desde aqu¨ª, por mar, visitamos los ?rganos (17), una muestra de columnatas bas¨¢lticas que parecen cil¨ªndricos tubos del instrumento musical (hay excursiones desde Playa Santiago, San Sebasti¨¢n y Valle Gran Rey).
19.00 Con vistas al Teide
Agulo (18) aparece, muy cerca, sentado sobre un rocoso anfiteatro serpenteado de cascadas. Pintoresco pueblo norte?o, abierto al oc¨¦ano, con el pico del Teide siempre presente. Empedradas calles con casas se?oriales de principios del siglo XX. En la plaza de Leoncio Bento a¨²n hoy se saltan las tradicionales hogueras en la v¨ªspera de San Marcos. Hechas con madera de sabina, el olor impregna el ambiente esa noche. La ruta contin¨²a hacia el Valle de Hermigua (19) (www.hermigua.org), al que se accede a trav¨¦s de una carretera tallada sobre un barranco de vertiginosas pendientes.
21.00 Rumbo al Nuevo Mundo
La capital de La Gomera, San Sebasti¨¢n (20), guarda m¨¢s de quinientos a?os de historia en su casco, desde la conquista de la isla por el reino de Castilla hasta la ¨²ltima parada de los viajes de Crist¨®bal Col¨®n hacia el descubrimiento del Nuevo Mundo. Un museo en nombre del almirante (21) (Real, 56; www.casadecolon.com) descubre el Pozo de la Aguada, donde sac¨® el agua para bautizar Am¨¦rica en 1492. Tiempos de gloriosas epopeyas que hicieron del puerto de la villa el preferido de naves cargadas con tesoros y golosina codiciada por los piratas. El pescado fresco, abundante y variado en toda la isla -que tambi¨¦n sirvi¨® de avituallamiento a los tripulantes colombinos- no puede faltar. La terapia antiestr¨¦s recomienda sucumbir, en el Parador de La Gomera (22), a sardinas y chicharros, fritos o asados, servidos con papas arrugadas y mojo de cilantro.
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